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Germaine Gómez Haro
El maíz es nuestra vida
En nuestro país la relación del hombre con el maíz data de los albores de la civilización mesoamericana y va mucho más allá del mero factor alimenticio. El cultivo del maíz determinó el desarrollo económico, político y social del México Antiguo, por eso fue considerada la “planta primordial”, el sustento del pueblo que dio origen a unas de las deidades más importantes del mundo prehispánico: en el universo azteca se llamó Cínteotl en su advocación masculina y Chicomecóatl, la patrona de la fecundidad de la tierra; Xilonen es la evocación de la deidad núbil, es decir, la mazorca tierna o “jilote”, mientras que Ilmatecuhtli representa la mazorca vieja y seca. Entre los zapotecas, el patrono del maíz es Pitao Cozobi, y, según los relatos del Popul Vuh, los dioses crearon al hombre a partir de la pasta de maíz. Innumerables obras artísticas dan cuenta de la importancia del culto al maíz en la sociedad mesoamericana, tradición que nuestros pueblos indígenas han perpetuado a lo largo de los siglos y que conforma, hasta nuestros días, la base de la identidad más intrínseca de nuestro ser mexicano. “El maíz es nuestra vida” proclaman cuarenta y ocho artistas oaxaqueñas o vinculadas con esa región, a través de la magnífica exposición que lleva ese título, y que se presenta en el Museo de Historia Natural hasta el mes de febrero.
El motor que generó esta muestra que incluye pintura, escultura, grabado, instalaciones, arte-objeto, fotografía y vídeos fue la preocupación de un grupo de artistas visuales por los peligros que amenazan la pervivencia del maíz criollo ante los embates de los transgénicos. Los artistas Demián Flores y Marietta Bernstorff –impulsores de La Curtiduría, espacio alternativo para la exhibición y difusión del arte contemporáneo en Oaxaca– lanzaron la convocatoria a mujeres para crear una obra basada en el tema del maíz, y la respuesta fue tal que recibieron más de cien propuestas. Actualmente se exhibe una selección de cincuenta y dos obras multidisciplinarias, pero la intención es ampliar la muestra e itinerarla con la participación de nuevas integrantes. El leitmotiv de esta singular experiencia que reúne a artistas reconocidas, menos conocidas y activistas sociales, es principalmente elevar la voz conjunta en son de protesta contra la ceguera y tozudez de quienes apoyan a las corporaciones transnacionales que están contaminando el campo mexicano con sus diabólicas semillas transgénicas a favor de los intereses económicos de unos cuantos. Además de los irreversibles daños a la salud que producen estos alimentos genéticamente manipulados, es imperativo concientizar al pueblo mexicano de la gravedad que implica la pérdida de los valores y de las tradiciones milenarias que dotan a nuestra cultura de una riqueza extraordinaria que está en peligro de extinción.
En la inauguración estuvo presente la activista social zapoteca, Juanita Vázquez, líder de la comunidad de Yalalag, quien ha sido un punto de referencia en la lucha por la defensa del maíz criollo en Oaxaca, y quien asesoró a muchas de las artistas que participan en la muestra sobre el papel fundamental del maíz en la vida cotidiana del pueblo indígena. “Estamos cavando la tumba de nuestro país –expresó Juanita– pues estamos enterrando nuestra cultura. Cueste lo que cueste tenemos que salvar el maíz, que es nuestra herencia sagrada.”
En las multivariadas obras exhibidas, las artistas expresan sus muy personales y libres interpretaciones de la importancia del maíz y de los vínculos estrechos que hay entre las mujeres indígenas y el campo, y en particular con esta planta desde el ámbito de lo sagrado. Los lenguajes y técnicas empleados son muy variados, pero lo que llama la atención es el ingenio y la audacia de muchas de ellas para plasmar este tema en una forma a la vez lúdica y crítica. Tal es el caso de Itzmalli Coca, quien participa con la instalación titulada Estéril o fructífera , en las que recrea la historia de Sara, un maniquí que representa a “La Tierra Madre”, ataviada con un vestido realizado con pedazos de tortillas y granos de maíz.
El maíz es nuestra vida propone una interesante y original reflexión a partir del humor, la ironía y la belleza artística, tal como lo evoca la poeta Natalia Toledo: “Arroja granos de maíz púrpura sobre tu petate para que conozcas la mazorca con que estás hecho, desgrana tu cuerpo en el comal y su lumbre. Sobre la tierra del mundo, grano de maíz somos.”
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