México D.F. Jueves 8 de abril de 2004
Pánico por falsa alarma de otra riada
Piedras Negras, Coah, 7 de abril. Han pasado tres
días desde el desbordamiento del río Escondido y el recuento
de pérdidas materiales, para quienes no padecieron la muerte de
cerca, se da entre la resignación y el enojo.
Juan Luis Pican ha sido caballerango de toda la vida y
el domingo lo último que hizo antes de huir fue abrir la puerta
del corral para que escaparan los diez caballos bajo su cuidado: tres están
muertos, seis lograron sobrevivir y el otro está virtualmente "secuestrado".
En su alocada carrera el caballo fue a dar hasta el ejido
de Villa de Fuente y quien lo atrapó pidió a Juan Luis 300
pesos por su liberación.
Narra: "Me trepé hasta lo más alto de este
árbol -señala al suelo donde quedó derribado- y casi
no paré de rezar en las tres horas que estuve ahí. Nada más
veía pasar a los helicópteros de la Border Patrol y les hacía
señas desesperadas con mi camisa. En el techo de esa casa otra señora
también estaba desesperada. Nos echábamos ánimos,
crujía por todos lados. Ya como a la una de la mañana los
de la migra nos rescataron".
Reyes asegura que durante gran parte del tiempo que duró
la emergencia sólo los helicópteros de la Patrulla Fronteriza
de Estados Unidos rescataban a la gente, "será porque los del gobierno
del estado estaban muy lejos", especula.
Es mediodía y extrañamente hay poca gente,
casi no han regresado luego de la falsa alarma que se esparció desde
la tarde-noche de ayer y que sorprendió hasta a los militares, quienes
junto con los damnificados y rescatistas salieron del lugar sin detenerse
a razonar si la soleada tarde del miércoles correspondía
con la para entonces anónima advertencia de que ahí venía
una nueva riada.
Las calles se volvieron a llenar de pánico hasta
que oficialmente se anunció que el río Escondido estaba en
paz. Dicen que fueron unos pastores cristianos que pidieron a la gente
su arrepentimiento porque "ahí venía otra inundación,
y ahí comenzó todo", asegura un profesor. Las plegarias redentoras
de los pastores provocaron el caos.
Muy cerca de la orilla del río, al lado de un enorme
tronco que "quién sabe de donde vino", Dora Alicia González
se resguarda del sol. Su casa estaba en un claro y quizá por ello
literalmente no quedó piedra sobre piedra, como tampoco quedó
nada del comercio del que vivía. A pesar de ello ya desde ahora
asegura que volverá a levantar la casa en el mismo lugar.
Hay otras casas que no fueron afectadas de la estructura
por las aguas del río Escondido, pero sí arrasaron con todas
las pertenencias que, inservibles, ya han sido amontonadas afuera de las
viviendas, en espera de que un trascavo levante el tiradero en quién
sabe cuánto tiempo, porque así está casi todo en Villa
de Fuente.
Quizá con más resignación o porque
comparan los daños con su alrededor, a los Rodríguez no se
les nota apabullados en su ánimo, y ya hasta pintaron la marca histórica
que alcanzó el agua en su casa: dos metros. Lo justo para tapar
el sol de barro que sonriente adorna el lozadal en que se ha convertido
la vivienda y que, aseguran, soportó ahí todo el temporal.
(ALONSO URRUTIA, ENVIADO)
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