Con el modelo económico sufrirán transformaciones, para bien o para mal
Las culturas populares se adaptarán a la globalización, prevén especialistas
Concluye el primer foro Regiones Culturales, Culturas Regionales con mesa magistral
ARTURO JIMENEZ ENVIADO
Queretaro, Qro., 30 de marzo. Las culturas locales no desaparecerán ante la globalización, pero sí continuarán adaptándose y transformándose para enriquecerse o, en su caso, empobrecerse.
Este es uno de los puntos de coincidencia general entre los antropólogos mexicanos y extranjeros que ayer debatieron en una mesa de conferenciantes magistrales y con la cual concluyeron los trabajos del primer Foro Regiones Culturales, Culturas Regionales, organizado por el CNCA.
En esas reflexiones participaron Antonio García de León, Gilberto Jiménez y Guillermo de la Peña, de México, además de Alfons Martinell y Pedro Tomé, de España, y Michael Crang, de Gran Bretaña.
Con visiones muy singulares y por momentos contrapuestas, los antropólogos expusieron, sin embargo, un panorama general de los temas que hoy más inquietan al mundo de la antropología.
Para Antonio García de León, un ejemplo de esa adaptación de las culturas locales se observa entre los mixtecos, quienes ya han logrado formar cuadros intelectuales y una lengua mixteca "estándar", superando así el problema de las variantes dialectales.
"Mientras los científicos sociales vemos peligro por todas partes, los actores sociales actúan y generan soluciones", señaló el investigador, quien observa la globalización no como algo necesariamente malo.
Y es que, como señaló Gilberto Jiménez, la globalización no sólo significa mercantilización, sino la posibilidad de participar con una identidad propia en un mundo amplio.
O como lo planteó Guillermo de la Peña: si bien la circulación de los productos culturales es global, la recepción es local, es decir, en términos de códigos locales, lo cual los diversifica ante una posible homogeneización.
Un ejemplo, indicó, es el jazz como un producto globalizado, pues existe el jazz de los negros, el de los blancos, el que se hace en Rusia o en otros lugares del mundo distintos a donde surgió.
"Siempre hay una relación dialéctica entre lo global y lo local. Pueden coexistir perfectamente. Puedo ser global y local al mismo tiempo. Pienso globalmente, pero actúo localmente". dijo.
Los males del paternalismo
Pero fue Pedro Tomé quien, con algunos de sus planteamientos, inquietó a más de un académico. Para él, de entrada, no existen culturas locales, pues toda cultura, sostiene, es mestiza. "Además, cuántas culturas no han desaparecido antes de la mundialización", preguntó el investigador de la Universidad de Salamanca.
Como de algún modo lo planteó García de León, Tomé prefirió no diferenciar entre alta cultura y cultura popular, pues se trata de "un invento" de la teología moderna de los siglos XVII y XVIII, en la que se generó una "religión oficial" para las elites y una "religión popular" entendible para el vulgo.
Por ello tampoco avaló la diferenciación entre "arte" y "artesanía". Es más, Tomé asumió de manera explícita la desaparición de la llamada "cultura popular".
Y explicó que si antes se ponía a la "civilización" por encima del "salvajismo" y la "barbarie", ahora se invierte el esquema y, de un modo paternalista, se hace una apología de lo popular. "Ahora lo bueno y lo verdadero es lo de los campesinos y los indígenas".
Se da así, agregó, un paternalismo del Estado sobre los productores de cierto saber. "Que el pueblo produzca saber y, además, lo ponga en práctica, eso sí es peligroso".
En el fondo, señaló en otra cercanía con García de León, permanece la idea de que los campesinos y los indígenas no cambien. Por eso, dijo, lo que hay que profundizar es "la democratización de las decisiones" sobre el futuro de estas culturas, es decir, que decidan por sí mismas lo que les conviene.
Alfons Martinell, un tanto en conconrdancia con todo lo anterior, planteó que, sin localismos, las culturas locales deben jugar a la globalización.
Para ello, dijo, es fundamental la posibilidad de las culturas locales para lograr poder político y una capacidad propia para la diplomacia, más allá de la diplomacia del Estado, ya insuficiente. Todo ello a fin de insertarse en el diálogo entre las culturas del mundo.
Michael Crang, al final, expuso una "concepción inglesa": asumir las raíces culturales no como algo afín a la inmovilidad, sino como una forma de conectarse con las demás culturas.