México D.F. Sábado 17 de enero de 2004
Arturo Balderas Rodríguez
Suma cero no es la mejor medicina
El plan migratorio del presidente George W. Bush corre peligro de quedar como una propuesta más en el largo camino de las reformas migratorias en Estados Unidos, de no lograr un consenso en el Congreso de ese país.
Como va siendo costumbre, las propuestas del presidente Bush tienen la característica de dividir al Congreso, a la opinión pública y, en general, a todos los ciudadanos de esa nación. En este caso no podía ser diferente, máxime por ser un tema tan sensible para los estadunidenses, como el tema migratorio. La diferencia es que ahora, por ser una propuesta que afecta los intereses de los extranjeros que viven en ese país, ha dividido también a la opinión pública en otros países, entre ellos México.
Sin conocerse en detalle, la propuesta ya es motivo de crítica, por un lado, de quienes consideran que es insuficiente, y, por otro, de quienes consideran que es una concesión a quienes han violado la ley. Estos últimos, encabezados en Estados Unidos por quienes piensan que los indocumentados son delincuentes a quienes no se debe otorgar el mínimo derecho. También se acusa al presidente Bush de usarla con fines electorales, ahora que se acerca el momento de buscar su relección
Independientemente de la dificultad para que la propuesta sea aprobada en un Congreso en el que es previsible la oposición de los republicanos más conservadores y de algunos demócratas que tratarán de forzar una reforma más amplia, como han expresado el senador Edward Kennedy y la congresista Nancy Pelosi, el hecho es que, por las razones que se quiera, el tema migratorio regresa a la agenda política en Estados Unidos.
Al final de cuentas la propuesta que se apruebe, en caso de que así sea, seguramente dejará insatisfechos a unos y otros. Nadie ganará o perderá todo, y será una reforma insuficiente, como todas las que se han hecho y probablemente se harán en el futuro. No hay que olvidar que la migración es un fenómeno dinámico en el que influyen diversos factores, cuya densidad vuelve aún más difícil su solución, máxime cuando se habla de la enorme diferencia en el tamaño de los dos países que se ven afectados.
Lo grave sería que las posiciones extremas prevalecieran y se dejara nuevamente en el limbo a los millones de trabajadores cuya situación es por demás precaria, en un medio en el que se les persigue y se violan sus derechos más elementales por carecer de documentos migratorios. Evitar que eso suceda nuevamente debiera ser el objetivo de quienes insisten en el todo o nada. No es mala idea conocer la opinión de aquellos cuya tranquilidad depende de una medida como ésta, por parcial que sea.
ƑQuiere decir esto que el gobierno de México o quienes desde diferentes frentes apoyan a la población migrante deben conformarse con la reforma? De ninguna manera. Por ello cabe esperar cautela y prudencia en los comentarios que se hagan sobre las virtudes o deficiencias de la reforma propuesta.
La premura con que se dio a conocer y lo inacabado de la misma probablemente tuvo relación con el pasado encuentro del presidente estadunidense con su homólogo mexicano en Monterrey, y el interés que el primero tenía en recibir el beneplácito por el relanzamiento del tema migratorio en el momento en que se dispone a buscar su relección. Por ello, sin conocerse a fondo sus detalles es difícil precisar su verdadero alcance. De lo poco que se conoce de su contenido destaca el punto que se refiere a la estancia límite de tres años con una extensión de otros tres, a cuyo término podrán solicitar la residencia definitiva. No hay información suficiente para saber si deberán abandonar el país para solicitarla o lo podrán hacer en territorio estadunidense.
En todo caso, aquellos que elaboraron la propuesta deberán tomar en consideración que de no instrumentarse en forma debida los mecanismos necesarios para que quienes trabajaron por tres o seis años tengan la oportunidad de obtener su residencia definitiva, sucederá nuevamente lo que Phillip Martin y Michael S. Teitelbamum escribieron a finales de 2001 en la revista Foreign Affairs: afirmaron que hasta ahora ese tipo de programas son todo menos temporales, porque al no ofrecer una solución de largo plazo, quienes participaron en ellos se quedan definitivamente en el país, independientemente de no contar con documentos migratorios. No hay razón para que ahora sea diferente.
También se argumenta sobre el peligro que representa para quienes se acojan a este programa ser fichados y fácilmente ubicados por los servicios migratorios, una vez concluida su estancia legal. Pensar esto presupone que en los próximos tres o seis años el tema migratorio permanecerá ignorado. No lo creo, ya que la búsqueda para que se amplíen sus cauces no se detendrá con motivo de las concesiones de ese plan. Sería un error que así sucediera. Por otro lado, cabe preguntarse si no existe la misma posibilidad de ubicar a quienes carecen de licencia para conducir que cuando la obtienen, derecho por el que tan insistentemente se ha luchado.
Habrá que responder éstas y otras preguntas más en el transcurso de las próximas semanas, cuando se conozca bien la propuesta de George W. Bush. Por ahora, insisto, independientemente de las razones que tuvo para reabrir el debate, el hecho es que el tema migratorio vuelve al primer plano en Estados Unidos, y quiérase o no es una puerta para que el gobierno mexicano, las organizaciones de apoyo a migrantes y, en general, la opinión pública participen con propuestas que redunden en beneficio de quienes están a la espera de soluciones para su precaria situación. Según quedó demostrado, la apuesta por el todo o nada no pasó de ser un desplante poco efectivo para resolver un problema de esta complejidad.
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