México D.F. Martes 18 de mayo de 2004
Es claro el manejo político de la controversia,
subraya el subsecretario de Gobierno
Irresponsable y arbitraria, la decisión de la
PGR, expresa Batres
Detrás del asunto aparecen nombres como el de
Diego Fernández de Cevallos, dice
BERTHA TERESA RAMIREZ
El subsecretario de Gobierno del Distrito Federal, Martí
Batres Guadarrama, aseveró anoche que el Ministerio Público
no debió solicitar el desafuero de Andrés Manuel López
Obrador, porque el ilícito de abuso de autoridad que pretende imputarle
es un delito doloso que implicaría una orden expresa para desobedecer
intencionalmente la orden de suspensión del juez.
Durante una conferencia de prensa que ofreció para
fijar la postura de la administración capitalina en torno a la resolución
de la Procuraduría General de la República de solicitar a
la Cámara de Diputados el desafuero del Ejecutivo local, Martí
Batres dijo que dicha decisión tiene el objeto de impedir que en
su momento Andrés Manuel López Obrador pudiera ser candidato
a la Presidencia en 2006.
El funcionario aseveró que la forma en que se ha
conducido este caso no sólo confirma un complot contra el jefe del
Ejecutivo local, sino que expresa un claro manejo político.
A continuación, la postura oficial del gobierno
capitalino:
"Fieles a nuestros principios, a nuestra oferta de campaña
y sobre todo a los habitantes de esta gran ciudad, desde que comenzó
esta administración decidimos enfrentar a los grandes acaparadores
de predios públicos. El más emblemático de estos casos
es el llamado Paraje San Juan.
Gracias a esa determinación, logramos recuperar
muchos predios que son propiedad de la ciudad y estaban en manos de
coyotes, verdaderos profesionales del despojo de cuello blanco, lo
hemos hecho así porque nuestra obligación es presentar el
interés general de toda la ciudad; porque el patrimonio de todos
no puede estar acaparado y aprovechado para el beneficio de unos cuantos;
porque el ilegítimo interés particular de lucro no puede
estar encima de las necesidades de la ciudad.
Descubrimos
y desmontamos el modus operandi a través del cual abogados
influyentes, en complicidad con autoridades judiciales e incluso funcionarios,
ponían en manos de los acaparadores grandes extensiones de suelo
público por medio de fraudes, falsificaciones y tráfico de
influencias.
De esta forma recuperamos predios como La Rosita, La Mexicana,
Aureliviadas (zona del Pedregal), G-2, y otros que estaban en poder de
esos acaparadores sin ser de su propiedad, y que en su conjunto suman un
valor superior a los 5 mil millones de pesos y ahora están de nuevo
al servicio de la ciudad.
En ese contexto se inscribe ahora el caso del predio El
Encino. Detrás de este asunto hay de nueva cuenta una embestida
de abogados influyentes y autoridades judiciales coludidos para defender
el interés de un particular contra el interés público
de la ciudad y ahora con el añadido de una clara intencionalidad
política.
Para conocer la verdad en el caso de El Encino es necesario
precisar lo siguiente:
En noviembre de 2000, durante el gobierno anterior, se
expropiaron dos porciones del predio conocido como El Encino para dar continuidad
a dos calles previstas en los programas de desarrollo urbano.
La empresa propietaria de dicho predio, Promotora Internacional
Santa Fe, se amparó y obtuvo una suspensión definitiva, misma
que no se oponía a dar continuidad a la construcción de las
citadas vialidades, pues en la resolución se estableció,
cito textualmente:
Para el único efecto de que las autoridades responsables
paralicen los trabajos de apertura de vialidades sólo en la parte
de las fracciones expropiadas que servían de acceso al predio denominado
El Encino, así como para que se abstengan de bloquear y cancelar
los accesos a dicho predio.
De esta forma, el gobierno de la ciudad cumplió
plenamente con la orden del juez, pues suspendió los trabajos de
apertura de vialidades en la parte de las fracciones expropiadas que sirven
de acceso al predio denominado El Encino. Sin embargo, la empresa se quejó
por la supuesta violación a la suspensión definitiva y el
juez declaró fundada la denuncia, decisión que fue ratificada
por un tribunal colegiado.
