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Marco Antonio Campos
Alguien vigila
Allá lejos, detrás de las colinas, cerca, cada vez más cerca, se miran los halcones. Lo dices por si acaso. Por si las dudas.
No te pares a pensar: no son lo mismo los múltiples viajes que las intensas peripecias.
Horada el frío de abril. Entre los cedros de la plaza vislumbras la serenidad del cielo. Te lo pregunto: ¿Es difícil decir algo nuevo en un tiempo en que los poetas no saben ya cantar? ¿Por qué le cuesta más a la mano escribir en las páginas cuando la vida se deshace que al irla haciendo?
Se oye el ay de los mendigos frente a la puerta de la catedral.
Laáridallanuracastellanaqueseaaalargaysealargaaa ¿en qué horizonte termina?
A esta tierra venimos a encender del árbol el relámpago, a negarle a la ética del crepúsculo el índigo más oscuro, a escupir en la cara a los cerdos togados, a decirle sí a la rebeldía que niega el orden de la mediocridad, sí y desde luego a la utopía que inventa el arco iris en un cielo de odio y sí de nuevo a la locura que crea las imágenes de la más alta poesía.
Salamanca es una ciudad como mandada a hacer. Como hecha a mano.
En calles cuesta abajo y callejas sorpresivas las jóvenes estudiantes van en marea, con la cintura desnuda, para sorprender la luz, y espéralas. Pero ¿te das cuenta. ¿Cuántas veces al día exactamente deseas a mujeres que pasan como al pasar?
En el huerto los enamorados lloran lo que fue y no pudo ser. Te sientas en un banco de madera. De frente miras las colinas. Y alguien se queja como para sí mismo.
Te da a veces por creer que viviste en un tiempo paralelo y que en ese tiempo (eso te alivia) la vida fue mejor.
Alguien vigila. Creo haberte dicho en el camino de Palencia a León que no hay torres ni soles en mi escudo. ¿Qué dices? Están cerca, ya bajan los halcones.
"Y que la gloria se haga por los siglos y los siglos", oyes a las religiosas que bajan de la barca para caminar sobre las aguas del Tormes con la fe puesta en el hábito blanco donde escriben con sangre los versículos del Evangelio. Irán hacia alta mar. Se irán. Se irán a pie. Seguirán. Seguirán para llevar las cartas secretas a las estrellas cuando llegue la noche.
Pero expliquémonos. No es que no se haya buscado el entendimiento con Dios pero qué caso tiene discutir con quien no ves? Después de todo ¿cuántas veces a lo largo de la vida cruzamos la Vía Dolorosa hasta llegar al Sepulcro Santo y no sabemos si mañana podremos poner algo en el sitio vacío? Que nos perdone y nos salve quien sea por los errores que hicimos, por los horrores que hicimos.
Quien no tenga las manos desgarradas y el rostro ensangrentado es porque no contendió con los halcones. Lo dices por si acaso. Por si las dudas.
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