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México D.F. Miércoles 8 de diciembre de 2004 |
México según la OIT
En
su Informe sobre el empleo en el mundo, correspondiente al periodo
2004-2005, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) traza
un cuadro desolador para el trabajo en el contexto de una globalización
económica regida por términos injustos, desiguales e irracionales.
El dato más gráfico de esta circunstancia es el ingreso de
menos de dos dólares al día que obtienen mil 400 millones
de trabajadores en el planeta. Tales cifras ponen en evidencia que la creación
de fuentes de empleo no reduce la pobreza de manera automática;
por el contrario, en algunas circunstancias la vuelve permanente y estructural.
Para ilustrar la diferencia entre creación cualitativa
y cuantitativa de trabajos, la OIT pone de ejemplo el caso extremo de la
industria maquiladora en nuestro país: "Aunque la cantidad de trabajos
se ha incrementado en el sector manufacturero de México con el crecimiento
de las maquiladoras, la calidad del empleo no ha mejorado, lo que ha llevado
a un 'déficit de trabajos decentes'". Las plantas de maquila, señala
el texto del organismo internacional, "han sido desarrolladas por Estados
Unidos, aprovechando los bajos costos laborales para rexportar el producto
final al mercado estadunidense", con lo que las empresas propietarias "obtienen
ventajas fiscales en su país, pues únicamente pagan impuestos
por la parte del componente que representa un valor añadido del
producto importado" y se benefician, en el lado mexicano, con trabajo barato
y mal capacitado. "Sin embargo, la presión competitiva de otras
naciones con mano de obra de bajo costo y la desaceleración económica
estadunidense han llevado a un declive del empleo en las maquiladoras de
más de 15 por ciento entre 2001 y 2003, pues gran cantidad de fábricas
se han ido a China. De junio de 2001 a junio de 2002, 545 plantas maquiladoras,
una de cada siete, salieron de México."
Para el mundo y para nuestro país, el panorama
descrito por la OIT es en extremo preocupante e indicativo de la inviabilidad
social, política y humana del modelo hegemónico derivado
del Consenso de Washington. En el caso de México, el empecinamiento
oficial en perpetuar la política económica heredada de los
tres anteriores sexenios priístas ha derivado en la fabricación
por el actual gobierno de una escenografía estadística en
la que las fuentes de trabajo se multiplican, la pobreza retrocede, se
resuelve la crisis crónica de vivienda que padece la mayoría
de la población y la inversión extranjera sigue fluyendo
a raudales a nuestra tambaleante economía.
El grupo en el poder no se cansa de atribuir a los sectores
de oposición mala fe para apreciar los logros del sexenio ni de
afirmar que todo el mundo, fuera de México, percibe a nuestro país
en plena recuperación y expansión, en estabilidad democrática,
paz social y armonía. Pero los datos y los análisis de la
OIT -que no pueden atribuirse a opositores aviesos ni a críticos
locales empedernidos- dejan muy poco margen a esa descripción nacional
para la que el lenguaje popular ha inventado un apelativo: Foxilandia.
Alguien en el entorno presidencial tendría que ocuparse de recabar
información de los organismos internacionales para advertir a quien
corresponda que los detractores internos de las políticas gubernamentales
en curso no están tan equivocados como afirman los voceros y publicistas
oficiales.
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