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México D.F. Martes 10 de febrero de 2004
Noveno aniversario de la ocupación castrense
de las comunidades indígenas
En Chiapas, militares trasladan a un cuartel seis cañones
de largo alcance
Intensa actividad en los retenes de las zonas fronterizas
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
San Cristobal de Las Casas, Chis., 9 de febrero. Esta
mañana, al cumplirse nueve años de la ocupación militar
de las comunidades indígenas en las montañas de Chiapas,
parsimoniosos y como queriendo pasar desapercibidos, subieron de Tuxtla
Gutiérrez hacia Rancho Nuevo, donde se encuentra el cuartel general
de la 31 zona militar, seis cañones de largo alcance, cada uno en
su vehículo y encamisados en lona verde olivo. El convoy
se entremezclaba con los carros particulares que transitaban ese tramo
de la carretera Panamericana.
Más allá de que se trata de un trasiego
de artillería completamente inusual, la puntualidad onomástica
de éste y otros despliegues castrenses ocurridos en las últimas
48 horas, resulta un mensaje inquietante en fecha tan señalada.
Como se recordará, el 9 de febrero de 1995 el ex presidente Ernesto
Zedillo se ganó el puesto de tahúr en la historia contemporánea,
al pretender que ofrecía negociaciones a los rebeldes del EZLN mientras
se sacaba de la manga una partida escondida y reactivaba la guerra en Chiapas.
A
lo largo de su sexenio, Zedillo jugó sin cesar a la guerra. Es el
periodo de máxima actividad paramilitar, concertada y agresiva en
Chenalhó (Acteal y antes) y la zona norte. Más de 10 mil
desplazados, más de 100 muertes, decenas de presos zapatistas y
simpatizantes. Simultáneamente, el Ejército establecía
el teatro de operaciones de guerra que actualmente se encuentra en su apogeo,
según estudios recientes.
Hoy hace nueve años la población entera
de Guadalupe Tepeyac, Prado Pacayal, San Antonio el Brillante, San José
del Río y muchas comunidades más huyeron a las montañas,
sólo con la ropa que llevaban puesta. Mujeres, ancianos, niños.
Era tiempo de "nortes". Hasta en la selva hacía frío. La
mayoría retornaron días después, sólo para
encontrar sus tierras y cotidianidades ocupadas por las tropas federales.
Millares de soldados, por cielo y tierra, se posesionaron de los días
y las noches de los pueblos.
Los habitantes de Guadalupe Tepeyac permanecerían
en las montañas, exilados, durante más de seis años.
Los niños que nacieron en la intemperie de la huída los días
posteriores al masivo ataque militar, ya estudian primaria. Y la guerra
sigue, en aparente sordina.
En diciembre de 2000, el presidente Vicente Fox ordenó
el retiro de todos los puestos de revisión en los caminos y carreteras
de la zona de conflicto. Esto sirvió para propalar la ficción
de que el Ejército había "salido" de Chiapas. Actualmente
opera buen número de aquellos retenes, y el pasado domingo estuvieron
excepcionalmente activos en el norte de la selva Lacandona, donde a este
enviado le tocó descender del vehículo cuatro veces entre
Frontera Corozal y Chancalá (unos 100 kilómetros), para que
los soldados revisaran equipaje, guantera y bajo los asientos. Como en
los viejos tiempos.
Del mismo modo, en los 75 kilómetros que separan
Comitán y San Cristóbal de la Casas, cuatro controles distintos
modulan el libre tránsito: además de soldados, participan
la Policía Federal Preventiva, judiciales y agentes de Migración.
Entre Maravillas Tenejapa y Amparo Aguatinta se colocan retenes móviles
todos los días, además de que en este último lugar
opera un puesto de control permanente. Por lo demás, en la cañada
de Las Margaritas hacia La Realidad han reaparecido los soldados al pie
del camino, vestidos de civil, en Rancho Momón y Vicente Guerrero;
"conviven" con la población y toman registro de los vehículos
que transitan.
Luego de la ofensiva de 1995 se establecieron cerca de
un centenar de bases de operaciones, campamentos y cuarteles militares
que ocupan hasta el presente amplios predios en los Altos, la zona norte,
la selva y la región fronteriza. En un proceso de continua expansión,
durante el tiempo transcurrido desde entonces, se retiraron sólo
siete posiciones, por demanda del EZLN al nuevo gobierno de Vicente Fox.
Si bien se han instalado varias más.
"No tenemos la culpa de ser tan guapos"
El ejido Emiliano Zapata, en el municipio de Tila, protagoniza
estos días una lucha singular: una población mayoritariamente
oficialista y/o priísta exige el retiro de la base de operaciones
del Ejército instalada dentro de su comunidad. Las autoridades ejidales
acusan a los soldados de hostigamiento sexual y violaciones a las y los
hijos de las familias choles del lugar, el consumo de drogas y alcohol,
la prostitución y, ante todo, la división de la comunidad.
La Secretaría de la Defensa Nacional ya declaró,
a través de la séptima región militar, que la base
no saldrá de Emiliano Zapata, no obstante que el predio que ocupa
es propiedad ejidal. Después de dos movilizaciones, el 8 y el 22
de enero, los ejidatarios insisten en su demanda. El gobierno del estado
ha ofrecido su mediación, acercándose a los indígenas
y al Ejército. En relación con las acusaciones de hostigamiento
sexual, durante una reunión con operadores gubernamentales, los
militares explicaron que lo que pasa es que "las mujeres se impresionan
cuando nos ven, fuertes, atléticos y altos. No tenemos la culpa
de ser tan guapos".
En este ambiente, hoy se registró un tránsito
de buena parte de oficialidad hacia la zona norte y los Altos, mientras
una batería de artillería pesada se sumaba a los parapetos
del cuartel general de la 31 zona militar en Rancho Nuevo, sede también
del Centro de Adiestramiento Regional (CAR) 20, el 13 batallón de
infantería, el campo militar 31-A y la guarnición del aeropuerto
Corazón de María.
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