GUERRA CONTRA IRAK
Reflexión durante la conferencia América
Latina y la guerra global
Para EU, los rezos en árabe no llegan al cielo:
Monsiváis
Ponentes de cinco países debaten sobre el conflicto
armado en Irak
LUIS HERNANDEZ NAVARRO
Cuando el escritor Carlos Monsiváis afirmó
ante un auditorio de mil universitarios -que previamente lo habían
ovacionado- que la actitud que el gobierno de George W. Bush ha asumido
hacia sus críticos pareciera consistir en decirles: ''El que no
esté conmigo aparecerá en la foto del gabinete de guerra
de Hussein'', la concurrencia soltó la carcajada. Lo mismo hicieron
al escuchar que, por lo visto, el nuevo imperio cree que en el cielo hay
un letrero que indica: ''No se atienden rezos en árabe''.
En lo que bien podría ser un nuevo capítulo
del libro Aires de familia: cultura y sociedad en América Latina,
el cronista reflexionó, ante un público mayoritariamente
juvenil, sobre el significado de la nueva guerra del Golfo y las respuestas
que ha provocado en México y las sociedades del cono sur.
Pero no fue el único. Carlos Monsiváis fue
el tercer orador de la tarde en la conferencia América Latina
y la guerra global, realizada en el Tecnológico de Monterrey,
campus ciudad de México, el pasado 28 de marzo. El foro, parte de
la Cátedra Alfonso Reyes, fue convocado por el mismo Tec
y la New York Univesity (Centro Rey Juan Carlos I) y contó, además
del discurso inaugural del rector de la institución sede, con la
participación de seis ponentes: Martín Caparrós (Argentina),
Eduardo Subirats (Brasil), Erna von der Walde (Colombia), Margarita Serje
(Colombia), James Fernández (Estados Unidos) y Carlos Monsiváis.
Críticos humanistas del imperialismo moderno
La
conferencia fue un momento de discusión pública entre un
grupo de intelectuales sobre el significado, para el presente y el futuro
de América Latina, de las estrategias de la guerra global unilateralmente
declarada por Estados Unidos, en un momento en el que el cono sur vive
un cambio tan importante como el de las transiciones posdictatoriales por
las que atravesó hace unas décadas.
Tres conceptos centrales animaron la reflexión.
Primero: la reivindicación del papel de los intelectuales como críticos
humanistas del imperialismo moderno. Una tradición que ha sido desplazada
por el posmodernismo estadunidense del siglo pasado. Segundo: señalar
la función económica y política de la violencia creciente
en América Latina, la militarización de los conflictos derivados
de la destrucción social, el control global de la información,
la desarticulación de las instituciones intelectuales nacionales,
las invasiones territoriales y la destrucción ecológica corporativa
a escala masiva. Y tercero: poner de manifiesto los límites y a
menudo la ausencia de voces intelectuales de alcance latinoamericano y
global como resultado de la llamada globalización.
James D. Fernández, director del Centro Rey Juan
Carlos I de España, en Nueva York, narró cómo el 11
de septiembre de 2001 circuló en las calles de esa ciudad el rumor
de que ese día trágico habían sido secuestrados 11
aviones y no sólo cuatro, como se supo en primera instancia. Según
el profesor Fernández, en ese momento ''todos éramos unos
niños'' en estado de miedo, dependencia y gratitud, estado en el
que aún hoy se mantiene buena parte de la población estadunidense
gracias, en parte, a que el fantasma de los siete aviones restantes sigue
sobrevolando los cielos y las mentes de los ciudadanos de aquel país.
Contó también cómo en Union Square
se montó una capilla ardiente colectiva, en la que alguien escribió
la ambigua frase ''en la crisis hay oportunidades''. Ambigua porque lo
mismo servía a aquellos que desde 1992 tomaron la decisión
de construir un mundo unipolar, como a quienes consideraban que aquello
era una posibilidad para forjar un mundo más justo.
Monsiváis comenzó su intervención
haciendo un recuento de la ilegal e ilegítima nueva guerra del Golfo
y sus barbaridades. Según él, las tropas angloestadunidenses
han asumido con el pueblo de Irak la actitud de ''les regalo la libertad
con el único requisito de que se conviertan en cementerio''. Explicó
después cómo en el enfrentamiento entre Estados Unidos y
la Unión Soviética, en el marco de la guerra fría,
la mayoría de la población mexicana optó por su vecino
del norte.
