México D.F. Sábado 17 de enero de 2004
ERRADICAR Y SANCIONAR EL DESPILFARRO
La
decisión de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE)
de realizar una auditoría para esclarecer las prácticas dispendiosas
de Carlos Flores Alcocer, representante de México ante la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), con
sede en París, constituye una medida pertinente que debe ser llevada
hasta sus últimas consecuencias.
El citado funcionario, quien carece de experiencia diplomática
y sólo tiene como credenciales una larga trayectoria de colaboración
con el presidente Vicente Fox, solicitó que el erario público
pague una mansión en la capital francesa con valor de más
de 16 millones de pesos, automóviles de lujo, costosos alquileres
de oficinas, sueldos exorbitantes para él y sus subalternos y una
larga lista de artículos de uso doméstico a precios de escándalo.
Tal circunstancia, además de mostrar una actitud
prepotente, insensible y derrochadora, resulta ofensiva para los mexicanos,
en su mayor parte agobiados por la pobreza y el desempleo, y contradice
el discurso de austeridad del gobierno al que Flores Alcocer dice servir,
pero del que se sirve.
La intolerable altanería de ese funcionario quedó
demostrada con su oferta de cubrir de su bolsillo los 18 mil dólares
en recursos públicos que, en su momento, no tuvo empacho en destinar
"por error" a la compra de colchones para su residencia personal. Una disculpa
y la devolución del dinero derrochado no bastan: la representación
mexicana ante la OCDE debe ser auditada a fondo y, en su caso, deberán
fincarse responsabilidades conforme a derecho contra Flores Alcocer y quienes
autorizaron esas y otras erogaciones innecesarias e injustificables.
Por añadidura, la desmesura del diplomático
es causa de irritación social y pone en entredicho a su propio jefe
y benefactor, Vicente Fox: mientras el mandatario afirma que serán
despedidos 50 mil empleados públicos para reducir la nómina
federal -decisión de suyo cuestionable-, Flores Alcocer ordena gastos
sin medida y pretende que el país le pague una vida de lujo y comodidades
en París, sin importar que, además, el gobierno de México
mantenga una deuda de casi 30 millones de pesos con la OCDE. Un caso censurable
en todos los sentidos.
Con todo, y en la exigencia de que la auditoría
encargada por la SRE corrija tales despropósitos, el caso de Flores
Alcocer no es un ejemplo aislado: el presupuesto destinado para cubrir
los elevadísimos sueldos y los numerosos privilegios que disfrutan
los altos funcionarios de la administración foxista resulta desproporcionado
y contrario a la austeridad, la racionalidad económica y la sensibilidad
social que exigen los difíciles tiempos por los que atraviesan el
país y la mayoría de los mexicanos, sumidos en la estrechez
y la incertidumbre.
Mientras no se reduzcan drásticamente tales gastos
y se revise el programa de despidos masivos de trabajadores del Estado
anunciado por Fox, el gobierno federal seguirá siendo percibido
-tal como sucedía durante las peores etapas de despilfarro en los
sexenios priístas- como causante directo de injusticias, del desamparo
de miles de familias y del uso de los recursos públicos para dar
trato privilegiado a un reducido grupo de funcionarios. ¿Dónde
quedó el tan prometido cambio?
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