isminuir las libertades de los ciudadanos, someter los cuerpos a la voluntad de gobernantes, imponer una religión de Estado, hacer de las mujeres objetos de intercambio entre hombres que detentan el poder, tales rasgos caracterizan a los eestados totalitarios, particularmente en Occidente, donde el cristianismo sigue siendo la raíz de la moral sexual. Aunque con límites, los países europeos han ido erosionando la influencia del cristianismo en la vida sexual y reproductiva, desde 2001 el Parlamento Europeo recomendó proteger la salud reproductiva y el derecho a que el aborto sea legal, seguro y accesible a todas las mujeres, los países de ese continente protegen la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) en sistemas de plazos que varían entre las 10 y las 24 semanas de gestación.
Pero la reciente reforma a la ley de aborto en España va en sentido contrario; se trata de una regresión a los tiempos del franquismo, un acto más de abuso de poder de los representantes del Partido Popular sobre las ciudadanas. Un territorio donde desde hace 28 años el aborto fue accesible para las españolas a partir de la ley de despenalización del aborto de 1985; entonces se autorizó para evitar un grave peligro para la vida o la salud física o síquica de la embarazada, cuando es consecuencia de violación (12 semanas) y si se presume que el feto habrá de nacer con graves taras físicas o mentales (hasta 22 semanas de gestación). La primera causal fue la puerta que abrió el derecho a la maternidad voluntaria, toda vez que la salud síquica de una mujer se afecta severamente si se da continuidad a un embarazo no deseado.
Una reforma más libertaria fue aprobada en 2009; se abrió el derecho a la IVE hasta las 14 semanas de gestación y desde los 16 años de edad. Sólo durante cuatro años las mujeres españolas ejercieron sin trabas ese derecho, porque ahora, la reforma del pasado 20 de diciembre cerró el derecho que abría la reglamentación anterior: Autoriza el aborto en caso de violación las 12 primeras semanas, lo cual ya estaba regulado. Y en vez de abrir su acceso por decisión de las mujeres, restringe la interrupción del embarazo hasta la semana 22, en caso de grave peligro para la vida o salud física o síquica de la mujer, algo que también ya estaba regulado, pero ahora agregan condicionantes para dificultar el acceso, y aquí está la verdadera barrera: Será necesario un informe previo emitido por dos médicos ajenos al centro de salud donde se realizará el aborto, que acredite los peligros que afecten a la mujer
y además la mujer dará su consentimiento expreso en un plazo de siete días tras recibir información y asesoramiento
. Además se regula en detalle la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios y obliga a las menores a contar con la voluntad de sus padres para acceder al procedimiento.
Véase por donde se vea, la proscripción del aborto es una regulación religiosa que atenta de manera directa contra la libertad de las mujeres. Una norma que hunde sus raíces en la idea que concibe el matrimonio como la imagen de las relaciones de Cristo con su iglesia, el matrimonio como sacrificio de Cristo en la cruz, amando a la iglesia hasta la muerte
. Tal como se explicita en la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II, el acto sexual humano equivale al acto de la creación divina En la entrega o comunión de los cuerpos es como el hombre y la mujer son la imagen de Dios
, así que querer controlar ese acto creativo es un pecado de arrogancia, es creer ser como Dios. De esa concepción es que los deseos sexuales sólo pueden aceptarse dentro de una relación heterosexual, en que el esposo y la esposa aceptan crucificar su carne con sus pasiones y sus concupiscencias, entendida ésta como un perpetuo estado de insatisfacción
(del Génesis, Gn 3,16). El deseo o concupiscencia exige estrictas restricciones tales como la templanza y la continencia para moderar la atracción de lo placeres. La unión sexual dentro del matrimonio reproduce la entrega al madero nupcial, el matrimonio es la imagen y el símbolo de crucifixión, un sacrificio que se hace para cumplir el gran mandato del Génesis: “sed fecundos y multiplicaos…” (Gn 1, 26-28).
La continencia es una oportunidad de renunciar al placer. Al estar contenidas en el Génesis, en el mito religioso originario y primordial, las regulaciones del sexo cobran estatus de revelaciones del creador, desde donde se circunscribe el sexo a la unión conyugal perpetua y se impone la norma de la heterosexualidad así como el rechazo a cualquier acto que interfiera con la creación: la homosexualidad, el uso de anticonceptivos y el aborto.
Hoy el gobierno de España renuncia al Estado secular y se sumerge en el oscurantismo eclesial, donde tanto el Dios creador como el Dios salvador se encarnan en imágenes masculinas y poderosas, en especial la encarnación de Dios en la persona de Cristo, quien dejó de ser una imagen sagrada para degradarse en un hombre sexuado y cronológicamente real, un hombre con genitales e impulsos sometidos a la concupiscenia, hijo de una madre de carne y hueso, con clítoris y vagina pero asexuada, virgen aún después del parto, sobre cuyo cuerpo deciden los dioses y los ángeles, lugares que hoy acupan presidentes y legisladores.
Mito e historia confundidos, cuerpos y almas simultáneamente humanos y divinos.
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