Se reconocerá al músico por sus
60 años de trayectoria el 5 de abril en ese recinto
En Bellas Artes homenajearé a la gente, a mis
amigos: El Negro Ojeda
Rumbero, jarocho y trovador por vocación, considera
que el capitalismo no logrará apoderarse del planeta ni con una
guerrita rápida Siempre sentí la necesidad de ser
libre, expresa el cantante
RAMIRO GOMEZ LUENGO ESPECIAL
Chilango de nacimiento, aunque rumbero, jarocho
y trovador por herencia y vocación, Salvador El Negro Ojeda
cantará su historia el próximo 5 de abril, cuando el Palacio
de Bellas Artes le abra sus puertas en reconocimiento a una trayectoria
de 60 años, en los que ha sido ejemplo de congruencia y compromiso,
pero, sobre todo, de amor por la música.
Aunque lejano, aquel 27 de enero de 1931, cuando abrió
sus ojitos, El Negro recuerda cómo la presencia de unos padres
enamorados de la cultura jarocha lo inspiró desde muy pequeño
a tocar la jarana y el piano, instrumentos que aprendió de oído
y que le sirvieron para componer sus primeras canciones cuando apenas tenía
12 años.
"Sin embargo -explica-, la experiencia que me marcaría
para siempre ocurrió en 1946, cuando descubrí la música
popular cubana, con la cual me entusiasmé a tal grado que fundé
un grupo de rumba con el que debutamos en un restaurante del Paseo de la
Reforma.
"Durante los siguientes 15 años, previo paso por
el Orfeón Infantil Mexicano, en el que extendí mis conocimientos
en la música coral, formé y enseñé a diferentes
grupos de aficionados a éste y otros géneros musicales: romántico,
folclor mexicano, latinoamericano y canción vernácula."
Pero la piedra angular en la trayectoria del Necio de
Sotavento rodó en 1962, cuando decide abrir en su natal colonia
Del Valle el café cantante Chez Negro, precursor de lo que después
serían conocidas como peñas, en el que el plato fuerte era
la variedad que hacía con el acompañamiento de los parroquianos.
"Había desde principiantes que poco después
brillarían en mayor o menor medida, como Gerardo Tamez, Nacho Méndez,
Matilde, Jano Portillo, Margarita Bauche y Berta Cabal, hasta profesionales
ya consagrados, entre ellos Lola Beltrán, Chamín Correa,
Paco Michel y Milla Domínguez.
"Fue allí donde conocí a René Villanueva
y los hermanos Avila, con quienes fundamos en 1966 el grupo Los Folkloristas,
del que fui director musical los siguientes dos años, periodo en
el cual grabamos tres discos y realizamos innumerables giras, programas
de radio y televisión", precisa.
Humanista por sobre todas las cosas
El
Negro revela que los movimientos estudiantiles que se dieron en esa
época, tanto a escala nacional como internacional, marcaron de manera
definitiva su pensamiento y quehacer artístico, que define como
humanista.
"El Che Guevara decía que primero había
que graduarse de hambre para después ser lo que tú quisieras:
guerrillero, cantor o doctor; para mí lo principal es saberse graduar
de ser humano, porque mi ideología es el humanismo, que está
más cerca de la izquierda que de la derecha."
Músico autodidacta, El Negro Ojeda señala:
"Nos preocupaba mucho la música social, pero a mí me preocupaba
la música en general, algo en lo cual choqué muchas veces
con René Villanueva, quien era mucho más militante, razón
por la cual opté por separarme de Los Folkloristas, pero seguimos
cooperando en muchos proyectos.
"Me dediqué a darle clases a grupos como Los Alberos,
Tupac Amaru y Los Papuras, así como a Amparo Ochoa y Tehua; tras
mi debut como solista en el auditorio Justo Sierra de la UNAM logré
establecerme como intérprete e investigador de nuestra cultura popular,
realizando hasta la fecha giras nacionales e internacionales."