A pesar de ello, de acuerdo con el autor de Días
de guardar, en América Latina se produjo una enorme solidaridad
con la revolución cubana, que Fidel Castro logró conservar
durante una década; sin embargo, la pérdida de libertades
en la isla y el desarrollo de un gobierno dictatorial le hicieron perder
muchos de esos apoyos. Al igual que con Cuba, la guerra de Vietnam y la
participación estadunidense en el golpe de Estado contra Salvador
Allende en Chile provocarían el crecimiento de un fuerte sentimiento
contra Washington en el continente.
En la línea de Entrada libre, el cronista
explicó cómo el neoliberalismo y la arrogancia imperial fueron
tejiendo la ofensiva de la religión financiera. Recordó que
el argentino Menem brindó apoyo a la primera guerra del Golfo. El
11 de septiembre -dijo- sorprendió y provocó una ola de solidaridad
con Estados Unidos, que sus elites muy pronto olvidaron comportándose
como quienes tienen los títulos de propiedad del mundo.
Según Monsiváis, América Latina se
ha convertido en una entidad, las más de las veces retórica,
y el nacionalismo tradicional se ha ido desvaneciendo para dar paso a una
conciencia nacional cada vez más internacional. Existe allí
una conciencia creciente de que el enemigo no es el pueblo estadunidense,
sino el racismo y el autoritarismo de muchos de sus gobernantes.
Para el escritor, la exigencia de paz que existe
en América Latina es otra incorporación a la vivencia planetaria.
En el caso de México, señaló que Fox debería
escuchar la resolución del Senado. Criticó severamente a
quienes en las manifestaciones contra la guerra se dedican a lanzar piedras
y a corear consignas como ''La paz burguesa/no nos interesa'' y ''Hussein
escucha, estamos en tu lucha''. Juzgó que estas expresiones son
muestra de un atraso enorme. ''La impotencia -dijo- dispone de su vanguardia
militante''.
Centrándose en el análisis del discurso,
la crítica literaria Erna von der Walde explicó que las categorías
creadas por el posmodernismo ocultan más que esclarecen la realidad
latinoamericana. Aseguró que el continente es un conglomerado de
localidades que no se conectan unas con otras, y que sus pensadores deben
hacer escalas en Nueva York, Londres o Francfort.
Martín Caparrós realizó, utilizando
el caso de Argentina como ejemplo, una larga reflexión sobre la
relación entre política y violencia. Según él,
''estamos ante una guerra que cambiaría la forma en que las guerras
se han legitimado en las últimas décadas''. Aseveró
que ''el debate sobre la violencia política no forma parte de nuestros
debates''. Recordó a El Padrino (''No me gusta la violencia,
Tom: yo soy un hombre de negocios. La sangre es un insumo caro''), como
ejemplo de la manera en la que en el debate en marcha sobre la guerra y
la violencia se ha asumido una posición angelical por la paz que
no significa nada.
Por su parte, la colombiana Margarita Serje ofreció
una visión del conflicto que desafía la interpretación
usual de la violencia en su país como producto de la ''Colombia
de la periferia'', en la que el Estado tiene poca presencia.
Retomando la experiencia de la explotación petrolera
(clave para Estados Unidos en esta etapa) mostró cómo las
condiciones de violencia no son exclusivas de ''la otra Colombia'', sino
parte de la estrategia para integrar a estas tierras al mercado global.
Recordó que su país es la tercera nación receptora
de ayuda militar de Washington.
Para concluir la conferencia, Eduardo Subirats resumió
su concepción sobre las guerras globales, al afirmar que parten
de dos principios fundamentales: la capacidad de desplazamiento rápido
de los aparatos de destrucción militar, y la fuerza letal de sus
armas. Su objetivo son zonas sensibles por su riqueza energética,
biológica o acuífera. Señaló que se realizan
sobre la base del totalitarismo mediático, el monopolio de la cultura
y la corrupción de la democracia. Son, dijo, una nueva forma de
fascismo. Se tratan, según él, de guerras de civilización,
emparentadas con la toma de Granada o la destrucción de Tenochtitlán,
de guerras coloniales que buscan construir un superpoder mundial. Sin embargo,
de acuerdo con el autor de El continente vacío, el proyecto
civilizatorio que quieren imponer es inviable por el enorme costo ambiental
y la desarticulación comunitaria que requieren.
Lejos del pesimismo, Subirats finalizó advirtiendo
sobre la oportunidad única para un nuevo proyecto de futuro y una
nueva espiritualidad que la situación abre.