omo cascada, producto de alguna vuelta a la tuerca, no son pocos los gobernadores que han dado ya formalidad a la creación de la llamada Policía de Mando Unificado, incluido Eruviel Ávila, que se oponía firmemente a ello. Han quedado ya atrás los argumentos en contra, lo que hoy importa es que hacerlo sin un proyecto profesional ha creado un peligroso abismo de efectos políticos y sociales altamente lesivos: se está echando a andar un supuesto mecanismo de prevención y elemental control del crimen con una estructura jurídica, reglamentaria, orgánica, funcional, administrativa y presupuestal que si algo tiene es que no existe.
Cada gobernador está haciendo lo que mejor imagina, sin orientación alguna sobre qué debe ser la tal policía. Las autoridades federales deberían haber expuesto a detalle un manual de procedimientos normativo que llevara de la mano a las autoridades locales a alcanzar la meta. No lo hubo, así que estamos en espera de fantasías que provocarán males al por mayor, pero lo peor es que cobrarán muy alto el precio del tiempo perdido. Ya fallamos con la PJF, con la AFI, con la PMF y la SSP. Esta podría ser la última carta.
Se topará con numerosos obstáculos: 1. Su contradicción con el mandato constitucional que da en su artículo 115 las facultades sobre seguridad pública al municipio. 2. Someter al mismo criterio a disímbolos estados. En varios estados, por el número de municipios el proyecto será menos complejo, Quintana Roo con 10, Baja California cinco, pero más agudo en Puebla con 217, Veracruz 212, Chiapas 122, para no hablar de Oaxaca 570. Los números de las policías municipales en ellos son inmanejables.
3. Los métodos y la capacidad de determinar el control de confianza son inconfiables e insuficientes. La ausencia de poligrafistas suficientes y calificados ha sido denunciada por los gobernadores. 4. Las capacidades operativas son tan disímiles, si es que existen, que es de grave preocupación si se piensa en que las ex policías municipales podrían operar unidas. 5. Sus códigos de procedimientos sistemáticos ante cada caso de delito potencial o flagrante, no existen en 90 por ciento de los casos. 6. Sus códigos de entendimiento profesional y sus equipos son incompatibles, principalmente el de telecomunicaciones, el armamento y municiones.
7. Para surtir sus numerosas bajas no existen instancias de formación. Operan numerosas, y aunque algunas en lo externo sean impresionantes (Puebla), las más operan sin planes, profesorado suficiente y de calidad, sin rendimiento satisfactorio. 8. No hay capacitación alguna en por lo menos para las cinco o seis especialidades que una policía estatal debería tener.
9. Sus regímenes administrativos municipales no podrían ser más disímiles: las hay que no tienen cobertura de seguridad social, otras son atendidas por el IMSS, mientras que las hay por el Issste o por instancias estatales. 10. Los regímenes salariales, prestaciones y acreditación de derechos de antigüedad son un caleidoscopio de diferencias. 11. No hay autoridades intermedias ni superiores que asuman tareas de mando, coordinación y control, que son la esencia de un cuerpo. 12. Se carece de infraestructura física que es vital, como cuarteles, campos de tiro y entrenamiento, o servicios médicos propios.
13. Los convenios
que han firmado algunos gobernadores con algunos de sus presidentes no han sido publicados para su efecto en las gacetas oficiales, por ende la relación pactada no existe.14. Carecen de proyectos de operación, no se advierte ninguna norma para hacerlo, en nada participa la sociedad y sus intereses. 15. Sí son cuidadosos en cómo se distribuirán los dineros federales. El famoso Ramo 33 en su Fondo IV Seguridad Pública y el Subsidio para la Seguridad Municipal (Subsemun) debidamente compartido salvó las diferencias presidente municipal/gobernador. 16. Las garantías de la eficiencia del proyecto que da un sistema de evaluación y control no aparecen en ningún lado. 17. No existe ni a nivel federal ni estatal un presupuesto basado en recursos frescos para acometer esta tarea, que para la proporción financiera de cada estado es enorme.
Todo esto debería haberse contemplado antes de iniciar la aventura. Ahora estamos ya en ella y no es lo peor, lo peor es que la publicitamos como si fuera una vara encantada que su sola enunciación significara una fundada esperanza. No es así: la improvisación, la precipitación, siempre fueron anticipos del fracaso.