La estación en movimiento, obra de Lydia Margules, se escenificó en España
las secuelas de la migración en la identidad
Me interesa explorar ese fenómeno desde el universo individual, manifiesta a La Jornada
El migrante no necesariamente es un invasor, sino que intenta proponer algo distinto, opina
Jueves 28 de marzo de 2013, p. 3
Madrid, 27 de marzo.
El viaje de la migración, el andar incesante por túneles oscuros o por horizontes abiertos que invitan a la transformación, a la catarsis, a la refundación del individuo o al colapso de la identidad contrastándola con otra distinta, la que vamos interiorizando en el sitio de llegada.
Con esos elementos, en su proyecto más reciente la dramaturga mexicana Lydia Margules reflexiona alrededor de un asunto tan común como complejo: el fenómeno de la migración y sus múltiples aristas, que expone mediante un lenguaje ágil y una puesta en escena innovadora y sugerente en un díptico, La estación en movimiento.
Se trata de una reflexión en voz alta compuesta por dos piezas: Los perdidos de la isla de San Luis y Estación abierta que, al menos la primera, escrita por Verónica Musalem, ya fue representada en varias ciudades, entre ellas Madrid, Cádiz y París. El segundo pilar de la obra todavía está en proceso de escritura, en este caso por la propia Margules, y verá la luz en 2014.
Preocupación recurrente
En entrevista con La Jornada, Lydia Margules explica el origen de una propuesta teatral que se alimenta y vive de la migración. “Es un proyecto con el que inicié hace unos tres años y es la primera obra en la que abordo de manera directa el fenómeno de la migración, algo que me ha interesado mucho desde hace tiempo y se ha convertido en preocupación recurrente. En parte porque yo soy hija de extranjeros en México, lo que obliga a tener una inquietud sobre la identidad.
Así nació la necesidad de abordar el asunto de forma directa y ver hacia el origen de mis padres, pues mi madre es española, hija de rusa, y su abuela polaca y holandesa; y mi padre de origen judío-polaco.
La dramaturga, hija del reconocido director de escena Ludwik Margules (1933-2006), tiene una trayectoria superior a 20 años con propuestas innovadoras.
Esta vez ha contado con un elenco de actores mexicanos que viven fuera del país o lo han hecho alguna vez en su vida, como Marcelo Galván, Chicé Lavalette, Antonio Cerezo, Germán Corona, Acoyani Guzmán, Fabiola Vargas y la aportación literaria de Verónica Musalem.
En la obra me interesa ver la migración desde un sentido estrictamente individual. El tema del proyecto es sobre las consecuencias de la migración en el universo interno del individuo que emigra, así como de los que lo rodean en el nuevo lugar
, explica.
La pieza también tiene cierta inspiración en el chileno Roberto Bolaño: “Una de las partes destacadas de la obra surgió a raíz de mi participación hace unos años en un espectáculo que se llamó Exilio, mi life as Bolaño, en el que tomamos del narrador su manera en la que se exilió de sus propios textos y se convirtió en un personaje más. De cómo transforma su vida, sus migraciones y sus historias de ese fenómeno en parte de su literatura. Ahí me surge el cruce de caminos, que intenta unir lo que vivía con mi historia personal. Todo en el proyecto habla de personas que emigran, pero además está hecho por las que emigraron o están en ese proceso, con lo que todo el equipo está formado por mexicanos que viven en varias partes del mundo”.
En cuanto al método de trabajo o realización, Margules destaca que “la obra se va generando de forma simultánea a sus representaciones. Digamos que es una especie de working progress que va a tener varias etapas. Es una obra cerrada, pero al mismo tiempo tiene margen para que cada actor enriquezca el texto.
“El trabajo textual es muy flexible, la obra migra y está en proceso de adaptación constante. Digamos que los conceptos de escena son siempre los mismos, pero éstos se adaptan a los espacios y a los actores.
Los personajes migran, es decir, no los hay asignados y todo el tiempo se rolan. Esto me permite hacer la obra con dos actores o con 15. Esto nos complica la vida, pero al mismo tiempo aporta mucha riqueza al texto y a las posibilidades dramáticas.
Catarsis y mirada al exterior
Respecto de la reflexión sobre la migración, la creadora escénica indica que en la obra subraya “la sensación inicial de terror al emigrar y después la necesidad interior de abrirse a lo que está afuera, a adaptarme a todo lo nuevo en el exterior y así encontrar nuevas posibilidades de lo que puedo ser. De lo que revivo y descubro cada vez que me muevo.
“Hay una exigencia de apertura y flexibilidad, lo que supone una oportunidad maravillosa. Siempre hay una transformación, aunque sea intuitiva o inconsciente, existe y se da pese a la urgencia de mantenerse en una comunidad cerrada.
“En el proyecto buscamos a toda costa no juzgar al que emigra y que decide, por ejemplo, cambiar menos que otro. Cada uno tiene sus necesidades de adaptación. Es hablar de la migración desde un lugar en el cual se pone en juego la identidad, desde la sexual hasta la política o la cultural.
Es un planteamiento distinto, pues el que emigra no necesariamente es un invasor, sino que intenta proponer algo distinto. Además de la catarsis individual y una mirada al exterior, que puede ser hostil.