México D.F. Jueves 8 de abril de 2004
Impune exterminio de tortugas en Guerrero
Ausencia de Semarnat y pobreza propician matanzas en San
Valentín; un grupo de voluntarios salva huevos
ANGELICA ENCISO L. /I ENVIADA
Playa San Valentin, Gro. La luna ilumina las huellas
que deja en la arena el cuerpo de más de media tonelada de la tortuga
laúd, que sale del mar para depositar un centenar de huevos en una
oquedad que abre en la playa. Al acecho podría haber depredadores,
pero en esta ocasión son cuatro voluntarios que en la penumbra esperan
que el quelonio vuelva al océano para proteger su obra: sacan las
esferas blancas y las llevan a un refugio. Pero no siempre es así.
Muchas
veces, antes de que los 25 voluntarios del Campamento Tortuguero San Valentín
lleguen, los saqueadores caen sobre los nidos e incluso la tortuga -que
está en peligro de extinción- es sacrificada. La premura
para sustraer el botín los lleva a destazar el animal: le cortan
las aletas y lo vacían. Luego huyen en la oscuridad para entregar
los huevos a los intermediarios. Por cada docena les dan diez pesos, pero
en caso de ser detenidos por cometer este delito ecológico podrían
pasar hasta 10 años en la cárcel.
Entre la bruma que cubre las rocas hay dos quelonios muertos
con marcas de un trasmallo en el pecho. Perecieron al quedar atrapados
en las redes de barcos camaroneros que carecen de los dispositivos excluidores
de tortugas que ordena la ley. Cuando los reptiles quedan apresados en
las mallas se asfixian, porque no pueden salir a la superficie a respirar.
La ausencia de vigilancia oficial en este litoral de 23
kilómetros es patente. Sólo a fines del año pasado
aparecieron por aquí algunos funcionarios, luego de que se supo
de la matanza de centenas de tortugas en este sitio; aún hay restos
de 109 caparazones revueltos con basura, botellas de plástico y
piedras.
A la Procuraduría Federal de Protección
al Ambiente (Profepa) sólo se le conoce por un letrero, pero ningún
vigilante se ha parado por este sitio; ni siquiera está registrado
entre las 147 zonas de anidación de los reptiles, a pesar de que
en este momento -fin de la temporada- hay alrededor de 2 mil huevos de
golfina y laúd en el campamento y cada semana se liberan algunas
crías.
La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales
(Semarnat) informó hace dos meses que las caparazones tenían
una antigüedad de uno a cuatro años: "Se procedió al
enterramiento de los mismos, se están haciendo los recorridos cada
tres o cuatro días para conocer el grado de intensidad de la actividad
en la playa actualmente, para fijar estrategias. Es una playa secundaria
de anidación".
Sin embargo, los testimonios de los pescadores y de los
voluntarios del campamento reflejan otra situación. "En un año
se recolectaron 24 mil huevos, aunque por el mal tiempo se perdieron 10
mil. La ayuda oficial no existe; el ayuntamiento no nos apoya. Del gobierno
federal nadie se ha parado por aquí, a los vigilantes de la Profepa
ni los conocemos. Nos dieron dos cuatrimotos, pero no tenemos dinero para
la gasolina. Necesitamos cinco mil pesos al mes para mantener el campamento.
Hacemos lo que podemos", señalan.
Armados de hambre
En estos días todavía llegan quelonios al
litoral. En dos meses terminarán de salir de los huevos las crías
negras con puntos grises que buscarán el mar y, con suerte, algunas
llegarán a la adultez, si antes no sirven de alimento a otras especies
marinas.
Los voluntarios son habitantes de Petatlán y de
comunidades cercanas que trabajan de herreros, albañiles, contadores
o pescadores. Dedican su tiempo libre a ir a la costa y atender el corral
improvisado con postes de madera y tela de mosquiteros. Desde la cabecera
municipal recorren media hora en carro o una hora en bicicleta y atraviesan
la laguna para llegar a la playa.
Con la credencial de voluntarios que la Semarnat les entregó,
sólo pueden hacer la recolecta de huevos para depositarlos en el
campamento y carecen de autoridad sobre los depredadores. Poseer huevos,
carne o una tortuga es un delito ecológico, porque es una especie
en riesgo de extinción, y se castiga con una penalidad hasta de
10 años de cárcel.
El campamento cohabita con los saqueadores, que ni siquiera
son bandas organizadas armadas, ni grupos de gente que por gusto se dedican
a esta actividad ilícita; son hombres o mujeres que tienen que llevar
alimentos a su casa; los "depredadores" existen por la pobreza, señala
Raúl López Osorio, presidente del campamento.
Por las noches, la gente que sustrae ilegalmente los huevos
atraviesa la laguna en silencio, apenas se percibe el movimiento del agua
y los pasos sobre la arena. "Nos encontramos, cada uno en su recorrido
y con su propio fin. Nos saludamos, 'Quiubo. ¿Cómo te fue?
¿Cuánto llevas?', 'Pos algo', nos responden. ¿Qué
más podemos hacer?", se pregunta el grupo de voluntarios reunido
en la palapa del campamento, desde la que se observa el corral con los
nidos de tortugas.
"Rescatamos lo que podemos"
"A los depredadores los conocemos, sabemos quiénes
son y el lugar del que vienen: es gente que sale de las comunidades y baja
de la sierra. Vienen de Petatlán, San Jeronimito, Barra Potosí,
y de sitios desde los que hacen recorridos por varias horas. Vienen armados
de hambre, buscan que comer. Nosotros nada más los vemos pasar con
su 'mercancía' y rescatamos lo que podemos", dice Raúl López.
Este es el primer paso del comercio ilegal de esta especie
en riesgo de extinción porque después, en los pueblos, "nos
encontramos con los hombres que ofrecen la barbacoa o la sopa de tortuga;
en los mercados venden los huevos, escondidos en canastas, y basta preguntar
en los restaurantes a los meseros, así, bajito, si tienen tortuga:
la respuesta siempre será afirmativa", agrega. El trabajo de jornalero
cuatro veces al año en las huertas de coco y la pesca furtiva son
las únicas fuentes de empleo de la zona.
A las playas mexicanas arriban las tortugas lora, prieta,
blanca, caguama, carey, golfina y laúd, todas en riesgo de extinción.
De acuerdo con la Semarnat, cada año los quelonios depositan en
las costas mexicanas alrededor de 660 mil huevos, de los cuales unos 462
mil son sustraídos ilegalmente. En 2003 se protegieron 104 mil huevos
y se liberaron 32 mil crías.
La tortuga es de las especies más antiguas en la
tierra: se originó hace 200 millones de años, antes de que
aparecieran los grandes reptiles terrestres, acuáticos y voladores;
la mayoría, con excepción de las tortugas, se extinguió
hace 130 millones de años.
La especie laúd es la más grande, llega
a medir dos metros de largo y a pesar 800 kilogramos. Se encuentra en el
Pacífico, desde el mar de Bering, en Alaska, hasta Chile; en México
se localiza en el sureste de Baja California, Michoacán, Guerrero
y Oaxaca. Se alimenta básicamente de medusas y crustáceos,
peces juveniles o especies de cuerpo suave. Al igual que la golfina, la
tortuga laúd arriba a las costas al final del cuarto menguante,
sobre todo en litorales lodosos y libres de rocas de Sinaloa, Baja California
Sur, Jalisco, Michoacán, Oaxaca y Guerrero.
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