En el curso del litigio llama la atención que el
propio juez emitió un acuerdo con el supuesto fin de precisar los
alcances de la sentencia (pero) que en esencia modificó el sentido
de la misma ordenando la suspensión total de la obra y el retiro
de la maquinaria, resolución que también se acató
por parte del Gobierno del Distrito Federal.
En este marco, la Procuraduría General de la República,
de manera parcial y facciosa, antes de que la sentencia del juez fuera
confirmada por el tribunal, inició una averiguación previa
orientada contra el jefe de Gobierno del Distrito Federal, desde 2001,
porque supuestamente violó la suspensión ordenada por el
juez.
Hemos escuchado la decisión de la Procuraduría
General de la República, la cual podemos calificar no sólo
de irresponsable y arbitraria, sino también como una resolución
fuera de la ley que fractura al estado de derecho.
El Ministerio Público Federal no debió proceder
a solicitar el desafuero del jefe de Gobierno, porque el delito de abuso
de autoridad que busca imputarle es del tipo doloso, que implicaría
una orden expresa del jefe de Gobierno para desobedecer intencionalmente
la orden de suspensión del juez.
Por el contrario, el jefe de Gobierno ordenó en
su momento el acatamiento puntual de la orden suspensiva del Poder Judicial
Federal.
El jefe de Gobierno del Distrito Federal no firmó
nunca instrucción alguna tendiente a desobedecer, incumplir o violar
la suspensión definitiva ordenada por el juez de distrito.
Ahora se argumenta, con notable mala fe, que la PGR no
tuvo otra opción que acatar la resolución del juez en el
sentido de proceder contra el jefe de Gobierno del Distrito Federal y por
ende, solicitar su desafuero. Esto es falso porque si así fuera
tendría que haberse hecho desde 2001 y no esperar hasta ahora utilizando
tiempos políticos para sus decisiones.
El Ministerio Público estaba obligado a investigar
la denuncia del juez como cualquier otra y en este caso, al no haber elemento
alguno que acreditara la denuncia contra le jefe de Gobierno del Distrito
Federal, tenía que resolver el no ejercicio de la acción
penal.
El Gobierno del Distrito Federal se ha conducido en el
marco de la ley y lo seguirá haciendo.
Detrás de este asunto están de nueva cuenta
personajes como Fernando Espejel Cisneros, abogado defensor del dueño
de El Encino, y parte del grupo de abogados que trabajan para Diego Fernández
de Cevallos por medio de Juan Miguel Alcántara Soria.
Ya el propio Alcántara Soria, destacado dirigente
panista, ex procurador de Guanajuato y ex diputado federal, se presentó
en alguna ocasión con el licenciado Alberto Pérez Mendoza,
director general de Patrimonio Inmobiliario del Gobierno del Distrito Federal,
para proponerle una negociación en el caso de varios predios, entre
ellos El Encino, Paraje San Juan, La Mexicana y hasta el predio Ramos Millán,
negociación que fue rechazada.
Cabe señalar que el juez Alvaro Tobilla León,
quien solicita proceder contra el jefe de Gobierno, es el mismo que concedió
un amparo a los bancos involucrados en el Fobaproa para evitar que sean
auditados por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores.
También es de llamar la atención que Federico
Escobedo Garduño, quien se ha ostentado como dueño del predio
El Encino, recibió de Carlos Hank González la concesión
para explotar las minas de arena de La Mexicana y muchas otras, y es el
mismo que el pasado 18 de diciembre de 2002 colocó la primera piedra
del Centro de Convenciones de Tijuana con la presencia del presidente Vicente
Fox.
Resulta aberrante que se quiera proceder a desaforar al
jefe de Gobierno del DF por el simple hecho de haber intentado construir
una calle para darle servicio a un hospital.
La forma en que se ha conducido este caso no sólo
confirma la colusión entre autoridades judiciales y abogados influyentes,
sino que expresa un claro manejo político.
En el fondo, al no funcionar la utilización del
caso Ahumada para destruir políticamente a Andrés Manuel
López Obrador ahora se usa el caso El Encino para el mismo fin,
pues no se buscó sancionar un supuesto incumplimiento de una suspensión
ordenada por un juez, sino la inhabilitación del jefe de Gobierno
con el propósito de evitar que pudiera ser eventualmente candidato
a la presidencia en 2006, en el supuesto de que la gente decidiera que
fuera él quien debiera encabezar un proyecto alternativo de nación.
En otras palabras, al igual que quisieron hacerlo en el 2000 nos quieren
ganar a la mala."
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