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P O L I T I C A
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México D.F. Martes 6 de enero de 2004

José Blanco

Obsequio

El obsequio del Congreso de la Unión a la sociedad mexicana para 2004 es un rosario de desdichas. Tendremos acaso alguna recuperación de la actividad económica este año, si es que hay una fuerte reanimación de la actividad industrial estadunidense; de no ser así, las vacas mexicanas pasarán de flacas a esqueléticas: la contribución de las decisiones del Congreso al crecimiento y el empleo fue nula. Los ciudadanos les pagamos altos emolumentos a diputados y senadores, para nada, en materia económica. Como nos mostraron desde el principio de este periodo de sesiones, los diputados y senadores hacen como que trabajan para la sociedad, pero en realidad están cínicamente ubicados en los carriles de 2006, en la carrera por el poder. Está perfectamente claro que la enorme separación de los partidos políticos respecto a la sociedad se mantendrá por tiempo ilimitado. Diputados y senadores disputaron por sus intereses políticos, no por sus supuestos representados.

En esa disputa se mostró largamente que los políticos (estos políticos nuestros) están en el PRI; los demás resultaron elementales párvulos: el tricolor, a pesar de su grieta interna, los chamaqueó cuanto quiso. Todas las decisiones fueron de ese partido, y detrás de todas hubo un duro cálculo político fríamente pensado. Para la mayoría priísta el cálculo resultó simple: le es más redituable políticamente la no colaboración "con el gobierno de Fox", que acordar y cogobernar; tal es su convicción; aunque el hambre y la pobreza se prolonguen para los pobres y el país se rezague: eso está muy abajo en su lista de prioridades. Para establecer esta línea de política fue necesario que esa mayoría operara una fractura interna con los "colaboracionistas" de Gordillo y, sin más, la operó con la despiadada severidad de que son capaces los priístas: como nos consta, son capaces absolutamente de todo. Por otra parte, Fox y su gobierno se equivocaron de medio a medio creyendo que los intereses políticos de Gordillo abarcaban los de todos los priístas.

Los perredistas -al menos los dueños del pandero- operaron con el mismo cálculo que los priístas, a menos que supongamos que son la inocencia misma.

La decisión de sabotear las propuestas foxistas -no exentas de bolas de humo a la priísta- resultaba fácil a la mayoría tricolor; cuestión de aferrarse a la bandera demagógica que estamparon en sus estatutos: no se pierda de vista que la columna vertebral de la simulación fue la demagógica "defensa" de los pobres a través del "no" al IVA en alimentos y medicinas. Nada más fácil que engañar con la verdad (el carácter regresivo del IVA): "miren los pobres que nos oponemos a que les cobren impuestos por comer y por atender sus enfermedades".

En México se grava con IVA 55 por ciento del consumo, el porcentaje más bajo de América Latina. Como todo mundo sabe, la inmensa parte del león de esta disposición legal opera en favor de los grupos de mayores ingresos. Esa parte es el estratosférico costo al erario de otorgar en conjunto un subsidio de miseria a los pobres no cobrándoles IVA en alimentos y medicamentos. Además de ese costo, la actual ley del IVA constituye el más espantoso hoyo negro de la evasión y la elusión fiscales, no sólo en el propio IVA, sino también en el ISR: un enorme costo adicional para el erario. No existe en México un problema de tarifas en los impuestos: son similares a los de cualquier otro país. Pero el nuestro es uno de los países con menor carga fiscal en el mundo. Se explica ello precisamente por el tamaño del alud de la evasión y la elusión fiscales. Si ese hoyo negro fuera tapado, los recursos del erario serían sustancialmente mayores y la inversión en desarrollo humano (educación y salud para las masas), en infraestructura y en programas asistenciales, allí donde sea imposible la instrumentación de programas productivos a corto plazo, todo lo cual este país reclama a gritos para su desarrollo, tendría una evidente viabilidad.

El IVA es un impuesto diseñado para que los contribuyentes se vigilen entre sí y que de este modo la evasión sea mínima. Pero la condición indispensable es que todo el consumo sea gravado, que no haya agujeros para la fuga. Los recursos fiscales así acrecentados pueden ser destinados, con una política de Estado, a través de presupuestos multianuales, a elevar sustancialmente la educación y la salud de la sociedad, sin lo cual no habrá salida a la pobreza y la desigualdad. Sería el medio por antonomasia para devolver con creces a los pobres su modesta aportación a los ingresos fiscales. Simple decisión de los propios diputados que así sea.

Pero PRI y PRD se han comprometido hasta los huesos con la demagogia sobre el IVA. Está garantizado, por tanto, el fracaso rotundo de la Convención Hacendaria de próxima realización. Un ejercicio estéril que dejará nuevamente en cueros al fisco y a la posibilidad de avanzar en el desarrollo del país. Un gran obsequio de los partidos políticos mexicanos

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