REPORTAJE/UN CIUDADANO UNIVERSAL
Conjugó la visión científica con
una mirada estética del mundo
México debe a Humboldt el optimismo del siglo
XIX
El leitmotiv de Alejandro de Humboldt consistió
en ''investigar cómo se entretejen todas las fuerzas naturales'',
pues durante su estadía en la Nueva España, hace dos centurias,
se dedicó a indagar, preguntar y hablar con todo mundo
MONICA MATEOS-VEGA /I
Hace 200 años llegó a México un hombre
enamorado de la ciencia, quien, con ojo de artista, diseccionó no
sólo la naturaleza física de la Nueva España sino
el espíritu de una sociedad que se preparaba para ser libre.
El 23 de marzo de 1803 el científico alemán
Alejandro de Humboldt (1769-1859) desembarcó en el puerto de Acapulco.
Venía de visitar Venezuela, Cuba, Colombia, Perú y Ecuador.
Se trataba de la fase final de su recorrido por América, que había
iniciado en 1799, cuando se embarcó en el puerto de La Coruña,
España, con la intención de coleccionar plantas y animales,
estudiar la temperatura, la elasticidad, la composición magnética
y eléctrica de la atmósfera, las longitudes y paralelos geográficos.
''Pero en realidad -escribió entonces- mi verdadera
y única finalidad es investigar cómo se entretejen todas
las fuerzas naturales". Más aún, opina el historiador Elías
Trabulse, ''Humboldt fue un personaje que logró conjugar la visión
científica con una mirada estética del mundo",
Recorrido por América
Acompañado
por el botánico Aimé Bonpland, el barón De Humboldt
realizó un recorrido por el continente americano que tuvo ''rasgos
evidentes de aventura", explica Jaime Labastida en el libro Humboldt,
ciudadano universal (Siglo XXI, 1999), pues ''recoge la momia de un
hombre en el Orinoco, diseca una serpiente de cascabel en Cumaná;
examina gimnotos eléctricos del lago de Calabozo, levanta el perfil
de la Silla de Caracas, habla con todo mundo (aristócratas y gente
del pueblo), baja a las minas de los Andes y Nueva España, pregunta,
indaga; le interesa el arte, la cartografía, la economía
y las defensas militares; la arqueología y las lenguas aborígenes.
''Es un revolvedor de archivos, mide, compara; su espíritu
insaciable no se sacia con la información recibida, sino que la
confronta con la que encuentra en los archivos; pide la estadística
de producción de minerales y lee, en América y en Europa,
todos los libros de historia americana que puede: Sahagún, los códices
mesoamericanos; Cieza de León, Bougainville; Colón lo mismo
que Clavijero."
Especialista en criptógamas
Federico Guillermo Enrique Alejandro de Humboldt nació
el 14 de septiembre de 1769 en Berlín. Su padre era mayor del ejército
y ayudante del duque de Brunswick.
A los 16 años, él y su hermano Guillermo
-quien se convertiría en reconocido lingüista- tomaron clases
de física y filosofía con Marcos Hertz, quien los inició
en los estudios relacionados con la electricidad. Los hermanos Humboldt
instalaron en su residencia campestre de Tegel, en 1785, el segundo pararrayos
elevado de toda Alemania. También por esa época, Alejandro
aprendió hebreo e ingresó al círculo cultural del
intelectual judío Moses Mendelssohn, abuelo del compositor.
Un año después estudió dibujo y grabado
con el director de la Academia de las Artes de Berlín, Daniel Chodowiecki.
En 1787 ingresó a la Universidad de Frankfurt para estudiar ciencias
administrativas económico-políticas. Combinó estos
estudios con la botánica y se especializó en criptógamas.
Al finalizar esa década, Alejandro había tomado cursos de
matemáticas, física, griego, latín, historia, arqueología,
arte y mitología clásica.
Exploración del mundo
En 1790 recorrió Holanda, Inglaterra y Francia;
en su diario hizo anotaciones sobre mineralogía, botánica,
agricultura, historia y sociología. Por insistencia de su madre
ingresó a la Escuela Superior de Comercio de Hamburgo para estudiar
métodos financieros y economía política, sin dejar
sus excursiones botánicas por los alrededores de Berlín.
En 1793 se publicó su primer trabajo científico
importante, Flora subterránea de Freiberg, en el que describe
250 especies de criptógamas. Un año antes había terminado
sus estudios de mineralogía y fundado una escuela práctica
de minería en la aldea de Steben, así como una caja de pensiones
para obreros.
La muerte de su madre, en 1796, lo hizo abandonar su carrera
de funcionario; continuó escribiendo e inició sus estudios
de astronomía. En 1798 conoció a Bonpland, con quien se asoció
y emprendió un sueño: realizar diversos viajes de exploración
por todo el mundo.
