ENTREVISTA/ DANIEL VIGLIETTI,
CLASICO DEL CANTO POPULAR
''Hago canciones como zapatero remendón"
EL MUSICO PREPARA UN DISCO QUE INCLUIRA CHIAPANECA,
DEDICADO AL EZLN
Pertenezco a una generación que lleva medio
siglo cuestionando y en algún sentido proponiendo. Pero ha sido
más el trabajo crítico que el de construcción, porque
el papel fundamental de la cultura es ese trabajo crítico, aun en
sociedades en cambio
CARLOS FAZIO ENVIADO
La Floresta, Uruguay, 15 de febrero. Considerado
un clásico del canto popular latinoamericano, Daniel Viglietti (Montevideo,
1939) continúa su larga caminata de trovador. Cuando en las aduanas
le preguntan su profesión, pone músico. Pero se define como
artesano. Un zapatero remendón que va recortando y clavando palabras
y sonidos para hacerlos canción.
A muchas de sus composiciones les crecieron piecitos y
hoy caminan solas por el mundo. Como A desalambrar, Cruz de luz
o El chueco Maciel. Este 2003 se cumplirán 40 años
del lanzamiento de su primer fonograma, Impresiones para canto y guitarra
y canciones folclóricas (1963), y espera festejarlo con un nuevo
disco que incluirá Chiapaneca, la canción que se asoma
a la experiencia de los indígenas zapatistas de la selva Lacandona.
Veterano
sobreviviente de una hornada que contó con Alfredo Zitarrosa, Aníbal
Sampayo, Los Olimareños y Marco Velázquez, entre otros artistas
uruguayos, Viglietti, testigo, participante, artista solidario de mil batallas
-''he trabajado en la solidaridad como quien respira"-, sigue en la resistencia,
buceando en las luchas de los pueblos por la justicia y contra la impunidad,
enfrentando los chantajes del poder e intercalando las ''urgencias" de
hoy con las dudas, certezas, alegrías, penas, miedos y corajes de
su ser interior.
Entre mates, asado y vino tinto conversó con La
Jornada sobre el proceso de su actividad creadora, la nueva generación
de artistas uruguayos y la siempre complicada relación de la izquierda
con la cultura.
-Daniel, ¿cómo que las urgencias del presente
son distintas a las del pasado? ¿Cómo es su proceso de creación
actual?
-Sigo haciendo mi trabajo de manera espontánea.
No tengo una actitud consciente de adecuar mi cancionero a tal etapa o
generación. Eso viene de un proceso, de lo que es un artista: un
traductor de cosas que le llegan y las organiza, las arma -en mi caso con
sonidos y palabras- después de recibir una cantidad de mensajes
de la realidad. Sigo haciendo canciones como un zapatero remendón.
Hago zapatos para caminar hacia un mundo muy diferente al actual. Soy de
una generación que ha estado medio siglo cuestionando y en algún
sentido proponiendo. Pero ha sido más el trabajo crítico
que el de construcción. Porque el papel fundamental de la cultura
es ese trabajo crítico; aun en sociedades que hayan cambiado.
''No parto de la base de que estoy cantando para jóvenes
con memorias vacías, con información nula. Pero además,
los jóvenes vienen elaborando pautas para un proyecto diferente,
y tenemos que estar en guardia contra el riesgo de alegrarnos cuando coinciden
con nuestros matices de información y memoria. Sería algo
artificial. Tienen que hacer su propio camino. En muchas cosas tienen que
partir casi de la nada. También tienen derecho a criticar a los
anteriores. A decir que se equivocaron. Sería un paternalismo muy
peligroso afirmar que no conocen el proceso o la memoria histórica
como nosotros. Un error de ubicación. En todo caso, no deben ser
ni por aproximación fotocopia de nosotros. Tienen que cometer sus
propios aciertos y desaciertos.
''¿Y si damos vuelta a la pregunta? ¿Si
preguntamos qué información tenemos nosotros de los jóvenes?
Es complicado. Oír la montaña de materiales que están
haciendo en Uruguay, en América Latina... No hay posibilidad de
estar actualizado y poder hacer un juicio de valor. Son otros estilos.
Otras sonoridades. Otros códigos. Los jóvenes están
amasando otro pan, que no puede ser el nuestro... Es el pan nuestro de
cada generación. La propia lengua va cambiando. Hay palabras nuevas,
complicidades nuevas, sobrentendidos nuevos.''
-¿En su caso, la coherencia del artista tiene que
ver con un sentido de pertenencia a una tierra, Uruguay, o a la patria
grande?
