Emilio Pradilla Cobos
Cambiar al PRD-DF
En la dirección nacional del Partido de la Revolución Democrática hay todavía un sector que postula la necesidad de transformación interna, aunque utiliza la equivocada fórmula de "primero avanzar electoralmente y luego impulsar el cambio". Aun si compartiéramos esta fórmula mecánica, observamos que el camino tomado en la selección de candidatos a algunas gubernaturas, presidencias municipales, diputaciones locales y federales plurinominales, parece ir en el sentido contrario de esta lógica lineal: para "avanzar" electoralmente se incluye un número creciente de políticos emigrados de partidos de derecha o "centro" -imposible e inexistente en la política real- como el PRI, el PAN o el Centro Democrático, cuyo efecto en la orientación política del partido será inclinarlo más a la derecha y estorbar el cambio democrático interno y la reorientación hacia posturas de izquierda. Al mismo tiempo, se desecha la postulación de militantes de izquierda comprometidos con el proyecto de cambio interno y social.
En el PRD-DF, embelesados por la popularidad del jefe de Gobierno, pocos hablan de cambio y parece ganar terreno la misma fórmula electorera de postular como candidatos "externos" a emigrantes de otros partidos, usando el método de la franquicia. La impulsa la dirección, producto de los acuerdos entre las dos corrientes hegemónicas (los grupos de René Bejarano y René Arce) en el partido local, pues les permite aumentar su dominio y proyectarse como grupos de interés con influencia nacional.
El PRD-DF carece de un proyecto político cualquiera, mucho menos de izquierda, para transformar democráticamente a la ciudad, y se limita a aplaudir y apoyar acríticamente cualquier decisión del jefe de Gobierno, por contraria que sea a los principios de izquierda, reproduciendo las prácticas verticales del viejo régimen; en el interior del partido no se desarrolla ninguna discusión política seria sobre la ciudad en el país y el mundo que vaya en el sentido de construir un proyecto de ciudad y de nación democrática y de izquierda. El partido funciona sólo para lo electoral, interno o externo, mediante el deleznable método de las cuotas de grupo, los acuerdos cupulares y otras prácticas antidemocráticas.
En lugar de avanzar en la relación con los movimientos sociales y sus luchas, en nombre de la gobernabilidad local ha actuado en el sentido de desmovilizarlos o cooptarlos, sumiéndolos en la fórmula inoperante -y manejada verticalmente- de los "gobiernos vecinales", de la cual ya nadie habla, ni el jefe de Gobierno. El ejemplo del Movimiento Urbano Popular, golpeado por el Bando 2 y el olvidado proyecto de Programa General de Desarrollo Urbano, condicionado por el acceso a los programas de vivienda, es claro. Tampoco hemos visto muy activo al PRD-DF en la participación -a excepción de las declaraciones formales- con el movimiento de los campesinos arrasados por el libre comercio, a pesar de su presencia en la periferia metropolitana, o en la lucha para detener la guerra imperialista de Bush contra Irak, que condiciona económica y políticamente el futuro del mundo, de México y de la capital en particular.
Los militantes han perdido su derecho ético y reglamentario a participar en la selección de quienes hablan, contienden o gobiernan en su nombre, suplantado por encuestas de mercadotecnia publicitaria en las cuales se reproducen los peores vicios de los partidos no democráticos. Para mantenerse dentro del PRD-DF, en el poder o la oposición, hasta para renunciar a él, hay que formar parte de una "corriente", es decir, de un grupo corporativo de interés que pueda acarrear votos cautivos mediante el clientelismo. Un militante que no se afilie a estos grupos o conserve su independencia crítica, aunque pueda mantenerse adentro, si no hace ruido carece de la más mínima información y participación en la vida interna y tiene que subordinarse a las decisiones de las cúpulas de los grupos hegemónicos o correr el riesgo de un juicio sumario; recordemos el affaire reciente de los diputados locales que cometieron la barbaridad de disentir, resuelto luego por el método de la negociación.
Parece llegado el momento -esperamos que no sea tarde ya- para que los militantes de izquierda, de base, rescaten al PRD-DF de esta peligrosa deformación; de volver a levantar las demandas y propuestas del manifiesto por la refundación y la regeneración del partido, presentado previamente a la elección de direcciones de 2002 y luego olvidado. Hoy más que nunca, ante la avasalladora y violenta embestida de la derecha en el ámbito mundial, ante la conservadurización de toda la política nacional, incluyendo al PRD, es necesario un partido de izquierda democrático, inserto en las luchas sociales, construido por la gente y para la gente, para transformar el país y la ciudad en función de los intereses de los explotados, oprimidos y excluidos por el capitalismo salvaje globalizado.