José Antonio Rojas Nieto
No a la guerra del irritado puerco espín
Lo más importante de hoy en todo el mundo es decir no a la guerra contra Irak. No al absurdo belicista del presidente Bush. No a la máxima estupidez. No al cataclismo de Damocles descrito por García Márquez. No en nuestro nombre. Luchemos por un mundo sin armas y una paz con justicia. Estados Unidos promueve la guerra contra Irak por algo más, mucho más, que desarmar a Saddam Hussein. El mensaje pronunciado este viernes en el Consejo de Seguridad de la ONU por el ministro de Asuntos Extranjeros de Francia, Dominique de Villepin, fue muy claro a ese respecto. Y el editorial de Le Monde de este sábado lo subraya bien: el presidente Bush anhela remodelar el paisaje político de Medio Oriente y redefinir las condiciones bajo las cuales se dispondrá del petróleo árabe y de los espacios de comunicación estratégica de combustibles durante los próximos veinte o treinta años.
No olvidemos que en Medio Oriente se encuentran cerca de 700 mil millones de barriles del crudo más fino y de menor costo de producción del mundo. Este volumen representa 65 por ciento de las reservas mundiales de hoy. Su importancia se enfatiza al compararlo con la segunda reserva petrolera del mundo, la de América Latina: 123 mil millones de barriles, equivalentes a 11 por ciento del total.
A pesar de que Francia también tiene interés en el futuro del petróleo del Pérsico, hacía muchos años que la diplomacia gala no se mostraba tan vehemente y tan acertada. Algo queda en los miembros de su gobierno conservador que este viernes lograron arrancar fuertes aplausos de la mayoría de los asistentes a la sesión del Consejo de Seguridad. También hacía muchos años que no había tanta coincidencia en torno a algo: el rechazo a la guerra.
Este sábado en todo el mundo se realizaron enormes manifestaciones de repudio a la iniciativa del gobierno estadunidense: más de 650 mil personas en Roma; 500 mil en Berlín; 500 mil en Londres; 650 mil en Madrid; 350 mil en Barcelona; 200 mil en Sevilla; un millón de personas en Bagdad; 200 mil en Damasco; cerca de 100 mil en Melbourne; entre 100 y 200 mil en París; y decenas de miles más en Estocolmo, Varsovia, Moscú, Atenas. Y decenas de miles también en México. La prensa mundial asegura que las manifestaciones de ayer han sido las más numerosas de la posguerra. Todos los manifestantes pidieron la paz y ratificaron la opinión emitida por 12 de los 15 miembros del Consejo de Seguridad: no hay ningún fundamento para recurrir a la fuerza contra Irak. Es necesario dar más tiempo a los inspectores y, en todo caso, desarmar pacíficamente a Irak. Por fortuna, así también se pronunció México este viernes en el Consejo de Seguridad.
Y al interior de Estados Unidos se profundizan las opiniones discordantes. Sobresale la polémica abierta esta semana por Alan Greenspan, quien por primera vez, después de 15 años en la presidencia de la Reserva Federal (la Fed), ha criticado la política económica y ha arrojado lo que The New York Times llamó un balde de agua fría, al mostrarse escéptico en torno a la propuesta gubernamental de disminuir impuestos para reactivar en el corto plazo la economía.
Según algunos analistas -Eric Le Boucher, de Le Monde, y Paul Krugman, de The New York Times, entre ellos- las diferencias mostradas esta semana entre Alan Greenspan y el presidente Bush pueden anunciar la ruptura de un pacto fundamental que ha sido núcleo básico del fuerte crecimiento en el pasado decenio. Además, dejan entrever severos cambios de opinión del prestigiado presidente de la Fed. Según éste, la economía opera bajo nubarrones de tensiones geopolíticas e incertidumbres, pero permanece en las mismas condiciones en que estaba seis meses antes. Pareciera ser que, en opinión del prestigiado economista estadunidense, nada de lo que ha hecho o propuesto el presidente Bush y, mucho menos, su ánimo belicista, han ayudado a la economía. En este contexto, por cierto, se informó esta semana que la producción industrial experimentó una ligera recuperación, aunque muy concentrada en la industria aeroespacial y en la de producción de bienes militares. También se informó que el índice de confianza de los consumidores descendió a un nivel de 79.2 puntos, el más bajo desde septiembre de 1993.
Todo este clima de repudio externo y de crítica interna a la actuación del presidente Bush permite recordar aquellas palabras que la sombra del Hamlet de Shakespeare le dijera al príncipe de Dinamarca: "Soy el alma de tu padre, condenada por cierto tiempo a andar errante de noche y a alimentar el fuego durante el día, hasta que estén extinguidos y purgados los torpes crímenes que en vida cometí. De no estarme prohibido descubrir los secretos de mi prisión, podría hacerte un relato cuya más insignificante palabra horrorizaría tu alma, helaría tu sangre joven, haría saltar como estrellas tus ojos de sus órbitas y separaría tus compactos y enroscados bucles, erizando cada uno de tus cabellos como las púas del irritado puerco espín."
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