LULA, DE PORTO ALEGRE A DAVOS
Sería
difícil imaginar una representación más clara de la
fractura que divide a la humanidad en el presente que los encuentros paralelos
del Foro Económico Mundial, que se lleva a cabo en Davos, Suiza,
y el Foro Social Mundial, que se realiza en Porto Alegre, Brasil. Al primero
acuden los delegados de los máximos poderes e intereses políticos
y económicos del planeta para buscar consensos y visiones comunes
sobre las estrategias para dar viabilidad al actual modelo de intercambios
financieros, comerciales, tecnológicos e industriales, con todas
las inequidades y miserias que conlleva. El segundo reúne, en toda
su orgullosa diversidad, a víctimas e inconformes de la depredación
sistematizada, de la globalización generadora de riqueza y miseria
extremas y de las políticas económicas que no están
al servicio de las poblaciones, sino de los intereses especuladores.
El presidente brasileño, Luis Inacio Lula da Silva,
buscó establecer un puente de comunicación entre esas dos
visiones contrapuestas y llevó de Porto Alegre a Davos la propuesta
de crear un fondo global contra el hambre y concentrar esfuerzos económicos
multilaterales con la finalidad de dar de comer a los miles de millones
de seres humanos que en el arranque de este tercer milenio de alta tecnología
y desarrollos científicos y culturales portentosos no logran satisfacer
sus necesidades alimentarias esenciales.
Si los participantes decisivos del cónclave de
Davos tuvieran la sensatez de respaldar la iniciativa presentada por el
presidente brasileño estarían en posibilidades de dar un
sentido ético preciso a sus actuales disquisiciones sobre las medidas
correctas para sacar del estancamiento a las economías del primer
mundo e inducir una reactivación económica, disquisiciones
que, desprovistas de un propósito específico de bienestar
para los seres humanos, como ocurre actualmente, carecen de interés
para la mayoría de éstos. Más aún, la adopción
de la propuesta de Lula abriría una perspectiva de reforma pacífica
y estable para un sistema mundial atroz e insostenible que, como lo señaló
en Porto Alegre la red de organizaciones no gubernamentales Social Watch,
hace posible que las vacas de la Unión Europea reciban más
recursos per cápita que los seres humanos del tercer mundo.
Finalmente, el combate planetario al hambre debiera ser
visto como una tarea multilateral mucho más meritoria, digna y justa
que los delirios guerreristas en los que se empecina y atrinchera el gobierno
de George W. Bush. Si los gobiernos de Europa, América Latina y
Asia hacen suya la iniciativa procedente de Porto Alegre tendrían
en las manos una apuesta por la vida para contraponerla a las apuestas
por la muerte con las que juega Washington.