MEXICO, EN EL OJO DEL HURACAN
En
la actual circunstancia, sociedades, gobiernos e instituciones de todo
género en el mundo han expresado un contundente rechazo a una agresión
militar de Washington y sus subordinados del momento (los gobiernos inglés,
español e italiano, más otros menos importantes en términos
políticos y estratégicos) contra Irak. En nuestro país,
el Ejecutivo federal, la ciudadanía y numerosas organizaciones se
han adherido en forma inequívoca al bando de la paz y han manifestado
su oposición a la arbitrariedad, el unilateralismo y la irracionalidad
con la que el gobierno de George W. Bush pretende arrastrar al planeta
a un conflicto demencial, injusto y obligadamente sangriento.
Es necesario aquilatar hasta qué punto el rechazo
multitudinario a la guerra ha complicado los planes bélicos de la
Casa Blanca; cuánto se han afectado, en consecuencia, los intereses
económicos y políticos de la camarilla que detenta el poder
en la nación vecina, y en qué medida los halcones de Washington
redoblan sus esfuerzos para aplastar las posturas de paz adoptadas por
gobiernos y sociedades, requisito previo indispensable para poder arrasar
Irak con un mínimo margen de maniobra política y diplomática.
En ese contexto, las presiones contra nuestro país
para que se inscriba en la coalición agresora o para que, al menos,
emita un voto en favor de la guerra cuando llegue el momento de las decisiones
finales en el Consejo de Seguridad -en el cual México ocupa un asiento
no permanente- son una realidad innegable que se ha expresado de diversas
maneras: desde la visita del jefe del gobierno español, José
María Aznar, en su condición de asistente de Bush, hasta
las amenazas del embajador estadunidense en esta capital, Tony Garza. De
acuerdo con información publicada ayer por The New York Times,
Bush mismo realizó llamadas telefónicas a los presidentes
de México, Vicente Fox, y Chile, Ricardo Lagos, para presionarlos
a que apoyen la postura estadunidense en el Consejo de Seguridad, ante
el cual Washington presentará un proyecto de resolución orientado
a legitimar la incursión bélica.
En suma, ante la presente circunstancia nuestro país
se encuentra en el ojo del huracán: la firmeza de la postura mexicana
-oficial y social- es de gran importancia para el bando de la paz en el
mundo, pero al mismo tiempo el actual gobierno de Estados Unidos exige
la adhesión de México al bando de la guerra. Por eso resulta
crucial que el consenso nacional en este tema -uno de los pocos en los
que puede hablarse de consenso- sea preservado y fortalecido. En su actitud
en favor del entendimiento pacífico entre los países, del
multilateralismo y de las soluciones no violentas a los conflictos internacionales,
así como en su determinación de resistir chantajes y presiones
del vecino del norte, el gobierno del presidente Vicente Fox merece el
pleno respaldo de la ciudadanía. Esta, por su parte, merece que
su convicción de paz no sea defraudada ni traicionada en función
de cálculos pragmáticos de última hora.