Shakira viajó del pop al rock, y de ahí
a la sicodelia y al blues
En el Foro Sol, nadie fue inmune al veneno de la cantante
colombiana
Cuando la artista ejecuta la danza del vientre, todo
se le perdona
OTHON LARA KLAHR
Shakira aspira a ser inmune al veneno de la cobra como
la mangosta, en cuyo honor nombró a su actual tour por Europa
y América. Pero en su presentación del viernes en el Foro
Sol de la ciudad de México nadie pudo ser inmune al veneno de la
cantante colombiana que al mismo Nobel Gabriel García Márquez,
su paisano, cautivó con su "sensualidad inocente".
Y es que cuando la nativa de Barranquilla, pero de sangre
árabe, mueve el vientre, no como ese roedor parecido a la comadreja
llamado mangosta, sino como serpiente encantada, todo se le perdona:
-Que se haya pintado el pelo de rubio.
-Que haya elegido como novio al hijo del ex presidente
argentino Fernando de la Rúa, uno de los autores del corralito
bancario que sumió en la desesperación a millones de ahorradores
en Argentina.
-Y hasta que sacrifique algo de su latinidad en pos del
éxito en el mundo anglosajón.
Todo eso sale sobrando cuando ella y sus músicos
se apoderan del escenario y hacen bailar y cantar hasta al más tieso.
Porque Shakira Isabel Mebarak Ripoli, a diferencia de la competencia -léase
Christina Aguilera o Britney Spears- debe su éxito no sólo
a su exuberante belleza y a la imponente producción que enmarca
sus conciertos, sino además a su talento artístico, que quedó
confirmado la noche de San Valentín.
Entre mangostas, langostas, cobras, perros, Bush y
Hussein
Noche
de luna llena. Cielo despejado, gracias al viento frío que sopla
desde la tarde. En la parte alta del foro, digamos la zona popular, el
ambiente es festivo, como en los estadios de futbol. Abajo, en la zona
dorada, el bullicio da paso a la comunicación por celular, las chamarras
de piel, los cutis tersos y acentos tipo ibero, norteño,
inglés y español colombiano. El público es variado,
aunque abundan las niñas y jóvenes ashakiradas. Es decir,
de espesa cabellera rizada, pantalón de mezclilla ajustado y cadenciosos
movimientos de cadera.
Y no podía faltar el típico albur chilango.
Por ahí se oyó este diálogo entre dos ñeros:
-Mejor le hubieran puesto el tur de la langosta
a la gira de la Chaquira.
-¿Y eso por qué, tú?
-Porque dicen que en las langostas la mayor parte de la
carne se concentra en la cola...
Justo cuando en el sonido anuncian a Cabas, el cantante
telonero, también de la caribeña Barranquilla, aparece por
un pasillo un perro que se coló sin pagar, que es perseguido por
varios elementos de seguridad. Ya no es posible ver el desenlace de la
corretiza. Se apagan las luces y comienza un sabroso ritmo rumbero fusionado
con pinceladas de rock que prende al público cuando el bongó
da pauta a la letra: Oye Ana María ven y muévete a mi lado/
que bailas como un ángel, pero más negro que blanco/ Que
me sacudes todos, todititos mis pecados. Se para en su silla una personificación
de Ana María y bailando ese ritmo sacude todititos los pecados de
quienes la miran.
Cerca de las 10 ya hay en el foro unas 40 mil almas clamando
por Shakira. Cubre el escenario un gran telón rojo con el logo del
tour bordado al centro: una mangosta frente a una cobra a punto de pelear.
Sin levantarse el telón, se encienden las luces. Al fondo, como
figuras chinescas, se ve la silueta de los músicos ejecutando sus
instrumentos. Por fin sube el telón. Entre neblina roja se vislumbra
al guitarrista rasgando las cuerdas. Quién sabe de dónde,
se alza una cobra metálica en actitud de ataque, de unos seis metros
de altura, y emerge la diva entallada en un pantalón de cuero negro
intenso y un breve top del mismo color, en contraste con su blanca piel.
Se contorsiona sin piedad al ritmo de las notas. Potente la voz, más
la cadera, en un espectáculo digno de un sultán de las mil
y una noches.
Durante casi dos horas la escenografía y el vestuario
va cambiando, pero se mantiene el ritmo frenético de esa árabe
caribeña que agasaja a su público con Ojos así,
Ciega y sordomuda, covers de Aerosmith, y Séptimo
día, que parece sacar de onda a un público light
más dispuesto al festejo que a pensar en la inminente guerra. Sin
duda una de las mejores rolas. Excelente el video, en blanco y negro, en
el que Bush y Hussein juegan ajedrez con misiles, manejados como títeres
por la muerte. Pese a la proclama ''¡Al amor le hacen falta líderes,
y a los líderes, amor!'', quizá le faltó a la colombiana
un compromiso más explícito contra el belicismo gringo,
ya que se metió en ello. Pero qué más da, si a cambio
de ello ejecuta la danza del vientre. Al término de Buscando
un poco de amor surge un grito femenino a todo pulmón: "¡Me
mataste, mamacita!", que de inmediato es avalado por voces masculinas.
Todavía se da el lujo de tornarse sicodélica
y luego blusera al ejecutar la armónica.
Esa noche, de un foro Sol radiante, nadie fue inmune al
veneno de la cobra colombiana.