El artista ruso-mexicano pugna por recuperar
el sentido original del arte que desarrolla
Con 60 años en la pintura, Vlady monta retrospectiva
en el Cuevas
''Temo que el creador moderno sucumba a la comercialidad;
la mentalidad que mueve al mundo es la mercantilización'', lamenta
Considera que ahora es imposible tener rigor en la pintura
ARTURO JIMENEZ
Nacido en 1920, el pintor ruso-mexicano Vlady ha decidido
que llegó la hora de las miradas retrospectivas y de la contemplación
del propio trabajo realizado desde hace 60 años. Ese es el sentido
de la exposición Selección de obras de Vlady, que
con 37 cuadros abró el pasado miércoles como parte de las
celebraciones por el décimo aniversario del Museo José Luis
Cuevas y de los homenajes que este espacio rinde a los artistas de la generación
de la ruptura.
"Lo que vengo a decir con esta exposición, si quiero
ser lo más modesto que pueda, porque también soy modesto,
es que hay que ser pintor, que hay que ser pintura y que el arte moderno
no es pintura. El arte moderno es un arte moderno, correspondiente al barrio
en que vivimos, donde hay que excremar de todos estos muñecos (maniquíes)
con pantalones o sostenes y de todos estos ruidos a veces interesantes
(el entorno de ambulantes que rodea al Museo Cuevas) y hacer pintura. El
arte moderno hoy día es decir cualquier cosa con cualquier medio.
La pintura es decir lo que hay que decir, con sus propios medios.
"Lo que me he propuesto es hacer la pintura en la línea,
en la tradición de los grandes pintores del siglo XV hacia atrás.
Todo lo que es manejar el color sobre una superficie. Es un rigor y un
trabajo mortal. Hoy día es imposible. Y esa es la tentación."
Para
Vlady, debe volverse a fórmulas pasadas, como la espiritualidad
religiosa, el pensamiento, la poesía, la intelectualización
mediante la interiorización o la alquimia, pues el pintor, considera,
"es un poco un alquimista".
Vlady siempre he hecho cuadros de tamaño grande
para, dice, no poder venderlos. "Uno de los aspectos que más temo
en la vida del pintor moderno actual es que se venda a la comercialidad.
La filosofía, la mentalidad que mueve a todo el mundo es el comercio.
Es una forma de convivir y de explotarnos o ayudarnos mutuamente.
"Pero el arte no puede someterse a esta ley, por más
que el artista tenga que vivir. El vive para pintar, no pinta para vivir.
Esta es una lección que aprendí de muy joven, a los 17 años,
de Van Gogh, y es la que me impulsó a hacer la vida de pintor y
poco a poco ir abandonando la vida de la militancia revolucionaria, en
la que nací y, de manera natural, tuve que asumir".
Vlady es hijo de Víctor Serge, reconocido pensador,
escritor y revolucionario cercano a Trotsky que, por lo mismo, tuvo que
salir exiliado de la ex URSS perseguido por el régimen estalinista.
"Era una época en la que la revolución perdía, no
ganaba. El siglo XX se caracteriza por la crueldad y la tragedia de las
revoluciones. Y yo viví este drama con mucha conciencia y claridad.
"Desde joven intuí que la revolución en
este periodo estaba en mal la situación. Había que hacerla
de todos modos, sí, pero se hacían mal y resultaba a veces
peor. En Rusia, desde que dejó de ser una revolución internacional
para convertirse en una revolución nacional, se ahorcó. Un
imperio nacional aislado en el que la cultura no fue llevada a la liberación
del alma. Habrá otras revoluciones porque no hay otros caminos para
la transformación, pero esperemos que no sean tan violentas."
Cuauhtémoc Cárdenas y Samuel Ruiz
Entre las 37 obras de formatos mediano y grande se exhibirán
16 retratos y autorretratos. "Jamás he hecho retratos como retratista,
sino como pintor. Por eso hay muchos retratos que no son convencionales.
Y además hay una evolución en ellos. Por ejemplo, últimamente
es obvio que ya no dibujo con líneas, sino haciendo grises, negros,
etcétera. Se puede decir que son pinturas al lápiz."
Entre las obras figura un dibujo aún inconcluso
de Cuauhtémoc Cárdenas, del cual también hace la versión
al óleo. "Es un retrato interesante porque aparece con su hija,
que es una preciosidad, un ángel, una muchacha que no es común.
El parece un hombre hosco, pero no lo es; es un hombre sensible y muy reflexivo,
como Hamlet. La obra se llama Camila con su padre".
También será expuesto el óleo Tatik
(1996-1997), obra en la que aparece el obispo Samuel Ruiz, Mamiografía
bolchevique y La casa, óleos de 1967 pertenecientes a
la serie Tríptico trotskiano, además de La pesadilla
(1979) y autorretratos como el del singular nombre Mi madre (1985)
y otro de 1991.
Incansable pensador de lo social, lo político y
lo artístico, dice: "Si la obra de arte sólo ilustra un tema,
no cumple su cometido. Lo que se puede decir por teléfono de un
cuadro, no necesita del cuadro. El cuadro tiene que expresar cosas que
por teléfono no se pueden decir.
"Yo espero que mi expresión también aporte
algo. Ahora, ¿qué es? Quizá no es posible saberlo,
porque deviene. La obra que sale, deviene, camina, fecunda. Es un polen
que fecunda el sentimiento de los demás, por lo general de manera
inconsciente. Y como hay una tal abundancia de cosas chafas, sin interés,
pues con esto se quedan. Pero después se condensa en mantequilla
la leche."