Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 10 de febrero de 2003
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Cultura
AUGUSTO MONTERROSO, 1921-2003

''De vez en cuando me traiciono con el ensayo'', confesaba

Egregio representante del cuento en español

Destacaba con orgullo las aportaciones de centroamericanos a la cultura, desde los mayas

MONICA MATEOS-VEGA Y ARTURO JIMENEZ

Cuando el escritor Augusto Monterroso recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, en octubre de 2000, Felipe de Borbón reconoció en su obra ''realidad y fantasía, sátira y humor, concisión y agudeza", así como ''la originalidad cervantina y melancólica de su estilo''.

En la ceremonia de premiación, el príncipe señaló: ''la historia de la literatura de la lengua española se escribe gracias al esfuerzo de un amplio grupo de escritores latinoamericanos. Entre otras muchas razones, porque han sabido nutrir su lengua con peculiaridades de sus países y con la mejor tradición castellana, haciéndolo con una originalidad y un vigor expresivo que los identifica de manera exclusiva".

Esa originalidad, continuó, ''está hoy aquí representada en la persona de Augusto Monterroso, escritor hondureño de nacimiento y guatemalteco de corazón, y de manera concreta por su magistral elaboración de relatos cortos y cuentos. Al premiar a Monterroso se reconoce también al cuento como género del que él es, en lengua española, uno de sus más egregios representantes''.

En aquella ocasión, Monterroso señaló en su discurso de recepción del premio Asturias que se trataba de "un reconocimiento a la literatura centroamericana, de la que, guatemalteco, formó parte. Centroamérica, como bien pudiera haber dicho Eduardo Torres, ha sido siempre vencida, tanto por los elementos como por las naves enemigas: me refiero a los desastres naturales de los últimos años, y a los económicos y políticos a que nos han sometido los intereses de poderosas compañías extranjeras de ese fruto por el que nuestros países son llamados repúblicas bananeras.

''Pero es mi deber -añadió Monterroso- señalar una vez más que a lo largo de los siglos no ha sido sólo plátanos lo que producimos. Recordaré que nuestros ancestros mayas, refinados astrónomos y matemáticos que inventaron el cero antes que otras grandes civilizaciones, tuvieron su propia cosmogonía en lo que hoy conocemos con el nombre de Popol Vuh, el libro nacional de los quichés, mitológico, poético y misterioso; a Rafael Landívar, autor de la Rusticatio mexicana, el mejor poema neolatino del siglo XVIII; a José Batres Montúfar, cuentista satírico en verso, cuyas octavas reales vienen en línea directa de Ariosto y de Casti y cierran brillantemente la narrativa mundial en esta estrofa, y, por último, para no acercarme peligrosamente a nuestro tiempo, a Rubén Darío, renovador del lenguaje poético en español como no lo había habido desde los tiempos de Góngora y Garcilaso de la Vega."

El autor de La oveja negra solía explicar que "el cultivo del cuento es una muy vieja tradición en los países latinoamericanos. Para sólo mencionar un nombre basta recordar a Horacio Quiroja, quien tuvo influencia de Edgar Allan Poe, el inventor del cuento moderno".

Monterroso confesaba que desde que comenzó a escribir se dedicó al cuento: "no creo saber hacer otra cosa. Apenas he publicado una novela (Lo demás es silencio), llevo ya varios libros de cuentos, aunque de vez en cuando me traiciono con el ensayo''.

Acerca del tema, es conocida la anécdota del escritor con un alumno de su taller literario, a quien le preguntó qué escribía y este respondió que una novela; entonces Monterroso replicó: "¡Ah!, te estas preparando para escribir cuento".

No obstante ser un maestro del género, se negaba a dar definiciones, "precisamente porque es un género muy inasible. Pero todo mundo sabe lo que es un cuento, desde que uno ni siquiera sabe leer ya entiende lo que es un cuento. Y eso es''. 

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