Hermann Bellinghausen
Ronda con fantasmas
En las bocacalles corren y se huyen los fantasmas de la provincia. A claxonazos y con Captain Beefheart a todo en el toca-toca, el Cuñado los viene espantando.
Falta le hace ahuyentar fantasmas. La noche apremia. El charolazo de las coladeras y las lozas negras del empedrado ponen en marcha un dispositivo de tonalidades filosas y agrisadas. Faroles en fiebre ictérica. El cielo neutro de luna nueva por momentos enseña las estrellas en el brocal de la noche.
Irse con cuidado y tiento, piensa el Cuñado. Ni las naves espaciales la tienen segura estos días. Más claxonazos. Su vocho da risa a estas horas, tan indefenso. Como ir a pie.
-Pero bien que rodamos -ronquea mirándose a los ojos por el retrovisor: this is the toast to the Host, the Ghost, the Most Holy-O, el brindis maniaco del Capitán.
Se frota los ojos, escupe por la ventanilla, sustituye el chicle por uno más fresco, palmea sus muslos, exhala interjecciones en sordina, acelera cuando alcanza un fantasma que brota del asfalto y le parte la columna de vapor.
-Oye güey, pasa un cigarro -ruge Solano en el asiento trasero.
-ƑEstás vivo, hijo? -dice el Cuñado buscándole el perfil por el retrovisor.
-Dónde estamos. Qué oyes, pinche música.
El Cuñado cuenta hasta diez, a que Solano despierte bien y se le pase lo mamón. El vocho circula por el insomnio de la provincia, cada vez se hace más tarde. A fastidiarse.
-Ya me ahité de atropellar fantasmas -sigue el Cuñado el hilo de sus pensamientos.
-Súbele al vidrio, que se mete un aire bien helado -replica Solano.
-Como te vi jetón...
-Todavía que trato de descansar para estar fresco en caso de una emergencia, y tú me quieres matar de pulmonía.
-Si no te estoy reclamando -concilia el Cuñado.
-Pues yo sí -retoba Solano.
Nueva oportunidad de soltar una descarga de claxonazos. La guitarra de Beefheart y la armónica ladran, imitan el claxon, son la voz quejumbrosa de los fantasmas atropellados.
-Nomás vienes despertando al vecindario -recrimina Solano.
-Pierde cuidado. Esta noche todos duermen. Sólo estamos yo y mi circunstancia.
Solano, con cara de circunstancia, se echa adelante y asoma entre los respaldos delanteros. Mira de frente por el parabrisas. Dice:
-Hay mucho fantasma que falta.
-Deja tú. La niebla se adensa. Al rato no voy a distinguir los fantasmas.
-Bajo la niebla todo es un solo fantasma enorme.
-Sigue dormido, Solano. Me gusta cuando callas porque estás como ausente.
-Si dices -acata Solano, se acurruca de buen grado en el asiento trasero y dice:
-Que pasen buena noche tú y los fantasmas.
-Juega -dice el Cuñado para concluir, y Solano hace el eco: "juega"; enseguida ronca.