Paliativos imaginativos
a infructuosa OMS (Organización Mundial de la Salud) define cuidados paliativos como El cuidado activo y total de las enfermedades que no tienen respuesta al tratamiento curativo, con el objeto de conseguir la mejor calidad de vida posible controlando los síntomas físico-síquicos y las necesidades espirituales y sociales de los pacientes
.
Así, la bien intencionada corriente paliativista, esa que no retrasa ni adelanta la muerte
en la atención integral al enfermo y a su familia, incurre con frecuencia en nociones fantasiosas que contrastan con una realidad que rebasa las intenciones, al grado de alardear: Procuramos acabar con el dolor, no con el doliente
, en su afán por evitar a toda costa la eutanasia o muerte digna y de prolongar la vida incluso contra la voluntad del paciente.
Hace meses escuché a un especialista en cuidados paliativos recomendar a los apesadumbrados familiares de un anciano de 86 años, con medio cuerpo paralizado a raíz de una embolia cerebral y tras 12 días de esmerada, poco procedente y costosa atención en un hospital privado: Lo bueno es que ustedes son cuatro hermanos y podrán turnarse un fin de semana cada uno, con sus respectivas familias, para acompañar a su padre de viernes a domingo. Pero procuren no sacarlo de su casa
.
Como propuesta sonaba bien, aunque en la realidad no hubiese posibilidades de aplicarla. El hermano mayor sólo puede ver a su padre un par de horas entre semana. Una de las hijas se cambió a otra ciudad, otro de los hermanos suele visitarlo una vez al mes y, lo de siempre, la hija que vive más cerca es la que ha tenido que cargar no con los gastos, pero sí con la responsabilidad de coordinar, administrar y comprar todo lo que el paciente hemipléjico requiere, así como supervisar el desempeño de dos cuidadoras y una empleada doméstica.
Y el paciente, ¿qué dijo? Al proponerle llevarlo a un asilo que quedaba más cerca de los hijos varones, lo que se traduciría en probables visitas frecuentes de éstos, el anciano se negó a dejar ya no su casa, sino su recámara, única área que habita, su televisor y sus atardeceres. Prefiero que no me visite nadie a verme rodeado de viejitos
, fue su sorprendente respuesta, y añadió: Yo voy a volver a caminar
. Vuelva a hacerlo o no, el hombre conserva un vitalismo evitador, unos apegos y un gran miedo a morir que no atenúan su familia ni los cuidados paliativos.