-El asunto de la identidad nacional es muy complejo. A
veces el nacionalismo puede coincidir con una posición fascistoide.
Como ocurrió con la "orientalidad" -gentilicio de los uruguayos,
por aquello de República Oriental del Uruguay- durante la dictadura
militar. Siempre he estado vigilante con eso. Es mis canciones hay mucha
presencia de América Latina; extrafronteras uruguayas. Una de mis
primeras exploraciones fue Canción para mi América.
No en un sentido egoísta, sino de nuestra América, como decía
Martí y no del 'americanismo' yanqui.
''La identidad es un tema resbaloso. Trato de mantener
un equilibrio. En pleno proceso de construcción del gobierno sandinista,
compuse una canción sobre el sandinismo. Me encerré en el
hotel y la hice. Pero, para hacerla, musicalmente me basé en una
canción que había hecho en otro contexto totalmente diferente,
muy influida en su armonía por la música española,
por el "siglo de oro" que había estudiado con Rapat y Carlevaro
en mis cursos de guitarra. Salió un producto que alguien puede oírlo
como estrictamente latinoamericano. Sin embargo, tiene influencia diversa.
''Hay que relativizar los nacionalismos, la pureza. Eso
no quiere decir que haya que estar repitiendo modelos de roqueros que cantan
en inglés, sustituyendo el castellano. Sin que eso sea dicho contra
roqueros que revirtieron ese fenómeno y lograron hacer una cosa
propia. O a veces tomando canciones del estilo nuestro y "roqueándolas",
como pasó con El Chueco Maciel en Uruguay, con Tabaré
Rivero y su banda de rock. O en Argentina con un tema de Yupanqui, El
arriero, con el grupo Divididos. Son fenómenos de fusionar elementos,
de mezcla, de mestizaje musical. ¡Viva el mestizaje musical!
''En definitiva, el problema sigue siendo uno: que el
producto sea válido, que tenga un nivel estético. La palabra
estético incluye ético adentro. Eso es lo que importa por
encima de todas las líneas y teorías. Porque a veces, con
cierto facilismo criticoide se afirma que tal cosa es panfletaria. ¿Es
panfletaria una canción de Violeta Parra como Qué dirá
el santo padre, porque nombre la circunstancia de Julián Grimau,
en un momento dado víctima del franquismo? ¿Esa canción
debe ser guardada en un museo y no se puede cantar más porque estamos
a varias décadas de que Julián Grimau fue asesinado o porque
lo mencionan en un panfleto?
"Despacito por las piedras/ cuidado con los juanetes/
que aquí no ha nacido nadie/ con una estrella en la frente", gracias
a la propia Violeta Parra, con respecto a la actitud y el cuidado que hay
que tener con todos esos análisis...
Las izquierdas no han sabido ubicarse frente a la canción.
-Daniel, ¿todavía se puede conjugar cultura
y utopía con izquierda?
-Sí, ahora las izquierdas se acuerdan de la cultura.
Pero en cierto sentido es un tema que les fue ajeno. La cultura es ancha
y ajena. En los actos se llamaba a los cantores, porque atraían
gente, supuestamente votos, apoyo a una línea, aun si era fuera
del contexto electoral. Era una función de 'pajarito llamador'.
Pero no un sentido de darle a la canción una ubicación, como
por ejemplo se le da a la literatura, a la danza, a una obra de teatro.
Es tremendo. Hay una desigualdad de trato. Las izquierdas no han sabido
ubicarse frente a la canción. La han considerado una hermanita menor
de la cultura.
''Sin
embargo, en Uruguay, durante la dictadura -estoy hablando apenas de un
par de décadas que nos separan de toda esa sangre derramada-, la
canción, los cantores de acá adentro -no los que estábamos
en el exilio sino los que vivieron, escribieron, interpretaron dentro del
país-, compusieron una nueva canción con sus propios cambios
de lenguaje y con el oxígeno limitado que podía circular
entonces. Había oficinas de censura. Controles. Se revisaban las
letras. Pero se filtraba todo un material que algún día deberá
ser reunido y analizado. Genéricamente, a propósito de uno
de los grupos llamado Los que iban cantando, yo la nombro la 'generación
Lazaroff', por uno de sus integrantes, muerto a los 38 años. De
esa generación que surgió durante la 'década infame',
podría nombrar a Leo Masliah, Mauricio Ubal, Rubén Olivera,
Fernando Cabrera, Mariana Ingold, Laura Canoura, al grupo Rumbo, a Jaime
Ross...''
-¿Aún hoy sigue siendo ajena la cultura
para la izquierda?
-Es un problema inherente a las izquierdas. Hay un gran
desconocimiento del manejo cultural, en particular de ese microfenómeno
que es la canción. Micro por la duración del producto. Porque
dura tres, cuatro minutos. Pero tan fundamental en su penetración,
en su divulgación. Para escuchar una canción no hay que saber
leer. Se lee con las orejas. No niego que un poema, una danza, una obra
teatral hayan tenido un peso simbólico en la época de la
resistencia. ¿Pero qué más peso simbólico que
la canción A redoblar (de Mauricio Ubal y Rubén Olivera)?
En plena dictadura la gente se identificaba con ella y sabía el
significado de ese a redoblar. ¿Quién no la corea todavía?
Eso es canción. Eso es cultura. Y no sólo para atraer gente
a un acto político. Es en sí. Tiene un valor como arte y
como cultura desconocido en general por las izquierdas.
-Hay otra canción que tiene piecitos y empezó
a caminar hace casi 40 años: A desalambrar.
-Me dicen que en las postrimerías de la dictadura
franquista esa milonga se volvió una especie de himno entre los
miembros de la resistencia española. Pero era otra etapa.
-Pero aún hoy sigue desalambrando conciencias.
Y no sólo en Uruguay.
-Hace poco, en un recital en Córdoba, Argentina,
jóvenes de un grupo ecologista me dijeron que se llaman A desalambrar.
Hay otras canciones como A don José, de Rubén
Lena, que dio una imagen muy amplia de un tal José Artigas. Está
Doña Soledad de Zitarrosa. O las canciones de Marco Velázquez,
de Sampayo... Es la formación de un folclor nuevo. Muchas veces
la gente ignora al autor, al intérprete, pero son canciones que
están metidas en la conciencia popular. En la memoria colectiva.
Siempre que llamo a Benedetti le digo: "habla la segunda
voz".
-Daniel, el concierto A dos voces que ha hecho
con Mario Benedetti nació en México. ¿Cuál
es su historia?
-Yo había trabajado con escritores como Juan Capagorry
(el ciclo Hombres de nuestra tierra) y Eduardo Galeano en el exilio.
Mario, a su vez, tenía una relación muy viva con la canción.
Había sido uno de los poetas más cantados. Lo interpretaron
Alberto Favero y Nacha Guevara y fue un éxito masivo. Un día,
en el exilio en México -a raíz de nuestra participación
en un acto solidario con Uruguay, en la dictadura, que iba a haber en la
Sala Netzahualcóyotl-, conversando descubrimos que habíamos
escrito temas comunes. Por ejemplo, hablamos de la luchadora paraguaya
Soledad Barret, asesinada en Recife por el cabo Anselmo y sus secuaces.
Los dos la habíamos conocido y tenido mucho cariño y, tras
su muerte, sin saberlo, él había hecho un poema y yo una
canción. Había otros temas afines. Ahí se nos ocurrió
crear un tejido y decidimos actuar juntos en aquel acto. Con esos elementos
estructuramos nuestra cosa. El leía su poesía y yo cantaba
mis canciones. En algunos casos con la excepción de algún
cómplice muy querible, como Violeta o Yupanqui. Así fue que
nació A dos voces, en 1978, en México. Que nació,
como digo en broma, 'el dúo'. Siempre que llamo a Mario por teléfono
le digo: "Habla la segunda voz".
Creo que capté algo del sujeto indígena
-Supongo que su nuevo disco traerá Chiapaneca.
¿Cómo surgió esa canción?
-A partir de una experiencia de aproximación, no
de conocimiento profundo, en medio de un acto colectivo en la localidad
de La Realidad, en la selva Lacandona, rodeado de gente de la solidaridad
que llegó de todas partes del mundo a la Reunión Intergaláctica
convocada por los zapatistas. Allí pude respirar la presencia de
los indígenas, su trabajo artístico y nutrirme en algunos
encuentros fugaces con la palabra de dirigentes zapatistas, incluidos el
subcomandante Marcos y el comandante Tacho, quien me prestó
una guitarra... Creo que capté algo del sujeto indígena.
Muy poquito, sé que muy poquito. Traté de traducir eso al
lenguaje de una canción nuestra y nació Chiapaneca. Capté
una apertura en el movimiento zapatista y me impresionó. Una tolerancia
mayor que la ortodoxia de tantas izquierdas. Que la ortodoxia de uno mismo;
porque a menudo olvidamos que siempre somos un dedo de esa mano izquierda...