Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 7 de febrero de 2003
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas 
  >

Política

Horacio Labastida

La ideología del poder único

Uno de los más distinguidos sofistas de la era socrática, no Protágoras ni Georgias y sí Trasímaco -identificó lo justo con lo útil al más fuerte-, descorre telones que ocultan raíces del conocimiento actual. Sabemos que hay muy semejantes atmósferas que oxigenan los diversos esfuerzos ideológicos legitimadores de la conducta elitista que se declara dueña exclusiva del poder sobre la humanidad. No fue ajena a este proceso la comunidad primitiva pastora y agrícola. Al generarse excedentes del consumo cotidiano aparecieron los administradores de tales excedentes en su virtual papel de estratos dominantes de los demás, porque pronto convertiríanse en la institución encargada de almacenar y distribuir bienes de manera desigual al favorecer a quienes apoyaban su autoridad. Así fue cuando en la prehistoria lo que el transcurso de los años metamorfosearía en Estado, en el sentido de organización política del pueblo. Ahora, Ƒde qué manera los caciques tribales legitimaron el ascendiente opresivo en la era ágrafa? Fue fácil desde que hábilmente enhebraron su potestad secular con las potestades divinas. Los bárbaros se guardaron de las furias naturales al convertirlas en dioses que concedían o negaban gracias en función del comportamiento piadoso o pecaminoso de los hombres, generándose así la posibilidad de manipular los castigos y premios, orden divino de inmediato utilizado por los mandarines. Cuando aquellos administradores de excedentes difundieron que su forma de repartir alimentos era voluntad divina, quedó sellada la ideología de los jefes clanescos. Negar al cacique era negar a Dios. Y la conclusión del silogismo cayó encima de los subordinados: la palabra del jefe tribal es la única verdadera porque es la palabra de los dioses. La legitimación del estatuto del cacique original fue cabal desde el instante en que se presentó como vicario del juicio de Dios.

La visión prehistórica de la ideología del poder único florece en muchos capítulos de la historia, desde la teocracia egipcia hasta nuestros angustiosos amaneceres. El faraón era visto como bondadosa divinidad del dios del Sol, Ra, que guía el mundo e instituye al rey como su representante en la Tierra. En Babilonia sumeria el emperador, lo constata Hammurabi, proclama el derecho del Señor del Cielo para destruir al malvado e iluminar el camino del bien. La misma doctrina inspiraría a brahmanes, budistas, al hijo sínico del Cielo y a toda la esclavitud antigua, sin excluir a los césares romanos, adorados a las veces como dioses en templos ad hoc. La Edad Media innovó la doctrina. La autoridad terrena y el Papa recibían poderes de Dios, uno para gobernar los cuerpos, y el otro las almas, aunque por siglos lo civil subordinose a lo eclesiástico hasta que la lucha por las vestiduras fue arrebatando al Vaticano las funciones de la Ciudad de Dios que se agregaron a la Ciudad del Hombre. Sea por concesión directa de la divinidad, simbolizada en el coronamiento del rey por el arzobispo, o en el ejercicio del derecho divino de los reyes, muy evolucionado en el Versalles de Luis xiv, la monarquía absoluta se implantó en Europa como gobierno de Dios. Si el mando del monarca es divino, sus decisiones contienen la verdad única, porque encarnan la verdad de Dios. La ideología legitimadora del poder universal es sustancialmente la misma en Carlos v, Primero de España, o en Catalina la Grande y otros soberanos de aquellos siglos.

Las clases acaudaladas de las colonias inglesas en América y de la Francia de Luis xvi cambiaron el juego político. Para tomarse la soberanía real, la burguesía izó la bandera del pueblo como origen de la autoridad, y de inmediato acordó que los ciudadanos eligieran a sus representantes en el ejercicio de las funciones del Estado, a fin de que la decisión del gobernante explicite los sentimientos populares. Los comicios electorales se cimentaron en un principio clave: las mayorías manifiestan la voluntad nacional. Desde entonces el problema de las burguesías es obtener que tales mayorías voten por sus candidatos a la titularidad de los órganos de gobierno, según ha sucedido con pocas excepciones hasta el presente.

Los funcionarios del gobierno operan la soberanía del Estado en pro de los acaudalados y no del bien común, objetivando la verdad única de las clases privilegiadas como verdad de toda la sociedad. Cierto que la disensión individual y minoritaria está legalmente reconocida, pero en los hechos es sutilmente purgada para que la verdad faccional del poderoso surja como verdad apodíctica, sin importar que esta verdad implique la cosificación del hombre, según sucede otra vez hoy, a cargo de la enajenación global que se impone al mundo por cuenta de las elites económicas y políticas de Washington. Gengis Kan en los principios del siglo xiii y entre océanos de sangre azotó Asia y parte de Europa con la verdad única mongólica, en nombre del gran dios celestial Tangri, entidad suprema que discernió en Gengis Kan el poder absoluto del planeta, situación medieval revitalizada por nazis y fascistas de la primera mitad del siglo pasado, y actualizada por el presidente George W. Bush y su cohorte burocrática en su carácter de personero del capitalismo trasnacional de mayor peso. Sus proyectos hegemónicos y belicistas se muestran como verdades de la humanidad y condenación de los disidentes. La ideología legitimadora es obvia. La Casa Blanca declara y exige no sólo invocando lo divino, sino muy principalmente asumiendo en sí a la sociedad mundial. La gran mentira del siglo xxi es exhibir la ideología de una minoría multimillonaria como la verdad de todos y cada uno de los pueblos.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año