GUERRA CONTRA IRAK
Asciende a 62 el saldo mortal del ataque del pasado
viernes en Bagdad
Pedazo de metal, prueba de que misil angloestadunidense
destruyó un mercado
Siguen bombardeos sobre la capital de Irak; dañan
antenas parabólicas del Ministerio de Información
ROBERT FISK ENVIADO ESPECIAL THE INDEPENDENT
Suburbio de Shu'ale, Bagdad, 29 de marzo. El pedazo
de metal tiene sólo 30 centímetros de alto, pero los números
que lleva inscritos dan una pista de la atrocidad más reciente cometida
en Bagdad. Esta tarde la cifra de civiles muertos había llegado
a 62 como mínimo, y el texto cifrado en ese trozo de metal contiene
la identidad del culpable.
Estadunidenses e ingleses se han esforzado este día
por insinuar que un misil antiaéreo iraquí destruyó
estas docenas de vidas, y añaden que están "aún investigando"
esta matanza. Pero la clave está en lenguaje occidental, no árabe.
Y muchos de los sobrevivientes oyeron el avión.
Esta mañana en el hospital Al-Noor tenían
lugar escenas desgarradoras de dolor y sufrimiento. Una niña de
dos años, envuelta en vendajes y con una sonda en la nariz y otra
en el estómago. Todo lo que pude ver de ella eran la frente, dos
ojitos y la barbilla. Junto a ella, la sangre y las moscas cubrían
un montón de viejos vendajes y torundas. No lejos de ahí,
en una cama sucia, estaba Mohammed Amaid, de tres años de edad,
con apretados vendajes en el vientre, las manos y los pies. Había
un gran montón negro de sangre coagulada al pie de su cama.
Este hospital no cuenta con computadoras y apenas tiene
el más primitivo aparato de rayos X. En cambio el misil estaba guiado
por computadoras, y esa parte vital del fuselaje tenía una cifra
en lenguaje de computadora, que puede ser fácilmente verificado
por los estadunidenses... si quieren. Dice: 30003-704ASB-7492. La letra
B está raspada, pudiera ser una H. Se cree que podría ser
un número de serie. Viene seguida por otra clave a la que los fabricantes
de armas se refieren como número de "lote". Dice MFR 96214 09.
El
trozo de metal que lleva las claves fue recuperado unos minutos después
de que el misil explotó, al anochecer del viernes, por un anciano
cuya casa estaba a sólo 100 metros del cráter de dos metros
de ancho. Ni siquiera las autoridades iraquíes saben que existe.
El misil arrojó trozos de metal entre la multitud, en particular
mujeres y niños, y a través de los muros de ladrillo barato
de las casas del lugar, cercenando extremidades y cabezas. Por ejemplo,
tres hermanos, el mayor de 21 años y el menor de 12, fueron desmembrados
en la sala de su vivienda de adobe, ubicada en la calle principal, frente
al mercado. Dos casas más allá, dos hermanas murieron en
la misma forma.
"Jamás habíamos visto heridas como éstas",
me dijo después el doctor Ahmed, anestesista del hospital Al-Noor.
"Estas personas fueron perforadas por docenas de esquirlas de metal."
Estaba en lo cierto. Un anciano que visité en un
pabellón del hospital tenía 24 hoyos en la parte trasera
de las piernas y en los glúteos, algunos tan grandes como monedas
de una libra. Una radiografía que me mostró uno de los médicos
mostraba claramente por lo menos 35 rebabas de metal aún incrustadas
en el cuerpo del viejo.
Como la zona donde ocurrió la matanza del jueves
en la avenida principal de Sha'ab -en la que por lo menos 21 civiles iraquíes
perecieron por el impacto o incinerados por dos misiles lanzados por un
jet estadunidense-, Shu'ale es un vecindario de musulmanes chiítas
pobres, en este caso con tiendas de comida ubicadas en casetas de hierro
corrugado o de cemento y casas de ladrillo de dos piezas. Son precisamente
éstos los pobladores que Bush y Balir esperan que se levanten en
insurrección contra Saddam. Sin embargo, este día la ira
estaba dirigida a estadunidenses y británicos, por ancianas y afligidos
padres y hermanos que hablan sin vacilación, ante la ausencia de
los generalmente ubicuos "comisarios" del gobierno.
"Esto es un crimen", me dijo. "Sí, ya sé
que dicen que les disparan a los soldados, pero, ¿ve usted algún
militar? ¿Ve misiles aquí?"
