Rolando Cordera Campos
Principios para principiantes
Tiempos de guerra: tiempos de unidad nacional, para bien y para mal. Tiempos en que las fuerzas principales de la sociedad se topan con la responsabilidad de decidir y acordar sobre asuntos imprevistos, pero vitales.
México eligió hace unos años darle a la empresa privada un papel central en su desarrollo. Después de múltiples desencuentros, que recorrieron la historia del país a todo lo largo del siglo XX, en los inicios del actual parecía haberse encontrado el balance necesario: la IP al frente y el Estado detrás y como soporte.
Hasta ahora no ha sido así de fácil. Tanto desde el punto de vista económico como desde el político, la iniciativa privada no ha dado las muestras necesarias de que la caricatura que de ella se hacía en los años 60 quedó atrás (más que de iniciativa privada, se decía entonces, se trata de un sector "privado de iniciativa").
Pero el tiempo ha pasado y lo decidido en los últimos años del siglo pasado adquirió densidad y se plasmó en una suerte de "modelo" que no puede echarse atrás ni a voluntad ni a bajos costos. Más vale tratar de que funcione y de que la IP esté a la altura del papel que se le ha atribuido. De aquí también la necesidad de la crítica permanente de sus conductas y compromisos.
D. Zúñiga, A. Castellanos, Miriam Posadas y A. Urrutia nos informan en La Jornada del miércoles (p. 35) sobre el estado de ánimo de los empresarios. Los prohombres de la IP que se manifiestan ahora son casi los mismos que ayer, presas de la histeria, nos advertían del desastre que vendría de no votar con Bush y sus acólitos de los reinos anteriores. Esta vez prefirieron especular sobre las implicaciones que puede tener la guerra sobre nuestra economía.
La Coparmex, sin embargo, insistió en su mirada generosa: "empresas y sindicatos tendrán que negociar paros técnicos para enfrentar una eventual recesión". Bien informado de lo que ocurrió, su presidente hizo gala de agudeza analítica y puso la carreta delante del caballo: "la decisión de Estados Unidos le evitó a México las presiones que habría implicado una votación en el Consejo de Seguridad".
A su vez, Claudio X. González "consideró plausible que México le haya tendido la mano mínimamente a Estados Unidos, Inglaterra y España, tomando en cuenta nuestros intereses, pero prefirió no dar por hecho que no habrá represalias de Estados Unidos contra México... El tiempo nos lo dirá", sostuvo, y "tampoco apostó a que el conflicto será de corta duración".
Ninguno de los reporteados reiteró el barato disgusto empresarial con la "impertinencia" del discurso presidencial del lunes, que llevó a más de un o una bien pensante a confundir el papel de la argucia o de la fortuna en política exterior con la "conveniencia" de no informar al pueblo y la opinión pública de lo que pasa en terrenos propios de adultos que saben bien, como lo aconsejara X. González, que los "principios son para los principiantes". Pero el pragmatismo ñoño, que no ve más allá de sus narices, ni de sus intereses de fondo y largo plazo, ni entiende que los principios suelen ser indispensables para organizar la vida de las personas y de las naciones, campea en el bando empresarial y de ese virus se salvan pocos.
Citemos la excepción de la hora. Yeidkol Polevnsky, presidenta de la Canacintra, "reconoció que estaba preocupada por la decisión del presidente Fox debido a las presiones de Estados Unidos e incluso de empresarios mexicanos... Lo bueno -agregó- es que el Presidente no se dobló, se mantuvo a favor de la paz y privilegió la postura de la mayoría de los mexicanos. Esto muestra que... no tenemos que ser agachones. La crisis internacional hace aún más urgente una política para la reactivación del mercado interno".
Dejemos en paz eso de los principios y los principiantes, porque así planteado es en efecto para principiantes, en este mundo de la complejidad desbocada en el que el más pintado filósofo o especulador mundial hace referencia a la ética o la cohesión social, que en buena medida depende de algo más que de negocios o sonrisas en inglés. Vayamos a los fundamentals: el capital puede no tener patria, como dicen que dijo el profeta de los empresarios cosmopolitas (Marx), pero vaya que las empresas y sus gerentes requieren de una. La empresa necesita gobiernos amistosos y, de ser posible, de ella y para ella, pero para que eso se traduzca en ganancias y posibilidades de gastarlas, gozarlas y reinvertirlas se necesita que el Estado piense en gobernar para todos y no sólo en engañar y mantener quietas a las mayorías; cuando éstas se fastidian de tanta corrosión en la cumbre, despojan de legitimidad a gobiernos y gobernantes, la mitomanía se vuelve práctica política y la cosa se pone grave.
Y ahora el ABC: para ganar hay que invertir, emplear y arriesgar. Para tener libre comercio hay que tener reglas y hacerlas respetar, y esto sólo lo puede hacer un Estado respetable; para tener estabilidad hay que generar simpatías y apoyos, afuera, sin duda, pero sobre todo adentro, entre los que tienen con qué, pero más aún entre quienes no tienen. En fin, que como lo ha dicho y redicho Carlos Slim, la pobreza no es negocio; y el entreguismo tampoco.
Principios para principiantes: Ƒdónde están los prefectos?