Iraquíes alimentan a marines hambrientos
Soldados aceptan comida de refugiados; desoyen advertencias
de envenenamiento
AGENCIAS
"Jamás pensé que un huevo duro pudiera ser
tan delicioso", decía extasiado un soldado en el frente, mientras
devoraba literalmente ese "manjar" obsequiado por la población civil
iraquí, expulsada por el avance de la guerra.
Sin embargo, contra toda lógica, no se trataba
de un guardia republicano o de un integrante de las milicias de resistencia,
sino de un marine estadunidense.
Porque
según consigna un despacho de Afp, corresponsales constataron que
infantes de marina estadunidenses, cuyas raciones de alimentos se han agotado
desde hace varios días, consumieron sin temor a ser envenenados
la comida que les ofrecieron civiles iraquíes que huyen de los combates
en el centro de Irak.
A miles de kilómetros de distancia, en la confortable
sala de prensa del Departamento de Defensa, un portavoz del Pentágono
aseguraba a los reporteros que sus fuerzas no tienen problema alguno de
aprovisionamiento.
"No hay ningún problema (...) el agua, la comida
y las municiones son entregadas normalmente", afirmaba enfático
el general Stanley McChrystal. "El despacho de los equipos y de otras cosas
son siempre un desafío en un campo de batalla, pero todo va muy
bien."
Todo esto tiene que ver con la táctica de las fuerzas
angloestadunidenses de evitar los focos de resistencia camino a Bagdad,
lo cual tornó vulnerables las caravanas de reabastecimiento terrestre.
Eso obligó a los aliados a detener su avance hacia la capital en
espera de agua, alimento, tropas, tanques, municiones y combustible, apuntaron
comentaristas y analistas en Washington.
Por ello, los soldados de una división de vanguardia
de los marines, aislados del convoy de aprovisionamiento, bloqueado
en la retaguardia, comenzaban a sufrir por falta de agua y alimentos. Después
de haber avanzado durante tres días en medio de violentos combates,
la división se detuvo 250 kilómetros al sur de Bagdad para
esperar abastecimiento.
Fue donde los militares entraron en contacto con dos autobuses
de civiles iraquíes que venían huyendo del sur, contó
Kenneth Wilson, un sargento que habla árabe.
Los iraquíes, que se habían preparado para
huir lejos de las líneas del frente, llevaban para su travesía
"carneros y pollos y habían cocinado huevos y papas", relató
Wilson.
Al pasar por el campamento militar, los dos autobuses
se detuvieron y las mujeres dieron comida por las ventanillas a los soldados
hambrientos, quienes se mostraron encantados por el inesperado "banquete",
pues desde hacía dos días estos infantes de marina economizaban
sus raciones y comenzaban a sufrir por falta de agua.
"Nos dieron huevos y papas. Pienso que la población
local nos agradece y quiere ver la caída de Hussein. Fue un gesto
muy hermoso", estimó el soldado Tony García.
Mientras los soldados se lanzaban sobre la comida que
les ofrecían los iraquíes, un médico de los marines
les advertía a gritos que esos alimentos podían estar
envenenados.
Ignorándolo por completo, los soldados se pusieron
a preparar un fondue con queso australiano, pero devoraron las papas
antes de que el queso se derritiera.