EDOMEX: ELECCION JURASICA
Las
campañas electorales en el estado de México, caracterizadas
por la ausencia de propuestas, descalificaciones mutuas entre partidos
y candidatos, la manifiesta parcialidad de las autoridades federales, estatales
y municipales, juegos sucios de toda clase y, en general, un sentido cívico
y republicano casi nulo, desembocaron ayer en unos comicios distorsionados
por las marrullerías de los partidos y desairados por los electores.
No habría podido ser de otra manera, si se tienen
en cuenta los precedentes. En el estado de México las campañas
-especialmente por lo que hace a la rivalidad entre el Partido Acción
Nacional y la Alianza para Todos, formada por el Revolucionario Institucional
y el Verde Ecologista de México- desembocaron en las triquiñuelas
de siempre por parte del Ejecutivo estatal (priísta), en acciones
de abierto proselitismo panista de la Presidencia de la República
y en una guerra de declaraciones y demandas judiciales en las que se vieron
involucrados incluso el presidente Vicente Fox y su esposa. En ese ambiente
enrarecido y contaminado vino a poner la puntilla el atentado sufrido por
la presidenta del Instituto Electoral del Estado de México (IEEM),
María Luisa Ferrera, y la peregrina hipótesis esgrimida por
el procurador estatal, Alfonso Navarrete Prida, quien aventuró que
habría podido tratarse de "lesiones autoinfligidas".
De esa forma, la primera conclusión que puede extraerse
de la jornada electoral de ayer en la entidad más poblada de la
república es la persistencia de la subcultura política de
manipulación y distorsión de la voluntad ciudadana, características
del más rancio priísmo. Ayer, los cínicos operativos
de compra de sufragios llevados a cabo por el tricolor y su aliado de ocasión,
el Verde Ecologista, recordaban los peores tiempos del llamado sistema
político mexicano, cuyas prácticas parecen haberse contagiado,
para colmo, a las otras formaciones que hoy en día detentan posiciones
de poder.
La situación no sólo es preocupante por
lo que significa para el estado de México, sino también en
la medida en que prefigura lo que pueden ser las elecciones federales de
julio próximo (en las que habrán de renovarse la Cámara
de Diputados y parte del Senado), de cuyo tono y resultados dependerá,
en buena medida, el margen de acción de que dispondrá el
gobierno de Fox en la segunda parte de su sexenio.
Aún es tiempo para que la clase política
del país -autoridades y fuerzas partidarias- atienda los signos
ominosos de los comicios mexiquenses y restaure el entorno de civilidad,
legalidad y debate civilizado que debiera imperar en la vida institucional
de la república, a fin de orientar al país a unas elecciones
propositivas y pacíficas que contribuyan a resolver los problemas
nacionales, no a empeorarlos. Para ello es necesario, en lo inmediato,
que las anomalías y los presuntos delitos electorales reportados
en el estado de México se investiguen, esclarezcan y sancionen conforme
a derecho.