Preocupante que algunos críticos pongan
el grito en el cielo, dice Vasconcelos
Titus Andrónicus, versión estilizada
donde el poder se hunde en la venganza
Es una propuesta arriesgada; estamos preparados para
que a alguien no le guste: Juan Manuel Bernal
La adaptación a la obra de Shakespeare se presenta
en el Centro Cultural del Bosque
ARTURO CRUZ BARCENAS
El poder marea, pero a los pendejos los enloquece, reza
el refrán popular, aplicable a la obra de teatro Titus Andrónicus,
de William Shakespeare, en versión libre de Alfonso Cárcamo,
con la dirección de Ana Francis Mor, que se presenta en El Galeón,
teatro del Centro Cultural del Bosque (atrás del Auditorio Nacional).
"El poder es como una droga"; es decir, se mete en la sangre, circula por
las venas, de la punta de los pies a la cabeza, se expresa en uno de los
parlamentos del genio inglés.
La estética visual de esta puesta en escena no
es la clásica, sino estilizada, a la manera de la película
homónima, estelarizada por Anthony Hopkins. En los palacios, entre
intrigas, celos, pasiones, bajos instintos (o instintos básicos),
las miserias humanas se mezclan con la dignidad del soberano, en esta tragedia,
quizá la más punzante y roja de Shakespeare. Maquiavelo tuvo
materia prima en esos ámbitos. El Príncipe, su máxima
aportación a la teoría política, es una reflexión
de la mecánica del poder, sus sutilezas, sus mañas. "La política
no es apta para abyectos", dicen los clásicos franceses.
La degeneración del poder lleva a excesos. No hay
moral en la política; no debe haberla. Sí hay una ética,
una teoría de la moral, sobre la conducta humana, pero eso es a
posteriori. Señala Alfonso Cárcamo: "Alguien diría
que son pocas las cosas que nos hacen distintos de las bestias, algunos
más dirían que somos idénticos, y otros tantos, con
la sola mención del símil, levantarían el ceño
y responderían con cierta hosquedad que, en lo mínimo nos
parecemos a las bestias, que nuestra índole divina no se puede juzgar
con tanto cinismo.
"Nosotros
diríamos que las bestias no cometen pecados, diríamos también
que nadie como las bestias para asumir su efímera condición,
y terminaríamos diciendo que si no somos bestias es porque no merecemos
la pena de tan alto concepto.
"Sea así el alma de Tito Andrónico y la
de todos los que continuamos con su enseñanza". Tito es un militar;
regresa de la batalla en medio de grandes honores y declina el trono, en
aras de una lealtad que se volverá contra él de manera trágica.
Uno, dos, tres... más de 20 de sus hijos morirán. Es un soldado
y tampoco, como los políticos a los que sirve, mezcla la moral,
ese espacio donde la mayoría de los mortales se hunden. Pagan el
precio con el remordimiento, que es el costo de la falta de moral, señaló
Aristóteles.
El error de Tito, de no aceptar el reino, lo pagarán
sus hijos, los Andrónico en su conjunto, por los siglos de los siglos.
Se vislumbra la tragedia a la manera de Sófocles y Eurípides.
Shakespeare llevará a lo largo de la tragedia un sentimiento común
en todos los humanos, tanto en la individualidad como en colectividad ("Yo
era buena persona, hasta que los conocí", escribió Diderot):
la venganza. La sangre se pagará con sangre. El filo de las dagas
cortará las venas del cuello. La sangre correrá sobre el
piso, formando ríos, estuarios. La muerte con la muerte. Cárcamo
dice: "Alguien pensó que la muerte era el mejor freno para la venganza;
algunos siguen creyendo que apenas es el principio de ella".
Es el papel masculino mas intenso que he hecho: Tito
Vasconcelos
Tito Vasconcelos hace el papel de Tito Andrónico,
el general victorioso. Mientras se desmaquilla, dijo que hacer tal papel
"es un lujo. Es un privilegio hacer un personaje de Shakespeare, y esto
es igual para cualquier actor. Titus es terrorífico, un carnicero,
un militar, pero un militar consciente. Todo su sistema de valores se cae
a lo largo de la obra. Cae en desgracia y como actor es muy sabroso. Hace
muchos años que no hacía un personaje masculino tan intenso
como éste".
-Faltan algunas escenas muy crudas...
-Realmente, con el texto y la adaptación queda
muy clara la carnicería. Ahorramos un poco de gore. Ya cuando
se comen el hot dog la gente entiende los asuntos metafóricos
de la puesta en escena y se logra el horror deseado. La gente se ríe
porque no hay otra actitud posible, ante el rollo del canibalismo.
"Estoy en un proyecto de estilización (esta obra
no sigue las líneas clásicas en la escenografía, por
ejemplo). Me parece que los clásicos seguirán siéndolo
y pueden dar material para hacer otras cosas. Los puristas que se escandalicen
o asombren, o indignen... ¡me dan risa! Me preocupa, sí, que
sean críticos especializados los que pongan el grito en el cielo;
esa es una visión chata, miope, del proceso teatral de nuestro país.
El equipo creativo de Titus Andrónicus es joven."
Confunden el género con el estilo: Bernal
Juan Manuel Bernal interpreta a Tamora, reina vencida
y capturada. Al final de la función del pasado domingo, en su camerino,
expresó: "Esta obra es un gozo enorme, como actor. Esto implica
una exploración tremenda. No siempre tiene uno la oportunidad de
hacer un personaje que no tiene nada que ver con mi género. Entro
en los zapatos de una mujer, a la que trato de entender en su sicología,
en su pensamiento y toda la garra que la mueve a la venganza. Es lo más
difícil que me ha tocado hacer, como actor, en mi vida".
-¿Crees que a cierto público, digámosle
purista, no le guste esta puesta en escena?
-Sí, y estamos preparados para ello. Uno no puede
ser monedita de oro. Siempre que haya una propuesta arriesgada, interesante,
habrá gente a la que le guste y otra a la que no. Algunos críticos
han confundido, respecto de esta obra, el género con el estilo,
una cosa es tono y otra es estilo.
Otro punto en favor de la obra es el erotismo, imán
para cierto público anhelante de ver cuerpos, sudores y humores,
así como escenas de violación, escuchar jadeos, en un voyeurismo
de 120 pesos la entrada.
Titus Andrónicus se presenta en el Teatro
El Galeón, del Centro Cultural del Bosque (atrás del Auditorio
Nacional), jueves y viernes, 20:30 horas; sábados, 19, y domingos,
18 horas.