En 1799, de visita en Madrid, sostuvieron una audiencia
con el rey Carlos IV, quien les pidió un proyecto en el que describieran
su interés científico por visitar la Nueva España
y poder otorgarles permiso para visitar ese reino.
El ministro de Estado, Mariano Luis de Urquijo, les concedió
un pasaporte ''excepcionalmente generoso, que les permite a Humboldt y
a Bonpland ir por donde quieran e investigar lo que se les antoje" en el
nuevo mundo, detalla la Cronología humboldtiana, realizada
por Jaime Labastida.
En la noche del 4 al 5 de julio de 1799, describe ese
libro, los científicos, a bordo de la corbeta Pizarro, observaron,
por primera vez, la Cruz del Sur. Se encontraban frente a costas americanas.
Humboldt, conmovido, recitó versos de Dante Alighieri.
En búsqueda del paraíso
Humboldt dejó de mala gana las regiones del sur
de América para proseguir su viaje rumbo a la Nueva España.
Había pasado cuatro años recorriendo aquellas tierras y,
lleno de melancolía, anotó en su diario el 27 de febrero
de 1803: ''¿Cuándo veremos nuevamente el hemisferio sur?
Mis constelaciones sureñas se hunden a cada paso. Parece que empobrezco
día con día".
El científico tenía 33 años y no
imaginaba que le aguardaba ''su paraíso". A bordo de la fragata
Orué llegó a la Nueva España, donde ''Humboldt
vivió una especie de 'flechazo amoroso'. Años después,
ya en Alemania, él quería venirse a vivir a México
para crear una academia de ciencias. Cuando José Fernando Ramírez
lo visitó en Berlín, lo primero que Humboldt le preguntó
fue: '¿qué han hecho de mi paraíso?'", señala
Trabulse.
El barón vivió en el virreinato novohispano
entre el 23 de marzo de 1803 y el 7 de marzo de 1804. Recorrió Acapulco,
los montes cercanos a la ciudad de México, como los cerros del Tepeyac,
de Chapultepec y el Peñón de los Baños; la serranía
del Ajusco, el pueblo de San Agustín de las Cuevas (Tlalpan), las
minas de Pachuca y Real del Monte; Guanajuato, Valladolid (Morelia); ascendió
a los volcanes el Jorullo, el Nevado, paseó por Toluca; calculó
las alturas del Popocatépetl, el Iztaccíhuatl, el Cofre de
Perote, y se entusiasmó con las flores y las plantas veracruzanas.
Durante estos viajes, ''Humboldt se dio cuenta del nivel
alcanzado por la Nueva España, no sólo en cuanto a la explotación
de sus riquezas naturales, sino también en cuanto a instituciones
científicas y académicas, señalando que entonces no
había nada comparable en toda América", apunta Labastida.
Agrega que al científico alemán le llamaron la atención
tres grandes instituciones académicas: ''Las creadas por la dinastía
borbónica: la Real Academia de Artes de San Carlos, el Real Jardín
Botánico y el Real Seminario de Minería, eso es lo que le
pareció interesante y no la Real y Pontificia Universidad, que le
parecía atrasada al igual que Prusia, su país, frente a Inglaterra,
Francia u Holanda. Humboldt no tenía un nacionalismo estrecho ni
la concepción europeista o eurocéntrica. Fue un ciudadano
universal".
Labastida explica que aunque Humboldt escribió,
que la ciudad de México en el siglo XIX tenía características
de una urbe moderna, tan hermosa como Berlín, Londres o París,
''no encuentro en su obra ninguna expresión de que México
es la ciudad de los palacios", en referencia al adjetivo del que se le
considera autor.
Radiografía de la Nueva España
Cuando Humboldt llegó a la ciudad de México,
se alojó en una casa colonial que aún se conserva en el número
80 de la calle Uruguay, en el Centro Histórico.
El científico ''hizo la primera síntesis
global sobre el estado del país a fines del siglo XVIII y principios
del XIX. Es un trabajo impresionante por la cantidad de datos e información
que aporta. Realizó una radiografía completa que no se tenía
en la Nueva España", advierte Trabulse.
''Fue una especie de recapitulación previa al movimiento
de Independencia, como decir a las personas: 'ustedes tienen esto, esto
es lo que son, lo que han sido, lo que tienen y lo que no tienen. Para
el optimismo nacionalista que impulsó la Independencia la obra de
Humboldt fue un gran estímulo; inclusive escribió algunos
capítulos sobre lo que sería el país después
de su emancipación.
''Porque previó ese momento, sabía que tarde
o temprano iba a suceder, pues ya se había dado una lucha de independencia
en Estados Unidos y era la tendencia continental: tarde o temprano el Imperio
español se desmembraría y se crearían naciones independientes
y autónomas.
