Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
El infierno de Fante
VÍCTOR M. CARRILLO
El cine coreano y la violencia
LEANDRO ARELLANO entrevista con PARK CHAN-WOOK
Baldomero Sanín Cano, cincuenta años después
HAROLD ALVARADO TENORIO
Baudelaire, desde Campoamor
RICARDO BADA
Baudelaire y Las flores del mal
ANDREAS KURZ
Bruno Widmann: lenguaje y figuración
MIGUEL ANGEL MUÑOZ
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Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
Cabezalcubo
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El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ
Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO
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Felipe Garrido
El Rayo
Claro que yo también lo supe. Alguien me lo dijo, vi las esquelas, lo pasaron por la radio... Pero te digo que acabo de encontrármelo. Sí, sí, acabo de saludarlo. De darle un abrazo. Inconfundible: los ojos claros, la piel que comienza a manchársele. Con los bigotes bastaba. Hoy mismo, hace un rato... de ahí vengo, te digo. Donde siempre nos vemos: en algún pasillo del aeropuerto. Ahí nos encontramos seguido. Hermano, voy a dar mi taller, a Campeche –me dijo como siempre, un vistazo al reloj, el cigarro que fue y vino a la boca, la cabeza a un lado para sacar el humo sin echármelo encima, con un gesto como de boxeador que cabecea, sin perderme la mirada, las cejas arqueadas. De Monclova, de la feria del Pape –le contesté mientras nos dábamos un abrazo escandaloso, sobrado de apretones, palmadas, exclamaciones, promesas de vernos pronto. Volvió a ver el reloj, algo dijo que no entendí, lo miré perderse en el pasillo: estaba claro que era tarde.
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