VIENTOS DE GUERRA
Mañana participarán en la marcha por el día de la mujer
Empezó la acción pacifista de los escudos mexicanos
No podíamos quedarnos a ver la guerra en la televisión, dicen
MARIA RIVERA /II
El grupo de mexicanos que actuará como escudo humano de la población civil iraquí llegó ayer a Ammán, Jordania. La escala les dio la posibilidad de empezar a conocerse e iniciar los preparativos para el trabajo pacifista que emprendieron desde hoy. Mañana participarán en la movilización masiva que se tiene prevista como parte de las celebraciones del Día Internacional de la Mujer, y así, de manera paulatina, empezarán a asumir como propia la agenda de los ciudadanos amenazados por la guerra.
Ninguno de los ocho viajeros ha estado antes en Irak y es vaga la información que tienen de los rasgos que definen a ese país. Sin embargo, el flujo perpetuo de imágenes que presentan los medios y la situación de indefensión que viven los iraquíes ha borrado la distancia, volviéndolos cercanos, próximos, propios. En la globalización, además de los capitales, los desamparados también terminan encontrándose.
ƑCómo explicar, si no, que un veterinario, un lingüista, dos estudiantes de sociología, uno de filosofía, una monja, una trabajadora editorial y un militante partidista decidan atravesar el mundo para asumir como propia la suerte de un país desconocido? La ancestral sabiduría del hoy por ti, mañana por mí, se percibe tras los argumentos de los viajeros.
"Participé en los cordones de seguridad de la marcha zapatista, relata Oscar Martínez, estudiante de sociología de la UAM-Azcapozalco, de 24 años, y ahí me di cuenta que se podían hacer muchas cosas por los demás sin recurrir a las armas, sólo con mi esfuerzo".
Oscar Martínez tenía 14 años cuando estalló la rebelión armada en Chiapas, acababa de terminar la secundaria y trabajaba como aprendiz en una sastrería. Su politización no ocurrió en las aulas, sino que vino de la mano de su jefe, el sastre, hombre al que define como un libro andante. Durante las jornadas de trabajo le hablaba de lo que ocurría en el sureste del país, hasta que el joven decidió constatarlo él mismo. En 2001 viajó a Oventic, y ahí, asegura, su vida cambió totalmente. "Los compas me cargaron la pila". Ya no pudo continuar indiferente ante lo que ocurría a su alrededor. Por eso, cuando escuchó en un programa de Radio UNAM que se formaría un grupo de escudos humanos para viajar a Irak, se apuntó.
El octavo pasajero
Sin embargo, los magros recursos que obtuvo el grupo con donativos y boteos sólo alcanzaba para siete viajeros. Oscar se quedó fuera de los planes iniciales. Lejos de desalentarse continuó apoyando a sus compañeros, y en los siguientes días consiguieron dinero para otro boleto, sólo que había cuatro aspirantes más. Finalmente, en un sorteo se decidió quien viajaría, y así Oscar se convirtió en el octavo pasajero, como bromea el resto de los escudos aludiendo a la película Alien.
"Yo creo en la gente, aunque digan que estoy loco. No pienso que con ir a Irak voy a salvar al mundo, pero sí que puedo aportar algo. Peor sería quedarme a ver todo por televisión y no poder hacer nada".
Tras una juventud militante, el veterinario Marco Arturo Calderas había elegido una madurez "tranquila, pero comprometida, muy de Coyoacán". Asistía a algunas marchas o mítines o realizaba alguna aportación económica, pero no se involucraba más allá. Demasiadas derrotas había vivido en el campo guerrerense en los aguerridos años 70, cuando todavía flotaban en el ambiente las figuras de Genaro Vásquez y Lucio Cabañas. Señala que le tocó vivir de cerca la guerra sucia y la desaparición de dirigentes campesinos muy queridos, y ese fue "su adiós a las armas".
