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México D.F. Martes 10 de febrero de 2004

José Blanco

El pantano de la desconfianza

La desconfianza es un sentimiento terrible y paralizante. Cuando, como en nuestros días, se vuelve una constante que tiñe la vida social y la vida política del país, los augurios sobre el futuro son por necesidad negativos, dado que todo tipo de acuerdo es atrapado por el pantano de la desconfianza.

Los problemas nos abruman por su magnitud y la rabia de la desesperanza nos ahoga porque no aparecen las vías para el acuerdo y la solución. La primera dificultad harto frecuente es que los afectados por tal o cual problema, no creen en los diagnósticos de la autoridad ejecutiva. Los datos suelen ser de inmediato impugnados y el no es cierto aparece a flor de labio desde el primer momento. Es natural que en una sociedad plural las opiniones sobre el origen de los problemas sea diversa, y que la controversia, por tanto, esté presente en todo momento. Pero cuando no se cree en los datos, las dificultades pueden potenciarse hasta hacer imposible ninguna solución.

No vemos que nadie, en ningún nivel de gobierno, piense en este estado de cosas, y qué debemos hacer como sociedad y como gobierno para poder partir de los mismos datos. No existe modo alguno de solucionar un problema si no está correctamente planteado y esto a su vez es imposible si las partes no están de acuerdo en si es dos o tres o si es cuatro.

Este preámbulo viene a cuento a propósito, esta vez, de un problema de enorme magnitud por el volumen de recursos que implica y porque involucra a una inmensa parcela de la sociedad mexicana. Me refiero al pasivo contingente de la república originado en la vasta diversidad de sistemas de pensiones y jubilaciones que, en el mayor desorden, sin ninguna regulación general, fuimos creando, a través de décadas, mediante el método político de ceder en proporción directa al tamaño de la presión de los organizados en pos de conquistas históricas. Con ese método, los derechos de los mexicanos a un ingreso que asegure un mínimo de bienestar en la vejez son ampliamente desiguales. Desde quienes carecen absolutamente de esos derechos, hasta quienes, en el marco de la estrechez económica de este país, constituyen franjas privilegiadas -hoy dispuestas a dar la lucha para no ver disminuidas sus conquistas históricas.

En 1881, recordémoslo, el ultraconservador canciller Bismarck, para combatir a los socialistas fundó en Prusia el sistema de pensiones llamado "de reparto". Bismarck no sabía que estaba construyendo uno de los pilares fundamentales del Welfare State. El sistema de reparto se extendió por todo el mundo. Su principio de funcionamiento era simple: los trabajadores de hoy sostienen a los jubilados de hoy. Este sistema cobró modalidades mil, como las que existen en México. Hoy este sistema está liquidado en todo el planeta.

Cien años después de la creación de Bismarck, en 1980, el economista chileno, egresado de Harvard, José Piñera, inventó el sistema de capitalización individual y lo implantó en Chile en 1981, siendo ministro de Seguridad.

El sistema ha comenzado a extenderse. Ya está presente en ocho países latinoamericanos (con modalidades distintas), en cuatro de Europa Oriental, y en todos los casos el asesor estrella ha sido Piñera. Por varios años ha sido asesor de Bush, en donde ha estudiado las vías posibles de la generalización del sistema de capitalización individual. Sin ninguna duda el sistema se extenderá por el planeta porque la transición demográfica, la crisis fiscal del Estado y los desórdenes y privilegios de grupos particulares han hundido el sistema de reparto. Hoy la pirámide poblacional hace imposible que los empleados mantengan a los jubilados, y menos aún con jubilaciones "dinámicas" o con jubilados a los que el sistema debe mantener por veinte años o más.

Pero el sistema de capitalización individual lo iniciamos pésimamente en México, con las Afores. "Las Afore fortalecen la economía y aseguran el crecimiento del país, además de que permiten a los trabajadores asalariados acumular riqueza y tener libertad y dignidad", dijo Piñera en una entrevista que se le realizara en México en 1998. Aquí, sin embargo, las Afore han sido sinónimo de rapiña en su mayor parte, y han desprestigiado, antes de acabar de nacer, al sistema de capitalización individual, cuando el sistema de reparto es ya imposible.

Eduardo Sojo dio en la Convención Nacional Hacendaria unas cifras escalofriantes acerca del alcance de los pasivos contingentes implicados en el sistema de reparto que aún pervive en México. Como era de esperarse apareció el no es cierto. ƑCuál es el verdadero alcance de un problema de todos modos de magnitud gigantesca? Si Sojo no exhibe las bases de sus cálculos, el principio del entendimiento será imposible. Si además el sistema de capitalización no es rigurosamente vigilado contra los latrocinios de las Afore, el sistema de capitalización tampoco avanzará y los pasivos contingentes irán hundiendo a las finanzas públicas a mayores profundidades del abismo en el que ya están.

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