Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 30 de marzo de 2003
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Política

Juan Saldaña

El olvido anhelado

El espantoso inicio y la tan temida y arbitraria penetración militar de Estados Unidos (Ƒy sus aliados?) en territorio iraquí es una reproducción demencial de los peores escenarios imperialistas de los últimos tiempos. Tales hechos, pues, están presionando cada vez más hacia obligadas reflexiones sobre los principios que orientaron secularmente la política exterior mexicana.

Esto ha cobrado oportunidad precisamente cuando se hace indispensable definir, con claridad y precisión, la postura de México ante los acontecimientos.

Hoy resulta demodé recordar la funcionalidad histórica de la Doctrina Estrada. Poco o nada interesa recordar, por ejemplo, los señeros principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos. Aludir, por ejemplo, al premio Nobel de la Paz Alfonso García Robles y su batalla valiente y denodada por alejar en definitiva a nuestras naciones americanas de la carrera armamentista.

Parece mentira, pero estos indeclinables principios de política internacional que dieron lustre a la presencia de México en el mundo son intencionalmente empobrecidos por la mezquina y lamentable condena global a las sombras del pasado.

Debemos distiguirlo de una vez por todas. La política exterior de México debe mantenerse en absoluto al margen de las luchas de partidos. Pertenece a la nación. No es ni será nunca plataforma electoral de partidos o facciones. ƑDolerá acaso que nuestra política externa haya sido diseñada en los tiempos de la hegemonía priísta? Porque si de eso se trata, hay que ir recordándolo todo.

Al impulso de las demandas del pueblo mexicano, por sus conquistas y presiones, por su historia y sus pasiones, avanzó la nación. Gobernó esas décadas el partido plural y generoso que fue el PRI. Después lo corrompieron. Lo vejaron, lo ofendieron. Pero la historia es la historia. ƑCómo pueden negarla?

Luis Javier Garrido lo afirma con lucidez en nuestro diario. De no darse la repulsa firme y vertical, clara y explícita a la campaña genocida de Estados Unidos en Irak, estaremos jugando a la inconciencia irresponsable con el destino de la humanidad.

México ha sido siempre pacifista. ƑSerá necesario recordarlo? De las entrañas mismas de su historia, con su sangre y sus lágrimas armó México su política exterior. No fue casual. No fue construida en el gabinete de los técnicos diseñadores del Estado, ni tampoco objeto de especulación financiera alguna. No intervención y autodeterminación de los pueblos constituyen principios encarnados, a flor de piel, en la historia de nuestro pueblo colonial y avasallado. Son grito de libertad y programa que han guiado el más alto desempeño de la diplomacia nacional. Si cobraron forma y presencia en los tiempos del PRI es otra cosa. No importa si causa escozor. No tiene vuelta. La historia es la historia. Aunque duela.

Que la mezquina lucha electorera no empeñe la visión, señor Presidente. Hay más urgencias próximas. Irak es la cuestión. Condenemos con pantalones bien puestos la agresión. No hay componenda posible. La ruta es clara y además lo mejor de México es respetado y querido en el mundo por sus principios y no por platos de lentejas.

La condena debe escucharse. Debe expresarse clara y distinta. No admite diferendos ni retrasos. No son votos ni curules del Congreso que viene. Es México todo. Es la nación. Hay que expresarlo. Saddam es anecdótico ante la dignidad histórica de México. El pueblo iraquí, hoy martirizado por el gigante invasor, debe sentirlo. México está con él. No tenemos armas, señor Presidente, sólo principios. Aludamos a ellos. Recordémoslos. Que no nos acusen nuestros hijos de oscuros olvidos, o lo que es peor, de olvidos anhelados.

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