GUERRA CONTRA IRAK
Ruidos ensordecedores de cristales rotos y por el
paso de misiles crucero
Noche de terror en Bagdad; toda la ciudad tembló
por las explosiones
Los iraquíes corren a sus casas cuando ven que
bolas de fuego revientan en algún punto
ROBERT FISK ENVIADO ESPECIAL THE INDEPENDENT
Bagdad, 21 de marzo. El palacio principal de Saddam,
inmensa fortificación de 20 pisos de alto, simplemente explotó
delante de mí -una bola de fuego, una llama de 25 metros y el sonido
atronador que me dejó un zumbido en los oídos que duró
más de una hora. Todo el edificio, de imponentes cimientos, se tambaleó
con el primer impacto. Después cayeron otros cuatro misiles crucero.
Se
trata del bombardeo más intenso que Bagdad ha sufrido en más
de 20 años de guerra. La noche anterior las masivas explosiones
hicieron temblar toda la ciudad. A mi derecha, el Ministerio de Procuración
de Armamento -un largo edificio de fachada muy semejante a la del Pentágono-
escupió fuego cuando cinco misiles se estrellaron contra el concreto.
En una operación que oficialmente tiene la intensión
de crear "conmoción y pavor", "conmoción" no era la palabra
adecuada. Los pocos iraquíes que se encontraban en las calles -que,
supongo, no son amigos de Saddam- murmuraban maldiciones.
Se escuchaba un ruido ensordecedor de cristales rotos,
proveniente de los más altos edificios, tiendas y hogares, a medida
que las ondas expansivas atravesaban el río Tigris en ambas direcciones.
Minuto a minuto, los misiles seguían cayendo. Muchos iraquíes
habían visto por televisión -al igual que yo- las ominosas
imágenes de los bombarderos B-52 despegando de Gran Bretaña,
apenas seis horas antes. Al igual que yo, ellos habían tomado nota
de la hora. Agregaron las tres horas de diferencia entre el horario de
Bagdad y el de Londres, y calcularon que el terror comenzaría cerca
de las nueve de la noche. Los B-52, que disparaban desde fuera del
espacio aéreo iraquí, fueron sumamente puntuales.
Patrullas de policía circulaban velozmente por
las calles y con sus altavoces ordenaban a los peatones refugiarse en los
edificios. Qué consejo tan útil. Yo estaba en cuclillas guareciéndome
en una cuadra de tiendas, del lado opuesto al río, y por poco me
cae encima una lluvia de vidrio, que se vino abajo como cascada de las
ventanas más altas, cuando las ondas expansivas chocaron con ellas.
Podía
verse a algunos iraquíes mirando desde sus balcones, rodeados de
trozos de vidrio. Cada vez que una inmensa burbuja dorada de fuego reventaba
en algún lugar de la ciudad, se metían a sus casas antes
de que la onda expansiva los alcanzara. Por un momento me encontré
bajo los árboles de una glorieta y la onda creada por los misiles
crucero pasó a poca distancia de mi cabeza. El rasguido de estos
proyectiles era casi tan devastador como las explosiones que creaban.
¿Cómo -me pregunto- describe uno todo esto
sin caer en el lenguaje del boletín militar? ¿Haciendo definiciones
del color, dando los decibeles de las explosiones? Cuando los misiles crucero
se aproximaban, sonaban como si alguien estuviera rasgando gigantescas
cortinas de seda en el cielo y las ondas que creaban sus explosiones eran
una especie de aterrador contrapunto de las flamas.
Existe algo anárquico en todos los seres humanos
cuando de su reacción a la violencia se trata. Los iraquíes
que estaban a mi alrededor observaban, como yo, las inmensas lenguas de
fuego que salían de los pisos superiores del palacio de Saddam,
que parecían alcanzar el cielo. Por extraño que parezca,
la electricidad seguía funcionando. Y a nuestro alrededor los semáforos
seguían cambiando de rojo a verde. Los anuncios espectaculares se
movían por la brisa creada por las ondas expansivas y las luces
seguían encendidas en los edificios públicos. Sobre nosotros
se posaban masivas cortinas de humo que se extendía por todo Bagdad.
El humo blanco provenía de las explosiones en sí, y el negro
de los objetivos que se estaban incendiando.
¿Cómo puede alguien resistir esto? ¿Cómo
podrían creer los iraquíes que con su tecnología rota
y sus 12 años de sanciones debilitantes iban a derrotar las computadoras
de estos misiles y estos aviones? Siempre es la misma historia: Existe
un poder irresistible e incuestionable.
Bueno, podría uno preguntarse: ¿hay acaso
un régimen más apropiado para ser atacado? Ese no es el punto.
Porque el mensaje del bombardeo de anoche fue el mismo que el del martes:
Estados Unidos debe ser obedecido. Ni la Unión Europea, ni la Organización
de Naciones Unidas, ni la Organización del Tratado del Aatlántico
Norte, nada ni nadie, debe interponerse en su camino. De hecho, nada puede
interponerse en su camino.
Sin
duda esta mañana el ministro iraquí de Información
se dirigirá a nosotros nuevamente para insistir en que Irak prevalecerá.
Ya veremos. Pero muchos iraquíes ahora se hacen una pregunta obvia:
¿Cuántos días más? No porque quieran que los
estadunidenses y británicos lleguen a Bagdad, aunque puede ser que
lo deseen profundamente. Pero ante todo quieren que la violencia termine
y esto, si lo piensan, es exactamente el motivo por el que estos bombardeos
tienen lugar.
Por la noche ya se tenían informes de que habían
muerto civiles en las operaciones, lo cual, dada la intensidad de los ataques
con misiles crucero, no es de extrañar. Resulta que también
fueron objeto de bombardeos las barracas de Rashid, posiblemente el cuartel
más grande de todo Irak.
Pero el centro simbólico de este bombardeo fue
claramente el palacio principal de Saddam, con sus fuentes, pórticos
y jardines. De hecho, debido a las llamas que envolvían la fachada,
el edificio parecía una pira funeraria.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca