El politólogo y escritor da a conocer su tercera novela titulada Entre pasiones y extravíos
la falta de espíritu de luchade amigos y conocidos
Todos tenemos arrebatos y momentos de debilidad, el problema es cómo los enfrentamos, dice
Relata los claroscuros y excesos que aniquilan la voluntad y la vida de un hombre
Viernes 13 de abril de 2012, p. 5
El politólogo y escritor Octavio Rodríguez Araujo estructura su tercera y más reciente novela, Entre pasiones y extravíos, a partir de la siguiente premisa: todos tenemos arrebatos y momentos de debilidad.
Sin embargo, sostiene, lo que diferencia a una persona de otra es la capacidad para enfrentarlos y sobreponerse a ellos. Así de frágil es la línea que puede propiciar o evitar una tragedia, incluso la autodestrucción.
El colaborador de La Jornada relata una existencia de claroscuros y excesos que terminará por hacer añicos la voluntad y la vida de un hombre.
Publicada por el Grupo Editor Orfila Valentini, la novela será presentada el próximo lunes 16, a las 19 horas, en la librería Gandhi-Mauricio Achar (Miguel Ángel de Quevedo 121, Coyoacán), con la participación de Sara Sefchovich, Carlos Payán y Eduardo Casar.
Como parte de la trama, en ese libro el también académico universitario e investigador realiza una equilibrada radiografía social, política y económica del México de los años 40 a los 90 del siglo pasado.
Lo anterior, mediante la historia de amistad de tres personajes masculinos, de clase media y cultos, cuyas vivencias tienen como trasfondo el conservadurismo de los años 50 y la efervescencia liberal y política de los años 60, así como la represión de esa época.
Les tocará vivir también el bienestar económico y el progreso
de los años previos a las grandes crisis del país, las devaluaciones monetarias y la depauperización de las clases sociales a partir del neoliberalismo, hasta la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Compromiso con la vida
Entre pasiones y extravíos es la tercera novela de Rodríguez Araujo y en ella deja de lado el thriller de tipo político y policiaco que desarrolla en las dos anteriores, La organización (2006) y El asesino es el mayordomo (2007), para adentrarse en la exploración de lo humano, sobre todo en lo que concierne a las pasiones y las tragedias.
Esta novela es una especie de compromiso con la vida de muchos de mis amigos y conocidos. Por eso no usé como pretexto el asesinato o al detective, algo que me encanta, pues me gusta mucho la novela policiaca. Ahora fue asumir el autorreto de escribir uno de esos relatos que tanto leo y disfruto
, señala el autor en entrevista.
A diferencia de las anteriores, que me llevaron menos de un año, esta novela requirió mucho tiempo, más de cuatro años, y disfruté mucho al escribirla, pero también la sufrí, porque recordé cosas de mis amigos que cayeron en desgracia, por muchas razones, incluso por idiotas: por carencia de espíritu de lucha, porque se dejaron vencer en la vida.
Aunque está muy lejos de ser un diario o una bitácora de vida, Rodríguez Araujo acepta que en esta obra entrevera lo ficticio con situaciones, aspectos y vivencias personales y ajenas.
En particular, los tres personajes masculinos mencionados están basados en algunos de sus amigos, aunque tratados de una manera que ni sus propios hijos los identificarían
.
Incluso, subraya que fue la historia de uno de ellos, que en la novela es el protagonista, la que lo alentó a emprender este relato, luego de que la suya fue una existencia que terminó resquebrajada por su dependencia del alcohol y la cosificación de las mujeres.
El escritor acepta que éste puede ser leído también como un relato sobre la decadencia de una persona por sus pasiones y adicciones, pero rechaza que se trate de una obra de corte moralista.
“Llegué en ciertos momentos a pensar eso (que podría leerse como una satanización de la dependencia al alcohol), inclusive en cierto pasaje se habla de Alcohólicos Anónimos. Lo que ocurre es que tengo amigos y parientes alcohólicos; pero no soy moralista, ni en política ni en sexo ni en religión –no soy religioso– ni en costumbres ni en lenguaje. No soy moralista en nada, puedo ser ético, pero no moralista”, aclara.