IRAK: SEMANA CRUCIAL
En
la semana que hoy comienza habrán de definirse el ritmo y los escenarios
de la agresión militar estadunidense contra Irak. Los jefes de los
equipos de inspección enviados por el Consejo de Seguridad de la
ONU a ese país árabe, el sueco Hans Blix y el egipcio Mohamed
Al Baradei -titular, este último, de la Agencia Internacional de
Energía Atómica-, se apresuraron a informar ayer sobre progresos
significativos en su tarea, sobre "cambios de actitud" positivos de las
autoridades de Bagdad y la validez de su trabajo como "una alternativa
a la guerra", según señaló en esa capital el propio
Blix.
El próximo viernes los inspectores deberán
presentar un informe previo a una nueva votación en el Consejo de
Seguridad de la ONU y, a juzgar por las palabras pronunciadas ayer por
Blix y Al Baradei, el texto dejará sin sustento las de por sí
delirantes acusaciones estadunidenses sobre la supuesta posesión
por Irak de armas químicas, biológicas y hasta nucleares,
además de presuntos medios para atacar el territorio continental
de Estados Unidos. Antes de esa fecha, Irak deberá responder si
acepta el vuelo de aviones espías sobre su territorio. Habida cuenta
de la enorme presión diplomática y militar, es posible suponer
una respuesta afirmativa a tal exigencia.
Los hechos mencionados fortalecen las perspectivas del
plan propuesto por Francia y Alemania como alternativa a la guerra deseada
por el presidente estadunidense, George W. Bush, que consiste en la ampliación
numérica y temporal de las tareas de inspección en Irak y
del arribo a Bagdad de un contingente de cascos azules de la ONU que garantice
la no existencia de armas de destrucción masiva en territorio iraquí.
El plan referido ha recibido el respaldo de Moscú, Pekín
y Bruselas, dato esperanzador si se considera que los dos primeros gobiernos
cuentan -al igual que París, Londres y Washington- con derecho de
veto en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Ante la oposición al conflicto armado y la formulación
de propuestas de paz y de seguridad viables y sensatas, el grupo en el
poder en Washington ha empezado a perder la paciencia y hasta los buenos
modales. Ayer, el jefe de la diplomacia estadunidense, Colin Powell, acusó
a los gobiernos francés y alemán de no haber leído
bien la resolución 1441 del Consejo de Seguridad y los instó
a "leerla otra vez". La polémica cada vez más agria entre
la Casa Blanca y sus principales aliados europeos -salvo el inglés
Tony Blair, quien se pliega sumisamente a cualquier deseo de la Casa Blanca-
no sólo augura una colisión memorable en el seno del Consejo
de Seguridad de la ONU, sino también en la OTAN, la cual aparece
seriamente fracturada ante el conflicto que viene.
Ayer, el rotativo dominical londinense The Sunday Telegraph
aseguró que la próxima jugada de Bush -la cual previsiblemente
será secundada por Blair- consistirá en proponer que el máximo
organismo de la ONU exija la salida del poder de Saddam Hussein en un plazo
perentorio de 48 horas, como último movimiento diplomático
previo a la guerra.
Ante la versión, el presidente ruso, Vladimir Putin,
con una elocuencia no muy común en él, recordó que
"la Carta de Naciones Unidas no tiene ninguna disposición que permita
cambiar el régimen de uno u otro país, nos guste o no" y
destacó que "una acción unilateral sería un gran error,
pero la consecuencia más grave sería la amenaza de fractura
en el seno del Consejo de Seguridad y el final de la coalición antiterrorista".
El ocupante del Kremlin advirtió también que una agresión
unilateral de Washington contra Irak "podría provocar la desintegración
de Irak, la complicación de la resolución del conflicto palestino-israelí,
la radicalización del mundo musulmán con las consecuencias
imprevisibles para los países árabes, abiertos a los valores
democráticos, así como los riesgos de una nueva ola de atentados
terroristas".
Bien harían los halcones del Pentágono en
tomar en cuenta tales señalamientos fundados en la experiencia.
A fin de cuentas, cuando Estados Unidos ni siquiera existía como
nación, los gobernantes rusos ya tenían una larga trayectoria
diplomática y estratégica en la región del golfo Pérsico.