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México D.F. Jueves 8 de enero de 2004
Angel Guerra Cabrera
Terroristas buenos
Cuarenta y cinco años después del triunfo, la revolución cubana lle-va casi el mismo tiempo de ser hostigada por el terrorismo. No fue necesaria la proclamación del socialismo para que comenzaran los sabotajes a fábricas, puertos y establecimientos comerciales de la isla. La CIA ha reconocido que esas actividades se llevaban a cabo desde principios de 1960, cuando también había puesto en marcha el plan de invasión de Bahía de Cochinos. Después de la derrota de la invasión, aquellas se recrudecieron. Para ejecutarlas la central de espionaje creó en Miami la estación JM-Wave, que contaba con 600 oficiales y cerca de 4 mil agentes de origen cubano. Robert Reynolds, quien fuera jefe de la estación, declaró que en el momento en que fue volado el barco francés La Coubre (marzo de 1960), en la bahía de La Habana, "nosotros habíamos comenzado a hacer algunos sabotajes".
Aunque Estados Unidos nunca admitió su participación en la explosión del buque cargado con municiones belgas y la consiguiente matanza, exhaustivos peritajes cu-banos concluyeron que era consecuencia de un atentado, tesis reforzada por el trascendido de que diplomáticos estadunidenses presionaron a Bruselas para impedir la venta de las municiones. Ahora sabemos qué perseguía la CIA al obstaculizar a Cu-ba la compra de armamento occidental: "esto podía conducir a que los cubanos solicitaran armas (...) al bloque soviético" porque "en (...) Guatemala era el en-vío de armas soviéticas lo que había (...) creado la ocasión para lo que se hizo". Palabras nada menos que de Allen Dulles, el entonces jefe de espionaje estadunidense. Al parecer Washington estaba impaciente por que Cuba estableciera relaciones militares con la Unión Soviética, argumento fundamental esgrimido luego para mantener el bloqueo hasta que desapareció ese Estado.
Las operaciones terroristas incluyeron la organización y sostenimiento de bandas armadas en distintas zonas rurales de la isla. Eduardo Ferrrer, ex piloto de la CIA, afirma en su libro Operación Puma que entre septiembre de 1960 y marzo de 1961 se efectuaron 68 misiones de suministro aéreo para esos grupos. Pero los vuelos continuaron hasta la derrota de las bandas, años más tarde. Estos se alternaron con la infiltración por la costa de grupos de saboteadores, varios de los cuales fueron capturados por autoridades cubanas hasta 1997, año en que mercenarios reclutados en El Salvador también detonaron bombas en instalaciones turísticas de La Habana.
Otro capítulo de esta saga han sido los ataques de lanchas artilladas procedentes de Miami a barcos pesqueros cubanos y en varias ocasiones el secuestro de sus tripulantes. Asimismo, el ametrallamiento has-ta fecha reciente de mercantes de distintas banderas que conducían mercancías hacia o desde Cuba, el último caso en 1993 al tanquero Nikonos, de bandera maltesa. Las actividades terroristas se han extendido al propio territorio de Estados Unidos y de sus aliados, donde han sido atacados objetivos considerados enemigos por las organizaciones contrarrevolucionarias. Estos van desde sabotajes de entidades que comercian o envían ayuda humanitaria a Cuba hasta el asesinato de personas que abogaban por un cambio de la política estadunidense hacia la isla, o de diplomáticos o funcionarios cubanos, como ha ocurrido en Estados Unidos, Argentina, Portugal y México.
No ha de sorprender entonces que La Ha-bana, en un acto de legítima defensa, penetre los grupos contrarrevolucionarios de Miami. En el amañado juicio contra cinco jóvenes cubanos que realizaban esa labor, el general Edward Atkenson, quien fuera alto jefe de inteligencia militar estadunidense, pronunció estas lapidarias palabras: "Cuba necesita ojos y oídos en Florida." Bastante antes del juicio, La Habana, a solicitud expresa de Washington, le había proporcionado información sobre la actividad de los grupos terroristas en Miami, contra los que supuestamente actuaría. Los datos no podían venir de otra fuente que de infiltrados. Ni tardo ni perezoso el autoproclamado campeón mundial de la lucha contra el terrorismo usó la información para capturar a "los ojos y oídos de Cuba". Sin presentar prueba alguna los condenó a penas reservadas para los peores delincuentes. Mientras, sus terroristas pasean por las calles de Miami. El caso más notorio, el del autor intelectual de la destrucción en vuelo de una nave de Cubana de Aviación. Son, a sus ojos, terroristas buenos.
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