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México D.F. Martes 6 de enero de 2004
Marco Rascón
Escenarios de 2004
Las elecciones en Estados Unidos serán fundamentales para que el mundo alcance la paz, pues las implicaciones que tendría la relección de George W. Bush serían semejantes a las que sobrevinieron en cuanto Adolfo Hitler asumió el gobierno del Reich el 30 de enero de 1933. Si en Mi lucha Hitler tomó los tratados de Versalles como base para desatar la opresión del nacionalismo alemán, Bush reitera en 2004 que la única salida para el nacionalismo estadunidense es la invasión y el despojo.
Los habitantes del mundo entero debemos lanzarnos en campaña para convencer a todos los estadunidenses de no votar por la relección de quien destruyó las bases del derecho internacional, hizo de la mentira patente imperial, invadió una nación so pretexto de que representaba un peligro, no obstante que él y sus halcones son el verdadero peligro para la humanidad, e hizo de la histeria centro de su forma de gobernar, tal como hicieron los nazis en el siglo pasado. Bush representa el miedo sistemático, la paranoia y el fundamentalismo; sin embargo, el poder surgido del fraude en Florida, fortalecido con el 11 de septiembre, podría prolongarse cuatro años más, creando una atmósfera de incertidumbre para toda la humanidad.
Debido a su agresividad y a la crisis creciente en que nos ha sumido Estados Unidos, lo que ahí suceda determinará las agendas nacionales. Para las grandes potencias, la campaña de relección de Bush se centrará en vender a las grandes potencias, socios y aliados el negocio de la "reconstrucción" de Irak, sin haber salido aún del proceso bélico ni haber tomado el control militar del territorio invadido.
Para los aliados sometidos, como México, el repunte económico estadunidense, surgido de la guerra, se quedará en casa y no se extenderá al patio trasero, donde enfrentaremos mayor recesión económica y una creciente parálisis política y, por tanto, mayor polarización social.
Mediante todas las vías, los partidos políticos y la clase política optaron por truncar el crecimiento económico de México. Y así, en 2006, los enanos se presentarán como salvadores de un país destruido. Esa ha sido la vía para la restauración del PRI: crear una alianza "opositora" que lo disfrace. El PRD, más que abrirle camino a López Obrador, abrió el camino al PRI y a la vieja oligarquía, que constituye el freno estructural y de poder en México, porque la oligarquía priísta no permite la integración de gobierno alguno, sea de derecha, centro o izquierda.
En 2004 todos se llamarán culpables y nadie reconocerá que tanto por la vía política de ingresos como de egresos unos y otros llevaron al país a la parálisis, así que las campañas presidenciables no podrán basarse en alternativas, sino en el fracaso. En 2006 pasará lo mismo que en 2000: el poder de los gobernadores y el peso de los aparatos corporativos y las clientelas hechas con el presupuesto se transformarán en recursos de campañas.
La burocracia perredista conducirá un fardo, no un partido. Va hacia un congreso de opereta con delegados sin ninguna legitimidad ni legalidad, lo que le hará perder mayor identidad. En 2004 perderá nueve estados de diez y enfrentará un creciente hostigamiento contra el Gobierno del Distrito Federal y la baja en las encuestas. La caída del jefe de Gobierno significará el inicio del alineamiento de la oligarquía hacia su juego verdadero, tocarán a su fin las pantomimas virtuales, porque vendrá la disputa real por el poder. En ese juego lo único que estará a discusión es si el PRD seguirá al frente del Distrito Federal o será relevado por el PRI, el PAN o el camachismo, dependiendo del nuevo contrato de transición.
En el caso del PAN, la debacle va en aumento frente a las torpezas de Vicente Fox, quien considera que ya hizo su "obra" al ganarle al PRI y pasar a la historia. Lo demás para él es secundario, pues nunca hubo proyecto para un día después del 2 de julio de 2000.
En este escenario, pese a la división interna, el PRI se manifiesta como la fuerza "opositora" más importante. Su estrategia de desgastar al gobierno y hacerse de aliados, como el PRD, surgido del antipriísmo y amplios segmentos de la izquierda, le ha dado resultados crecientes. Elba Esther no se va del PRI, lo que la coloca en reserva para pactar un candidato de la "sociedad civil", que garantice los intereses oligárquicos a las trasnacionales, para la base corporativa y la de gobernadores, grandes electores para 2006.
En marzo habrá movilizaciones sociales, en particular de trabajadores del IMSS, seguirán las batallas legales del convencionismo perredista ante el IFE y el TEPJF contra el congreso ilegal. La ocupación del PRD enfrentará en los próximos meses una situación difícil ante la descomposición del sistema de partidos, pero, al mismo tiempo, su tarea será reconstruir referencias de principios. [email protected]
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