BUSH, ASESINO DE PERIODISTAS
Ayer,
en dos agresiones injustificables y criminales, las fuerzas estadunidenses
que intentan ocupar Bagdad asesinaron a tres periodistas, hirieron a otros
cuatro y destruyeron las oficinas en esa ciudad de las cadenas televisivas
Al Jazeera y Abu Dhabi Tv. Tales atentados, que merecen plenamente el calificativo
de terroristas, no constituyen hechos aislados, sino pasos decisivos en
el plan del gobierno de George W. Bush para silenciar cualquier versión
informativa que no se ajuste a su propaganda oficial -la que los comandantes
militares estadunidenses e ingleses proporcionan a los periodistas que
viajan incrustados entre las tropas agresoras-, ocultar al mundo
las atrocidades que perpetra en tierras iraquíes y ahuyentar a los
informadores internacionales que permanecen en la arrasada capital iraquí.
Ese designio de escamotear la verdad de lo que ocurre en la martirizada
nación árabe se inscribe, a su vez, en una estrategia mediática
de corte totalitario e incluso fascista que viene gestándose desde
hace más de una década y cuyo desarrollo debe recordarse.
En la anterior guerra contra Irak, comandada por Bush
padre, se prohibió el ingreso de los periodistas al campo de batalla
y el Pentágono optó por sublimar la barbarie y la carnicería
en pulcras y asépticas imágenes de computadora que mostraban,
en simulaciones y realidades virtuales, la destrucción de las fuerzas
enemigas. En ese escenario de juego electrónico no aparecieron nunca,
por supuesto, los civiles iraquíes descuartizados por las bombas
estadunidenses, los barrios arrasados ni el dolor y la miseria de los combatientes.
Diez años más tarde, y en reacción
a los atentados del 11 de septiembre de 2001, el gobierno de Bush hijo
dejó en claro que no sólo estaba declarando la guerra a un
enemigo tan difuso e incierto como el "terrorismo internacional", sino
también contra el ejercicio del periodismo crítico o, simplemente,
honesto. De entonces a la fecha, el grupo en el poder en Washington ha
realizado diversas acciones orientadas a amordazar a los informadores,
uncir a los grandes consorcios informativos al discurso oficial -yugo que
ha sido aceptado con abyección por cadenas como CNN-, distorsionar
los hechos, fabricar mentiras en forma sistemática -como los supuestos
vínculos de Al Qaeda con el agonizante régimen de Bagdad
y las armas de destrucción masiva en poder de Saddam Hussein, armas
que han resultado imaginarias- y coartar y limitar, en general, la libertad
de expresión y el derecho a la información.
Cuando Bush decidió empezar la actual guerra a
contrapelo de la legalidad internacional, de la sensatez y hasta de las
más elementales consideraciones humanitarias, el Pentágono
fijó, para un grupo selecto y dócil de informadores, unas
reglas de cobertura del inminente conflicto que contravienen la ética
y el sentido mismo del periodismo: quienes quisieran informar sobre la
invasión de Irak tendrían que viajar incrustados entre
las tropas agresoras, las cuales habrían de brindarles el sustento,
la protección, los datos que podrían publicar y la censura
a su trabajo. Quienes no se plegaron a tales normas y decidieron viajar
a Irak para contar la guerra de manera independiente y libre fueron, desde
un primer momento, vistos con hostilidad por los gobernantes estadunidenses.
El 22 de marzo, segundo día de la invasión,
las tropas angloestadunidenses mataron en los alrededores de Basora al
periodista inglés Terry Loyd, cuyo camarógrafo y cuyo intérprete
se encuentran aún desaparecidos. El 6 de abril un avión estadunidense
atacó a un convoy "amigo" y dio muerte a 18 personas, entre ellas
el intérprete de un corresponsal de la BBC. A fines de marzo los
militares agresores secuestraron durante 48 a un grupo de periodistas independientes
portugueses e israelíes y los acusaron de ser espías del
gobierno de Bagdad, según denunció Reporteros sin Fronteras
(RSF). Y ayer un tanque estadunidense disparó contra el hotel Palestina,
conocido universalmente como centro de habitación y trabajo de los
informadores internacionales en Bagdad, con un saldo de dos muertos y tres
heridos. También ayer, la aviación invasora destruyó
las instalaciones de Al Jazeera y Abu Dhabi Tv, dejando un informador muerto
y otro herido. La emisora qatarí denunció de inmediato que
el ataque fue deliberado y recordó que el año antepasado
las tropas estadunidenses bombardearon sus oficinas en Kabul; la empresa
televisora de Abu Dhabi dijo, por su parte, que el Pentágono había
sido informado, desde antes del inicio de las hostilidades, de la ubicación
precisa del edificio que albergaba sus instalaciones, el cual ostentaba
en el techo el logotipo del canal.
Las justificaciones de Washington tras los ataques referidos
oscilaron entre el cinismo más descarado y la distorsión
impúdica de los hechos. La portavoz del Pentágono, Victoria
Clarke, acusó a diversos medios de enviar a sus reporteros a Bagdad
de forma "unilateral" y afirmó que "en la guerra nadie está
seguro". El general Stanley McChrystal dijo que la agresión contra
los informadores había sido una acción de "autodefensa" y
Bryan Whitman, otro portavoz del Pentágono, no tuvo empacho en responsabilizar
a lo que quede del régimen de Saddam Hussein por "poner a los civiles
en riesgo".
Es lamentable y doloroso constatar que las muertes de
periodistas independientes a manos de las tropas estadunidenses han comenzado
a producir los efectos deseados. El ministro de Defensa del gobierno español
-alcahuete diplomático de la guerra contra Irak- ya pidió
a los medios peninsulares que retiren a sus enviados de Bagdad y unos 25
informadores de las cadenas televisivas árabes atacadas han solicitado
su urgente evacuación de la capital iraquí, toda vez que
se encuentran en grave peligro. Si Washington logra limpiar a Bagdad de
informadores internacionales, podrá intensificar, con mayor margen
de maniobra, la matanza indiscriminada y masiva de habitantes que viene
llevando a cabo desde hace ya tres semanas. De tal forma, Bush y su grupo
han conseguido, con el asesinato deliberado de informadores, dar un fuerte
golpe al derecho a la información de las sociedades del mundo.
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