Respecto del llamado canto nuevo, señala: "De golpe
y porrazo fuimos casi el único país donde no había
una dictadura militar y gracias a una política de asilo digna y
necesaria logramos dar albergue a gente como Angel e Isabel Parra, Daniel
Viglietti, Alfredo Zitarrosa, Carlos Díaz Caíto e Inti Ilimani,
sólo por nombrar algunos".
El Negro admite que su presencia siempre ha estado
un poco al margen de los medios, "pero es que yo nunca he buscado la notoriedad,
ya que todo lo que he hecho ha sido porque me ha caído o me han
venido a buscar. Mi regla de oro es jamás ir a pedirle chiche a
nadie; voy adonde me invitan, haya o no dinero, y agradezco que me den
la oportunidad de expresarme.
"Tal vez si me hubiera entrado la locura me habría
movido a un nivel mucho más comercial, con canciones suavecitas
y arreglos chidos, pero jamás me llamó la atención
saber cuántos discos iba a vender, cuánta lana me iba a embuchacar
o cuántos autógrafos firmaría, porque siempre sentí
la necesidad de ser libre."
Según El Negro, firmar con una casa disquera
establecida es estar consciente de que habrá imposiciones, que van
desde el repertorio hasta la pinta, así como entrevistas
y giras promocionales maratónicas, "que son lo único en lo
que te pueden ayudar, porque si no tienes realmente talento alueguito
te van a mandar a la chingada.
"Yo no critico a esa gente, porque hay que comer, pero
este dilema lo resolví dedicándome a la enseñanza
y, modestia aparte, llegó un momento en que ya no me daba abasto
con tanto alumno, porque la lista de espera era enorme."
Nada contra la música comercial
El Negro insiste: "Contra la música comercial
no tengo queja, pero sí tengo querella contra la mala música
intencionada, la que es producida con dolo por muchas disqueras, que encumbran
a gente que no tiene nada y a la cual usan como simples objetos para hacer
dinero y luego los tiran a la basura".
Interrogado acerca de si no consideraba que el canto nuevo
también llegó a volverse repetitivo, pretensioso y discursivo,
explica que "en su momento tuvo razón de ser, porque cumplió
una función, aunque un panfleto nunca va a pasar de ser eso".
Extremadamente delgado, El Negro Ojeda niega cualquier
asomo de enfermedad, "puesto que siempre he sido flaco y temblorino", pero
admite que los preparativos para el homenaje lo traen asoleado, ya que
está dedicando un promedio de cinco horas diarias a los ensayos,
sin dejar de lado que se ha involucrado a fondo con los detalles administrativos.
"En estos momentos mi talón de Aquiles son los
músicos, pues dependo por entero de ellos para presentarme dignamente
en Bellas Artes. Tengo que buscar a los mejores, a los más idóneos
para sentirme bien cobijado, gente que ya haya tocado conmigo y que casi
nos podamos leer el pensamiento.
"En México los músicos van por el hueso,
porque es su manera de vivir. Si no les doy chamba me dejan, pero aún
así hay gente que aunque le pagues bien padece de este problema".
El Negro Ojeda no niega que llegó al oído
del gran público en 1998, cuando salió a la luz su quinta
grabación solista: El Necio, en la que dio nuevo aire a composiciones
clásicas de su repertorio y elevó a alturas insospechadas
la canción que da título al disco.
Con voz afónica, pero una mirada que refleja toda
la intensidad de sus convicciones, El Negro Ojeda se sabe dueño
del inmenso cariño de la gente y que por lo mismo tal vez le perdonen
que desafine, "pero uno tiene que dar siempre lo mejor de sí mismo,
ya sea en Bellas Artes o en una carpa, ante dos o cinco mil personas.
"El concepto de homenaje en Bellas Artes no paga al artista,
por ende, la venta de entradas servirá para cubrir los gastos de
apertura del inmueble y el pago de los músicos. Por eso los organizadores
me han solicitado que busque patrocinadores a fin de lograr un margen de
ganancia, aunque doy por descontado un lleno."
