Alejandro Nadal
La ronda de Doha
A nadie se le escapa la gran ironía que representa la instalación del centro de operaciones militares de Estados Unidos en Doha para conducir la guerra contra Irak. Desde esa ciudad los militares estadunidenses aseguraron la gestión de sus bombarderos y operaciones terrestres. También pudieron llevar a cabo una vistosa operación de relaciones públicas en el centro de recepción de prensa que el Pentágono mandó diseñar con un director artístico de Hollywood.
Y en Doha también se llevó a cabo, hace dos años, la cuarta reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) para escapar de manifestaciones como las de Seattle. De esa reunión emergió la "ronda para el desarrollo", un proyecto de negociaciones multilaterales para empujar la agenda de la OMC: patentes, servicios, inversiones y más apertura comercial en productos manufacturados por parte de los países en desarrollo. Las negociaciones han sufrido varios descalabros, y la guerra de Irak generó nuevos obstáculos. El pronóstico para la quinta reunión, que se celebrará en Cancún, no es muy bueno.
Esta primavera la reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM) sirvió para definir el derrotero de la ronda de Doha. La reunión estuvo dominada por la escandalosa petición estadunidense de perdonar la deuda externa de Irak, que es de más de 133 mil millones de dólares y en buena medida corresponde a pasivos contraídos con Rusia, Alemania y Francia. El debate y la irritación en la reunión por las pretensiones estadunidenses hicieron que los temas del desarrollo y la pobreza, así como las reformas al sistema monetario y financiero mundial fueron relegados a un segundo plano. La necesidad de reactivar la doliente economía mundial tampoco estuvo entre las prioridades, aunque la retórica pudiera indicar lo contrario.
El secretario del Tesoro estadunidense, John W. Snow, abrió fuego presentando la propuesta de condonar la deuda iraquí con el pretexto de acelerar la reconstrucción de ese país. Estados Unidos siempre se ha opuesto a la condonación de deudas cuando han sido generadas por gobiernos dictatoriales y corruptos, como el de Marcos en Filipinas o Mobutu en Zaire. Por eso la iniciativa fue inmediatamente calificada de hipócrita por analistas independientes, toda vez que las propuestas de restructuración de deudas siempre han sido acompañadas de programas draconianos de ajuste y reformas estructurales conforme al diktat del FMI.
La hipocresía quedó clara la semana pasada, cuando el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, propuso en el Congreso de Estados Unidos que la participación de Rusia, Alemania y Francia en los contratos de reconstrucción de Irak debería estar condicionada al perdón de la deuda iraquí. El funcionario alega que ese dinero se usó para construir los palacios presidenciales y comprar armamento, y la cancelación de la deuda serviría de ejemplo para futuros préstamos. Wolfowitz, uno de los artífices de la guerra de Irak y promotor de una nueva aventura en Siria, ha dado un nuevo giro al concepto de condicionalidad, otrora usado por el FMI para imponer sus políticas neoliberales en el mundo subdesarrollado.
Para no quedar mal, la reunión conjunta FMI-BM incluyó un debate sobre un conjunto de tibias propuestas de reforma institucional. En la actualidad, el régimen de cuotas y derechos de voto favorecen de manera muy desequilibrada a los países ricos, y eso es algo que las autoridades del FMI quisieran disfrazar de manera más eficaz. De este modo, países como Francia o Alemania tienen más poder en las decisiones del FMI que toda la región latinoamericana o que algunas de las gigantescas economías asiáticas. Para remediar esta situación, el documento interno del FMI sugiere más programas de capacitación en países pobres y mayor diversidad cultural y nacional entre los funcionarios del FMI y del BM. Es evidente que esas medidas serían un simple maquillaje para trasladar con mayor facilidad las políticas neoliberales del FMI a los países pobres. Lo único que van a lograr es dar una carátula parecida a la de la campaña publicitaria de United Colors of Benetton a la plantilla del FMI-BM.
La simulación nunca ha sido ajena al FMI... ni al Pentágono. El estudio de cine construido en Doha por el comando central estadunidense es la mejor prueba. El costo no fue lo más llamativo, apenas 200 mil dólares. El diseñador George Allison tiene en su haber el escenario del noticiero Good Morning America, cuyo set se construyó en Chicago y fue enviado por Federal Express por otros 50 mil dólares a Doha. Tiene dos estrados, cinco pantallas de plasma de 50 pulgadas y dos televisiones gigantes. Y es que todo ese aparato es necesario para la simulación, porque de eso viven las instituciones.