e hizo tarde. Estados Unidos, quizá por razón de sus elecciones, fue tolerante o calculador del momento. De una u otra manera éste parece que llegó. Llegó el momento de meter mano a lo que pasa en México. Indicios: la declaratoria de hace unos meses de que éramos un alto riesgo sólo fue la primera alerta. La segunda fue esa serie de visitas indicativas de que algo había llegado a un extremo: la señora Napolitano, el director de la CIA, el subsecretario de Defensa, el jefe de la mayoría de la Cámara de Diputados con seis de ellos, el vicepresidente Biden.
No fue ninguna coincidencia: con ellos no existen. Todos con su propio discurso emitieron el mismo mensaje: estamos muy preocupados por México. Se acuñaron los rubros de delincuencia de alta intensidad
(HID) y “organizaciones criminales trasnacionales (TCO). Vale recordar que una guerra no es sólo una acción militar o policiaca. No militares hay guerras políticas, comerciales, financieras, sicológicas, mediáticas, subversivas, etcétera. ¿Cuál se nos podría aplicar?
Históricamente ante sus ojos nuestro país ha evolucionado de ser su patio trasero a vecino incómodo, y de ahí, a ser peligro para su seguridad interior. El vecino que está negado a poder manejar su destino. No lo tolerarán. Ellos tienen muy clara su identidad histórica, su ser actual y su proyecto. No tolerarán amenazas desde su indefendible frontera sur. Ya les son inquietantes a grado extremo la invasión migratoria y la criminal.
Les angustia cómo el crimen pequeño, mediano y mayor de origen mexicano se adueña de sus ciudades. Ellos tienen una definición histórica de vida y no claudicarán: el Destino Manifiesto. En esta definición no cabemos, no tenemos espacio. Ellos se encargarán de que no estorbemos. Otro día fue la apropiación territorial, hoy hay otras formas de imposición, de sojuzgamiento.
La definición de Destino Manifiesto, de mediados del siglo antepasado (John L. Sullivan, Democrat Review, julio de 1845), que tenía también en la mira al Oregon inglés, revela toda una doctrina expansionista que coincidió con una falta de reciedumbre del naciente Estado mexicano. Si es cierto que fuimos despojados, es también verdad que no éramos aún un pueblo consolidado capaz de gobernarse.
Lo lamentable de la revisión histórica es que, cambiadas las circunstancias, hay que aceptar que no hemos evolucionado lo suficiente. Un día esto se vio con el apoyo estadunidense a Madero y Villa durante la primera revolución y después mediante la sanguinaria intrusión de Henry L. Wilson, que generó un cambio de régimen y la segunda revolución. John Gavin instrumentó terribles presiones ideadas por Reagan para condicionar al México que recién entraba en la narcopolítica. Hay que recordar que nos amenazaron con cerrar la frontera y aplicar en noviembre de 1986 la ley Simpson Rodino y expulsar a más de 2 millones de indocumentados. Hoy somos igual de endebles.
La derecha estadunidense sigue siendo anti México y lo será peor en el futuro previsible. Nos desprecian. Les éramos incómodos, hoy les asustamos por nuestra falta de madurez, de reciedumbre y eficacia como país para manejar un porvenir que tanto les afecta. Nos estudia la CIA (The CIA handbook for Mexico), nos estudian centros especializados del Woodrow Wilson Center o la Georgetown University. El Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos (US Army War College), el Centro de Estudios para la Defensa Hemisférica (CHDS) pertenecientes a esa cumbre académica que es la Universidad de la Defensa Nacional (US National Defense University), y el Centro de Estudios Avanzados sobre Terrorismo (CAST), afamado think tank cuya misión es auxiliar al gobierno y al público a entender la naturaleza y magnitud de las amenazas terroristas contra Estados Unidos y formular respuestas.
Ante el entorno internacional México bajo ninguna circunstancia podría presumir de estar cohesionado. No en ningún campo. Menos en el que coyunturalmente más les interesa que es el binomio: política-seguridad y justicia-fuerzas del orden. La calificación no nos da, es muy baja, y con ella se concreta la legitimidad de sus temores. Entonces, ¿cuál será la versión actualizada de los designios de Polk y Poinsett, de la Guerra de Texas, de la invasión de 1847, del cañoneo a Veracruz y la Decena Trágica? Las elecciones estadunidenses de noviembre parecerían ser un détente. ¿Y después? No podemos descartar cualquier forma novedosa de guerra preventiva.