REPUBLICA DE PANTALLA
Jenaro Villamil
Irak, operación conmoción
CNN pierde la credibilidad y la superioridad televisiva
A mayor nivel de exhibicionismo destructivo, mayor nivel
de protestas
SI LOS PRIMEROS propósitos "humanitarios"
del eje bélico eran realizar una exhibición insultante de
su poder destructivo y de su capacidad para inhibir a la opinión
pública mundial con la desinformación, por lo menos lograron
el primer objetivo. La televisión global ha mostrado en menos de
cuatro días el peor bombardeo contra Bagdad. Mil quinientos misiles
Tomahawk fueron lanzados hasta la madrugada del sábado, cuyo
costo por unidad es de 1.5 millones de dólares, según el
Pentágono. En otras palabras, el peor reality show de la
destrucción ha costado, tan sólo en la capital iraquí,
más de 2 billones 250 mil millones de dólares, una cifra
que revela el nivel de locura que puede alcanzar la cultura de la muerte
de George W. Bush y sus halcones. Mientras CNN insiste en pasarnos
una y otra vez las imágenes controladas por el Pentágono,
incluyendo la de soldados iraquíes que "saludan" a sus verdugos
y que seguramente los liberarán con más misiles, la cadena
árabe Al Jazeera ya difundió las primeras imágenes
de iraquíes asesinados por el bombardeo "quirúrgico e inteligente".
Ellos no los califican como "presuntos" muertos -tal como lo hacen las
cadenas estadunidenses-, simplemente los muestran. Frente a esta realidad,
la guerra de la opinión pública la está perdiendo
el Pentágono porque ya todos aprendimos de su operativo censura
en la "videoguerra" del Golfo Pérsico de 1991, y en 2002 fue desplazada
en la guerra de Afganistán por la televisora árabe.
Ese
es realmente el mayor desafío que tiene frente a sí Bush:
mientras más exhiba y presuma su operación "conmoción
y pavor", mayor será la respuesta de movilización, odio y
desaprobación de la opinión pública mundial. A ese
ejército no se le puede vencer con Tomahawk ni con bombardeos
de intoxicación mediática. La operación para "liberar"
Irak estaba deslegitimada previamente y lo que se escucha en el grito de
las calles de Washington, San Francisco y Chicago: "arriba, abajo, Bush
al carajo" se pronuncia con mayor virulencia en las ciudades del mundo
árabe desde el jueves. Si antes perdió la hegemonía
moral, el gobierno de Estados Unidos no ha podido hacer prevalecer su hegemonía
informativa, a pesar de la saturación. La "videoguerra" de CNN está
siendo profundamente cuestionada. Primero, porque la propia cadena Al Jazeera
ha invadido las pantallas con la visión del "otro"; segundo, porque
la condena pacifista se transmite en las coberturas de prácticamente
todas las cadenas no estadunidenses, con mayor tiempo-aire.
Basta hacer un breve repaso por la televisión mexicana
para confirmar este mediano intento de autonomía frente al poderío
mediático estadunidense: Televisa y su ejército de corresponsales
(incluyendo la tremenda narración de Eduardo Salazar desde Bagdad
el pasado viernes 21 de marzo) han documentado la destrucción con
un poco más de margen de independencia frente al Pentágono.
Frente a la competencia por la audiencia (el miércoles 19 la transmisión
nocturna de Televisa registró 31 puntos de rating y 13.4
puntos en Tv Azteca), la televisora del Ajusco modificó su cobertura
desde el jueves y sus conductores han sido particularmente críticos,
a pesar de la carencia de imágenes propias. Televisión por
Cable (TVC) transmite un noticiario crítico y documentado (apoyado
en las imágenes de la BBC y la Tv Española) en la señal
abierta de Canal 22. Canal 40 le ha dado mayor difusión en tiempo-aire
a las protestas bélicas en el mundo, y Canal 11 privilegia en su
cobertura la oposición de la clase política mexicana a la
guerra.
La supremacía de CNN se fracturó, incluso
en el propio suelo estadunidense. En las marchas de protesta del sábado
22 de marzo, la crítica a la cadena de Ted Turner se convirtió
en una de las consignas centrales de los pacifistas estadunidenses. La
NBC, la CBS y la ABC le han ganado "notas" a esta cadena que, a pesar de
su impresionante despliegue, peca de autocensura, de reiteración
que descontextualiza los hechos y de privilegiar la versión oficial
del gobierno de Estados Unidos. Por ejemplo, mientras CNN repitió
el viernes la imagen sin cesar del "saludo" de los supuestos iraquíes
que se rendían en el sur de Irak, sólo transmitió
en menos de 30 segundos la imagen de los primeros heridos de Bagdad. La
sensiblería ha entrado al terreno de la competencia de los otros
noticiarios. La cadena ABC transmitió el sábado durante casi
10 minutos un "especial" sobre los familiares de los primeros marines
estadunidenses muertos con los símbolos del patriotismo exacerbado
(banderas, logotipos militares, etcétera). Nadie cuestiona que la
mayoría de los ciudadanos estadunidenses no pidieron ni votaron
por mandar a sus hijos a la muerte en los desiertos de Irak.
