Portada
Las aves marinas y la biodiversidad mexicana
Horacio de la Cueva
Un bello secreto de México
Richard A. Erickson
Guerrero Negro, un lugar privilegiado
Roberto Carmona y Nallely Arce
Las aves marinas en las islas, el canario del minero
Alfonso Aguirre y Araceli Samaniego
Amenazas y oportunidades de los mérgulos de Xantus
José Alberto Zepeda y Horacio de la Cueva
Tres pelícanos del Mar de Cortés
Eduardo Palacios Castro
La fragata magnífica, un ave extraordinaria
Vinni Madsen
Isla Guadalupe: santuario de aves marinas
Mario Guerrero Madriles
En torno a disposiciones legales recientes
Horacio de la Cueva
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Isla Guadalupe: santuario de aves marinas
Mario Guerrero
Madriles
Correo electrónico: [email protected]
La isla Guadalupe surge
al mundo en 1602 cuando Sebastián Vizcaíno la descubre
en sus viajes de exploración de la California.
Con 35 kilómetros
de longitud y con un ancho máximo de 12, se encuentra situada
en el extremo occidental de nuestro país, a 26 kilómetros
frente a las costas del Pacífico, en Baja California.

Albatros pata negra. Las aves marinas más grandes son los albatros. Tres especies han estado presentes en el Pacífico mexicano: el albatros de Laysan (Phoebastria immutabilis) recientemente colonizó islas en México, pero el albatros pata negra (Phoebastria nigripes), que vemos aquí, es el más común Foto: Matt Sadowski |
Por su localización
y su aislamiento, contiene uno de los ecosistemas más distintivos
y únicos de Norteamérica, con un gran número
de plantas y animales endémicos, es decir, que sólo
existen en ese sitio.
La Guadalupe es un santuario
natural para las miles de aves marinas que ahí anidan y que
pasan el resto de toda su vida en alta mar, siguiendo corrientes
marítimas y vientos a través del Océano Pacífico
en busca de alimento: peces, calamares, plancton, crustáceos
y restos de animales.
En la temporada reproductiva,
miles de aves buscan tierra firme, principalmente en islas, con
el propósito de encontrar pareja y formar sus nidos en cavidades
o madrigueras, en riscos y acantilados. También lo hacen
sobre el suelo de poca cubierta vegetal.
Entre las aves marinas
que se reproducen en Guadalupe, encontramos algunas protegidas por
la legislación nacional por poseer un estatus de amenaza
a sus poblaciones silvestres: la pardela mexicana (Puffinus opisthomelas),
el mérgulo de Xanthus (Synthliboramphus hypoleucus),
dos subespecies de paiño de Leach (Oceanodroma leucorhoa
socorroensis y O. l. cheimomnestes), la primera anida
en verano y la segunda en invierno.
Se sigue buscando en
la isla e islotes adyacentes, al paiño de Guadalupe (O.
macrodactyla), una especie endémica a dicho sitio que
por no haberse observado por muchos años se considera extinta,
pero aún no se le declara como tal.
La alcuela oscura (Ptychoramphus
aleuticus), un ave marina pequeña que no figura en la
lista de las que se encuentran amenazadas, pero que es de igual
importancia que la anterior, ha sido utilizada para nominar Áreas
Importantes para Conservación de Aves.
De las especies de los
majestuosos albatros, con sus más de dos metros de envergadura,
la isla guarece a dos de ellas: el albatros de Laysan (Phoebastria
immutabilis), que anida en la isla, y el albatros de patas negras
(Phoebastria nigripes) que llega a Guadalupe con la finalidad
de reproducirse.
Bobo patas azules. La estructura de sus cuerpos les permite resistir clavados de altura al agua
Foto: Matt Sadowski |
Hablar de aves marinas
ha sido siempre un tema complicado. Pero mucho más para un
público que sólo asocia este grupo de aves con gaviotas,
pelícanos, zambullidores, cormoranes. Pero las personas que
habitan nuestras costas tienen un conocimiento un poco más
avanzado de esa enorme riqueza, a diferencia de quienes vivimos
en el centro del país y visitamos las costas más en
plan de descanso, de entretenimiento, que de estudio y observación
de la invaluable fauna y flora que distingue a nuestros litorales
y nuestras islas.
El que sea complicado
ampliar el conocimiento sobre nuestro repertorio de aves marinas
se acentúa aun más cuando su distribución no
las hace visibles en nuestras playas por encontrarse sólo
en alta mar, a kilómetros de distancia de la franja costera.
Agreguemos su difícil identificación a ojos no expertos
durante navegaciones marítimas y los hábitos nocturnos
de muchas de ellas.
Este desentendimiento
y no saber de qué aves estamos hablando contribuyen al desconocimiento
de sus poblaciones en cuanto a abundancia, ubicación, anidación,
temporalidad y amenazas que enfrentan. Algo muy contrario a lo que
pudiera suceder en los grupos de aves terrestres con los que es
mas fácil familiarizarse.
Al estudiar las aves
marinas de Isla Guadalupe, contribuimos a engrosar el escaso conocimiento
que existe sobre estas especies.
Sabemos que la introducción
conciente o accidental de cabras, gatos, perros, ratas y ratones
afectó la anidación de las aves por la depredación
que causan los intrusos; que el plástico que arrojamos o
llega al mar es hallado en el aparato digestivo de las aves y en
algunas ocasiones les causa la muerte por inanición. O que
la pesca con líneas de anzuelo de más de dos kilómetros
atrapan y ahogan a las aves al ser atraídas por la carnada.
Pero nos falta más,
mucho más, para conocer con precisión el mundo animal
que por miles de años ha poblado islas que parecen remotas
pero que hacen parte del patrimonio nacional, que son importantes
reservorios de vida, muestra de la biodiversidad que distingue a
México. Y que por eso y muchos otros motivos todos, especialistas
y ciudadanos comunes y corrientes, debemos contribuir a conservar
y acrecentar.
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