VENTANAS
Eduardo Galeano
Receta del asado
EN LA CUMBRE del cerro de Montevideo, el escribano
Nelson Rodríguez escuchó la voz del Cielo, y de sus dichos
dio fe. Y así fueron dictados los mandamientos del buen parrillero:
No usarás leña de los árboles altos,
ni de los petizos. Tampoco es digna del fuego la leña de los árboles
medianos, que da asados mediocres.
No aceptarás carne del costado derecho, que es
dura, trabajosa para el diente, porque sabido es que del lado derecho duermen
todos los bichos que van a parar al asador.
No darás vuelta a ningún trozo de carne,
antes de que haya derramado noventa y nueve gotas de grasa sobre las brasas
ardientes.
No dejarás tu cuchillo al alcance de nadie, porque
con los envidiosos nunca se sabe.
No permitirás que tus invitados anden deambulando
por ahí. Los ubicarás al modo de las plateas de los teatros,
ante el escenario del fogón, para que ellos aplaudan tu obra paso
a paso.
No usarás sal, que cualquiera la compra. La carne
a la lágrima es el más alto deleite. Con lágrimas
de emoción regarás la carne del animal asado.
Y con abundante vino tinto regarás tu carne de
maestro asador, mientras se va cumpliendo la noble faena.