La televisión española, a pesar de la posición
del gobierno de Aznar, ha tratado de contextualizar un poco más
y ha analizado el propio papel de los medios electrónicos en las
guerras. Antes de iniciarse la guerra, un grupo de 351 trabajadores de
TVE formaron un Comité contra la Manipulación Informativa
y redactaron un informe denunciando lo que califican como "malas prácticas
profesionales por provocar una información desequilibrada, sesgada
o manipulada" en el periodo del 28 de febrero al 5 de marzo.
Los ingredientes de la desinformación
A pesar de esta mayor competencia y resistencia televisivas
a la versión unilateral, esta situación no ha desembocado
en una mejor información. Por el contrario, existen serios riesgos
de provocar una intoxicación mediática que impida ponderar
los elementos sustanciales de esta nueva realidad internacional. La frontera
entre la propaganda y la noticia vuelve a borrarse, y la inmediatez provoca
que los medios electrónicos difundan todo tipo de especies y rumores
que después se desvanecen.
La operación desinformación en estos momentos
se ha caracterizado por ingredientes que podemos enunciar de la siguiente
manera:
1. Propaganda y especulación. El primer
"bombardeo quirúrgico" demostró que Estados Unidos no pudo
acabar con Saddam Hussein, a pesar de sus cálculos de "inteligencia".
La primera jugada mediática la ganó el gobernante iraquí
al colar en todo el mundo un mensaje televisivo donde llamaba a la "guerra
santa". No terminaba de pronunciar su discurso y ya las cadenas estadunidenses
especulaban que se trataba de un "doble" de Saddam. Algunos periódicos
reprodujeron esta táctica de contrapropaganda.
La propaganda incluye la denominación de lo que
se transmite. Las cadenas televisivas, al unísono, insisten en llamarle
"operativo liberación" y se evaden términos también
precisos como "invasión", "ataque" o "destrucción", para
privilegiar el término de "operación" o "Día A", eludiendo
el hecho de que han bombardeado Irak en forma impúdica. La propaganda
ha incluido también relativizar las informaciones de la parte iraquí
con el adjetivo de "supuestos" y sobredimensionar muestras de "agradecimiento"
y adhesiones al ejército del comando anglo-estadunidense.
Las especulaciones sobre los incendios de los pozos petroleros
proliferaron durante jueves y viernes. Algunos noticieros dieron por buena
la cifra de "30 pozos incendiados" por Irak. Después tuvieron que
corregir la información.
2. Minimizar las protestas y maximizar los partes de
guerra. La desinformación incluye minimizar elementos incómodos
para el guión del Pentágono y la Casa Blanca. El jueves y
el viernes se produjeron las protestas antibélicas más airadas
en todo el mundo y en ciudades estadunidenses como San Francisco, Chicago
y Washington. Para CNN este fue un asunto de mediano interés, posterior
a las reiteradas versiones de los partes de guerra. Repitió en un
día cinco veces más el testimonio de un soldado latino que
las imágenes de las protestas en su propio territorio. Todas las
cadenas estadunidenses privadas han tratado de enmudecer la voz de los
grupos pacifistas. No ha sucedido lo mismo con las cadenas europeas, que
han documentado con mayor rigor el debate continental sobre las diferencias
entre Francia, Alemania y Gran Bretaña frente a la guerra.
3. El patriotismo confundido con gacetillas oficiales.
Desde antes de que iniciaran los ataques contra Irak, los medios estadunidenses,
incluyendo los grandes periódicos, han justificado con argumentos
patrioteros su sesgo oficialista. Un estudio realizado por la organización
FAIR (Fair and Accurancy in Reporting), que examino 393 emisiones nocturnas
de los noticiarios televisivos de EU, demostró que 76 por ciento
correspondía a versiones oficiales y 24 por ciento a voces ajenas
a la oficial. Iniciado el ataque, la relación es más desigual.
CNN, por ejemplo, cita al Pentágono en 80 por ciento de los casos
como su única fuente de los partes de guerra.
4. La guerra descontextualizada. La
apabullante cantidad de noticias evade responder preguntas que antes del
ataque eran fundamentales en la propia estrategia bélica del gobierno
de Estados Unidos. ¿Dónde están las supuestas armas
de destrucción masiva de Irak cuya destrucción dio origen
a la resolución 1441 de las Naciones Unidas? ¿Se trata realmente
de una "guerra preventiva", como anunció Colin Powell, o de una
vulgar guerra de apropiación territorial? ¿Por qué
en las ocho prioridades claves de la incursión militar que dio a
conocer Donald Rumsfeld la "ayuda humanitaria" está por debajo de
la protección de los pozos petroleros? ¿Por qué la
voz institucional de las Naciones Unidas ha sido prácticamente borrada
de las transmisiones, con excepción de ACNUR y de las furtivas apariciones
de Kofi Annan?
5. Esquizofrenia y conmoción. Mientras George
W. Bush insiste en que se tratará de una operación larga,
los noticieros orientan la información hacia una guerra rápida
y efectiva, a un show de no más de una semana. La paranoia
del ataque bacteriológico de Irak se ha disminuido en la cobertura,
pero es claro que si se prolonga esta operación, la desinformación
tratará de orientarse hacia la "conmoción y pavor" en el
propio frente interno de Estados Unidos, que se le ha desbordado al gobierno
republicano.