El cambio de rumbo empezó durante la guerra de Afganistán, cuando escuchó de la existencia de bombas nucleares de potencia limitada, así como de la posibilidad de que fueran utilizadas. Calderas se asume como un hombre de los 60, con la música de The Beatles en el alma, pero también con la angustia de un holocausto nuclear; por eso, cuando se enteró de que el tabú del hongo atómico podía desaparecer, se asustó.
"Durante la pasada guerra del golfo Pérsico se experimentó con armas de las que todavía no sabemos las consecuencias, y en Afganistán también. La división entre guerras convencionales y nucleares puede desaparecer en esta contienda bélica. ƑQué va a pasar si dejamos que EU ataque a Irak? ƑQué le va a ocurrir a la población civil? Dicen que la potencia de las bombas que lanzarán contra Bagdad sería similar a la utilizada en Hiroshima. šAhí sí yo ya no pude quedarme con los brazos cruzados y me uní a los escudos, quiero ver crecer a mis nietos en otro mundo!".
Pese a su trabajo como promotor del voto en el PRD, Alexis Forcada, de 32 años, se define más zapatista que perredista. Integrante del CEU histórico explica que ha participado en tantas caravanas que ha perdido la cuenta: "Yo también soy de los que dicen que Chiapas los cambió". Su espíritu activista se nota inmediatamente, va y viene de un lado a otro y no deja descansar un momento al celular. Recuerda que desde hace meses empezó a escuchar del trabajo de escudos humanos en Europa, y cuando supo que también en México se estaba organizando un grupo se acercó.
"Estaba participando en la red mexicana šNo en nuestro nombre! y trabajé en la organización de la manifestación del 15 de febrero, pero sentía que no estaba haciendo suficiente. Cuando me enteré de que el grupo de escudos estaba próximo a partir me les uní. Voy por mi cuenta, sin la representación de nadie. A lo mejor esta iniciativa convoca ahora a unos cuantos cientos, pero estoy seguro de que crecerá conforme transcurra el tiempo. Hay que tomar una acción más agresiva ante lo que está ocurriendo, porque ayer fue Afganistán, hoy estamos hablando de Irak, pero quién seguirá después: ƑColombia, México?".
Alexis reconoce que lo ideal es que los partidos políticos y las organizaciones de la sociedad civil estuvieran juntos en la lucha por la paz, pero también indica que la falta de confluencia no puede inmovilizar a quienes desean participar. "Creo que mientras el ciudadano se manifieste, se solidarice, deje de ver como algo ajeno lo que pasa en otros lugares, el movimiento pacifista puede triunfar y cada uno puede aportar su esfuerzo para que esto suceda".
Angel Torres, de 25 años, estudiante de Sociología en la Universidad Pedagógica Nacional y de Física en la UNAM, es uno de los más tranquilos del grupo. Ha participado en cuanta marcha y caravana zapatista se ha organizado y apoyó la labor de los huelguistas de la UNAM.
"Aquí en México también tenemos una guerra de baja intensidad desde hace varios años, que se llama TLCAN, que no nos mata con un arma, pero sí de hambre, explica. De una u otra forma siempre hemos vivido las agresiones del gobierno de Estados Unidos, por eso ahora me siento solidario con los iraquíes. Además, yo pienso que Bush debería desarmarse antes de exigir el desarme de otros países; ellos son los que tienen el mayor arsenal.
"Me decidí a viajar porque no quise estar viendo en la televisión esta masacre, ya estoy harto de ver tantas muertes. No veo esta movilización como una lucha por los iraquíes, sino por los mexicanos también. Tampoco quiero más guerra contra los indígenas del sureste, contra las mujeres en Ciudad Juárez, contra los campesinos de nuestro país. En cuanto regrese me voy a Chiapas, porque tenemos una serie de proyectos educativos por allá. Después de Irak sigue la guerra contra en analfabetismo".
Estos ocho hombres y mujeres saben que su viaje puede ser descalificado, considerado una locura por quienes prefieren vivir a plazo fijo, pero no por eso han desistido. Escogieron hacerlo cuando, aparentemente, no quedaba más por hacer. Son conscientes de los riesgos, pero también de las esperanzas de su acto. Creen que es posible dar otra oportunidad a la paz.