José Cueli
Dónde quedó la poesía de Bagdad
Una gitana, una noche de juerga, me recitó un pasaje en prosa que figura en el prólogo de Poemas árabigo andaluces de Emilio García Gómez, y es que lo apasionante para el gitano es seguir el curso de las aportaciones orientales. La poesía de Bagdad se difundía en las ediciones musicales de las esclavas cantoras venidas a España como Achfa. El entusiasmo que producía entre los andaluces esa poesía quedó en la historia narrada por Al Arquami y conservada por Maggari.
Al-Arquami y su amigo Abu-l-Saib, fueron a casa del dueño de una esclava y entraron a una habitación con sólo dos divanes que habían perdido la tela, quedando en pura urdimbre, rellenos de crin vegeral y dos taburetes cojos. Salió, al fin, la esclava, una famosa cantaora, a la que no habían visto nunca. "Era rojiza y llevaba encima una tela de Harat, de color amarillo, desteñido a fuerza de lavadas. Sus piernas sucias que estaban, eran negras como la noche". Pero cuando templó el laúd y rompió a cantar: "Se acabó el disimulo. šEn donde te escondas, saldrás a la luz y se sabrán tus secretos...!"
Estancia, ejecutantes y esclava se transformaron. Los dos visitantes enloquecidos por la mujer se revolcaron en los divanes, cayendo al suelo. Yo -dice el Argami- tiré mi Taylassam, y, cogiendo una colcha, me la puse en la cabeza, gritando como pregonan las judías en la ciudad. Abul-l-Saib se levantó, cogió una botella que había en la habitación, la llenó de aceite y se la puso en la cabeza. El dueño de la casa esclava, que hablaba con media lengua, gritaba šMis botenas! queriendo decir šMis botellas! Las botellas y la esclava se tambalearon y se cayeron y el aceite corrió por el rostro y el pecho de Abu-l-Saib y la esclava que fue después adquirida por Abd-al-Rahmani). Esta era la poesía de Bagdad.