El fin de las utopías
A mediados de los años 80 llegó la perestroika,
luego cayó el Muro de Berlín y volvieron las democracias
a Iberoamérica, cuando por ahí un genio del Departamento
de Estado proclamó el fin de la historia y el triunfo per secula
seculorum de la economía de libre mercado.
El Negro Ojeda escuchó aquello como quien
oye llover y no se moja y, necio como es, cita a Eduardo Galeano, el escritor
uruguayo, para interrogarse: "¿Quién tiene el derecho de
proclamar el fin de las utopías?
"Qué es la utopía. Das un paso adelante
y parece que estás más cerca de la luz, y piensas: ya viene,
pero de repente te encuentras con que no, que eran puras montañas,
puros cerros y después la nada, todo sigue igual. Qué es
la utopía, para que sirvió tanta chingadera si parece que
estás condenado a caminar siempre sin llegar a ningún lado.
Pero esa es la utopía, el perseguirla, el movimiento del alma, del
sentimiento de todo tu ser que te acompaña en pos de ella. Imposible
que se pare, que se detenga el mundo, porque eso no tiene remedio... esa
es la utopía para mí.
"La caída del llamado socialismo real no fue un
derrumbe de mi forma de pensar y actuar, sino simplemente nos alejó
un poco la meta, y aunque estés cansado, aunque digas 'chingue su
madre, ya no doy un paso más', lo caminado ya nadie te lo quita
y tendrás que hacer un esfuerzo extra."
Voluntad de vivir
Precisa: "Algo se mueve, no con la velocidad que quisiéramos,
pero algo se mueve y es la voluntad de vivir, de querer, de ser, y eso
no tiene remedio, así sean las experiencias más amargas y
esta renovación constante de la humanidad nunca va a permitir el
fin de la historia. Las contradicciones salvajes de este capitalismo brutal
van a ser las que finalmente lo corrompan, a pesar de que sus peleles creen
que con una guerrita rápida lograrán adueñarse
por completo del planeta".
El Negro precisa que la cosa
está tan mal, "que ya nadie podrá negarse la oportunidad
de vivir a fondo y sin pánico, porque peor no nos puede ir. Es en
las orillas de la muerte, donde se refuerza la vida y todos los hombres
de buena voluntad sólo queremos vivir en paz."
Si bien este homenaje, como casi todo lo que ha hecho
en la vida, le cayó del cielo, El Negro Ojeda recuerda que
hubo un intento fallido durante el sexenio de Ernesto Zedillo por parte
del entonces secretario de Educación Pública, Miguel Limón
Rojas, "gran admirador de mi trabajo y estaba aferrado en que debía
hacerme justicia mediante un reconocimiento.
"Elaboré un programa muy chingón en el cual
iba a presentarme haciendo duetos con un exponente de cada uno de los muchos
géneros que domino, incluidos Tehua, Oscar Chávez, Eugenia
León y Tania Libertad, entre otros, pero se vino abajo porque me
ofrecían todos los teatros de la República menos el que yo
quería: Bellas Artes.
"Ahora, cuando ya pensaba retirarme y descansar, puesto
que no tengo mucha chamba, ¡toma! Un día recibo una llamada
de Marcial Alejandro y David Haro para decirme que Bellas Artes me espera
el sábado 5 de abril a las 20 horas.
"Y para que vean que las desgracias nunca vienen solas,
el 30 de marzo habrá una presentación en el Museo de las
Culturas Populares de los amigos de este pinche negro, entre ellos Rafael
Mendoza, David Haro, Oscar Chávez, Tehua y Eugenia León."
El Negro expresa: "Este homenaje es para la gente,
porque yo me siento en deuda con todos aquellos que, aunque sea una sola
vez en su vida, han escuchado mis canciones. Es por ese chingo de amigos,
con muchos de los cuales me inicié y quienes además me patrocinaron
mis proyectos, que este pinche negro dice... ¡va!"