''Todo el optimismo sobre el México del siglo XIX
se lo debemos a Humboldt; él dijo entonces 'miren la maravilla de
país que tienen, es un paraíso. Y los mexicanos del siglo
XIX sintieron que vivían en el mejor de los mundos posibles, porque
Humboldt les dijo que en ninguna otra parte del mundo había un lugar
así. Claro, el optimismo fue excesivo y en algún momento
se dieron cuenta de que tenían limitaciones. Pero el impulso inicial
lo dio él, esa conciencia de tener un gran país se lo debemos
a él."
Eduardo Matos Moctezuma hace el recuento de la aportación
de Humboldt a la arqueología mexicana en el prólogo del libro
de Labastida: el investigador alemán, seducido por las culturas
precolombinas, escribió sobre ellas. Por ejemplo, describe una escultura
azteca que representa a una deidad del maíz, así como diversas
urbes prehispánicas o edificios relevantes de Cholula, Teotihuacán,
Xochicalco, Mitla y Palenque. Escribe sobre las pirámides del Sol
y la Luna; y de Xochicalco se refiere a la zona ''como monumento militar,
además de agregar el dato de la existencia de un mapa geográfico
anterior a la llegada de lo españoles en el pueblo próximo
de Tetlama".
Es conocida la anécdota de que Humboldt pagó
para desenterrar la piedra tallada de la diosa Coatlicue, escondida por
los gobernantes virreinales para que no fuera adorada por los indios. Pero
Humboldt, con recursos propios, mandó colocarla en la Real y Pontificia
Universidad para que todos pudieran contemplarla.
Con el trabajo minucioso que realizó sobre el Calendario
Azteca, acerca de la medición del tiempo de los nahuas y sus análisis
de los códices ''hizo una aportación decisiva a la investigación
de la antropología mesoamericana; creó lo que se dio en llamar
en el siglo XIX la americanística, y tras sus huellas vinieron grandes
investigadores alemanes", dijo Labastida a La Jornada.
En 1804, embarcado en la fragata La O, Humboldt
y su comitiva partieron hacia Europa, pero antes hizo escala en Cuba y
en Estados Unidos, donde se entrevistó con el presidente Thomas
Jefferson, a quien proporcionó información concerniente a
la frontera de Louisiana y la Nueva España, entre otros datos.
Algunos historiadores modernos critican ese encuentro,
alegando que el barón proporcionó ''información estratégica"
al gobierno estadunidense. Al respecto, Labastida es tajante: ''No comparto
la idea de que Humboldt fue un espía, que puso en las manos de Jefferson
los mapas que 40 años más tarde servirían para que
nuestro país fuera invadido.
''Lo que Humboldt entregó a Jefferson lo había
entregado, de manera previa, a las autoridades novohispanas y, luego fue
lo que publicó en sus libros, a lo largo de 30 años de trabajo.
Me resulta muy desagradable encontrar críticas al respecto, porque
olvidan cuál es la actitud de un investigador científico
moderno: poner al alcance de todo mundo sus hallazgos, mientras que la
actitud de la Corona española y la de las autoridades virreinales
era mantener todo en secreto. En esa época se hacían muy
buenas investigaciones, pero hay algunas que, después de 200 años,
no han sido publicadas. En cambio, Humboldt publicaba y pagaba de su dinero
las ediciones."
Contra la esclavitud
De regreso a casa, Humboldt emprendió el esbozo
de una obra de cuatro volúmenes, en seis idiomas, sobre su viaje
americano, que calculó tuvo un costo cercano a 35 mil 500 táleros,
más de la tercera parte de su herencia.
En 1807 aparece la primera parte de Voyage aux régions
équinoxiales du Nouveau Continent, conformado por 30 volúmenes
que se publicaron en París durante los siguientes 30 años.
Al concluir la escritura y difusión de Voyage...,
en 1843, comienza a redactar su obra cumbre, Cosmos, en la cual
''plantea que la naturaleza provoca sensaciones estéticas, visiones
artísticas, una comprensión sensible de la realidad que la
ciencia directamente no nos da, y que cuando se posee esta visión
estética unida al conocimiento de la ciencia pura, exacta y precisa,
tenemos una visión totalizadora importante, muy interesante y compleja",
explica Trabulse a La Jornada.
Dos años antes de su muerte, se promulgó
una ley, inspirada por Humboldt, en la que se ordenaba que cualquier esclavo
que pisara territorio prusiano por ese solo hecho quedaba libre.
El 6 de mayo de 1859, a las 14:30 horas, murió
Humboldt. Se declaró duelo nacional en Prusia y su cadáver
fue sepultado en Tegel, junto a su hermano Guillermo y su cuñada.
En ese año se publicó El origen de las especies, de
Charles Darwin, uno de los científicos que de entonces a la fecha
han encontrado en el amor de Humboldt al conocimiento un ejemplo a seguir.