Tuve que decirle que no. Unos cuantos periodistas reportaron
haber visto el jueves un misil Scud en un transporte, cerca de la
zona de Sha'ab, y que había armas antiaéreas en los alrededores
de Shu'ale. En cierto momento de esta mañana escuché un jet
estadunidense pasar a toda velocidad sobre la escena de la matanza y alcancé
a ver la cauda de un misil tierra-aire que lo perseguía inútilmente,
elevándose sobre las casuchas en el cielo azul oscuro. Una batería
antiaérea -fabricada cerca de 1942- también abrió
fuego a unas calles. Pero aun si los iraquíes colocan o transportan
sus municiones cerca de las ciudades perdidas, ¿justifica eso que
los estadunidenses disparen hacia esos vecindarios sobrepoblados, en zonas
que saben que contienen calles y zonas comerciales atestadas, y a plena
luz del día?
El ataque de la semana pasada en la avenida de Sha'ab
fue realizado sobre una arteria principal a mediodía, durante una
tormenta de arena, cuando era claro que docenas de civiles morirían,
sin importar a qué objetivo le tiraba el piloto.
"Tenía cinco hijos y ahora me quedan sólo
dos, ¿y cómo sé si éstos van a sobrevivir?",
me preguntó hoy un hombre de anteojos, de mediana edad, con quien
charlé en la pieza de atrás de su casa, de piso de cemento.
"A uno de mis hijos le dieron en los riñones y el corazón.
Tenía el corazón lleno de esquirlas que entraron por las
ventanas. Todo lo que puedo decir ahora es que me siento triste de estar
vivo."
Un vecino interrumpió para decir que había
visto el avión con sus ojos. "Vi el costado del avión y noté
que cambiaba de rumbo después de lanzar el misil." Localizar aviones
se ha vuelto parte primordial de la vida cotidiana en Bagdad. Y al lector
de mi diario que tuvo la gentileza de preguntar la semana pasada si pude
ver con mis ojos el avión estadunidense sobre la ciudad, tengo que
decirle que en al menos 65 incursiones aéreas, pese a mi vista de
lince, no he visto realmente un solo avión. Los oigo, sobre todo
en la noche, pero vuelan a velocidad supersónica. En el día,
por lo general, pasan arriba de las nubes de humo negro que se ciernen
sobre la ciudad. Una sola vez localicé un misil crucero -estos misiles
y los cohetes Tomahawk vuelan a sólo 600 kilómetros
por hora- y lo vi pasar sobre un bulevar rumbo al río Tigris. Pero
el humo gris que se levanta del suelo como los dedos de una mano muerta
es inconfundible, junto con el estruendo. Y cuando se les puede encontrar
las claves de computadora cuentan su historia, como sin duda lo harán
las del misil que se abatió sobre Shu'ale.
Toda la mañana de hoy los estadunidenses estuvieron
atacando de nuevo, disparando sobre objetivos ubicados en el perímetro
de Bagdad, donde las tropas iraquíes cavan defensas, y en el centro.
Un cohete lanzado desde el aire explotó en el techo del Ministerio
de Información, destruyendo un conjunto de antenas parabólicas.
Un edificio de oficinas, desde el que estaba yo observando el bombardeo,
literalmente, se bamboleó varios segundos durante un ataque prolongado.
Incluso en el hospital Al-Noor los muros temblaban mientras los sobrevivientes
de la matanza del centro comercial trataban de salvar la vida.
Hussein Mnati tiene 52 años y sólo se me
quedó viendo -con la cara tachonada de fragmentos metálicos-
mientras las bombas se abatían sobre la ciudad. Un joven de 20 años
estaba sentado sobre la cama de al lado, con el muñón del
brazo izquierdo empapado de sangre y cubierto de vendajes. Sólo
12 horas antes tenía un brazo izquierdo, una mano izquierda, dedos.
Ahora apenas empezaba a recordar lo ocurrido. "Yo estaba en el centro comercial
y no sentí nada", me dijo. "El cohete llegó y yo estaba a
la derecha de él, y luego una ambulancia me llevó al hospital."
No sé si los sedantes le habían calmado el dolor de la amputación
o no, pero quería hablar. Cuando le pregunté su nombre, se
incorporó en la cama y gritó: "Me llamo Saddam Hussein Jassem."
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya