Inauguran el Paseo de los Danzoneros como parte
de la celebración
Miles de almas festejaron el séptimo aniversario
de la Plaza del Danzón
JAIME WHALEY
Por supuesto que con un baile, pues de otra forma no podría
ser, la Plaza del Danzón celebró el sábado su séptimo
aniversario y un buen de parejas, hasta donde la vista alcanzaba a distinguir,
se dio cita ahí y en la banqueta de enfrente, para tupirle con donosura
al más que centenario ritmo, el emperador de todos, sostienen sus
adeptos.
Por cerca de cinco horas, que de otra manera se hubiesen
hecho largas, las y los danzantes le rindieron culto al Rey Danzón,
que para la efeméride fue interpretado por las orquestas de Emilio
B. Rosado, en primer turno, y luego por la de José Casquera, bajo
la batuta de su sucesor, su hijo Julio, de formación ingeniero.
El Gato, Jorge de León, Genaro, Julio y
sus respectivas mitades -porque, eso sí, el danzón es de
unidad-, Lupita, Maru, Fabiola e Irma fueron, entre otros los que encabezaron
la bailada plazuelera que tuvo su momento oficial cuando la jefa de la
delegación Cuauhtémoc, Dolores Padierna, develó la
placa del séptimo aniversario.
Una noche en La Habana, para El Pifas
Otras
personalidades, éstas del mundo deportivo, como el campeón
Ultiminio Ramos y el popular pulquero El Pifas, también pasaron
lista de presentes e inclusive al ex boxeador cubano se le dedicó
una pieza, Una noche en La Habana, con la que el legendario Sugar,
al que siguieron miles en sus tiempos, tuvo problemas para llevar el compás.
Como homenaje perenne a quienes del bailar esta desinencia
del country dance inglés y derivación del minuet -según
señalan los que han rascado en la historia-, también se inauguró
lo que se conocerá como el Paseo de los Danzoneros, una serie de
lápidas, a una orilla de la banqueta de la acera de Enrico Martínez
en las que las parejas, incluidas, desde luego, las arriba mencionadas,
plasmaron sus huellaspédicas y así lo harán
en el futuro quienes descollen en este nada sencillo arte.
Dulces notas mecen a las parejas
Los sábados danzoneros se originaron cuando por
ese sitio pasaron un día Alejandro Aura, Jorge Legorreta y el propio
Jorge de León y observaron a unas cuantas parejas que se mecían
con las dulces notas de un danzón, emitido desde una casetera, y
de ahí, rememoró antier De León, les nació
la idea de efectuar cada fin de semana un baile al que asisten indistintamente
cientos y, a veces, como el sábado pasado, miles de personas.
La plaza fue reconstruida el año pasado, pues originalmente
el proscenio se ubicaba de sur a norte sobre la banqueta de la calle de
Tres Guerras, esto es, que no se tomó en cuenta la mantea solar,
como lo pondría cualquier constructor avezado, y en los días
de mayo a septiembre, principalmente, por no decir que en todos, los músicos
practicamente acababan fritos. Ahora el escenario tiene un sentido longitudinal
este-oeste, está techado y hasta con camerinos cuenta.
El beneficio también alcanzó para los bailadores
ya que se les construyó una unidad de sanitarios que pondrá
fin a los poco ortodoxos pasos que hacían las parejas, y es que
aguantarse las ganas no es virtud de todos. Además hay que tomar
en cuenta que la mayoría de los habitués es de la tercera
y cuarta edad y, como decía el insigne y prosaico Renato Leduc,
"lo malo de llegar a viejo es no saber cuando ni dónde le van a
dar a uno ganas de mear".
Con su smoking amarillo canario, El Gato
evitaba ser objeto extraviado para cualquiera. El atuendo y su maestría
en los movimientos atrajeron, sobre él y su pareja Lupita Medellín,
las miradas. El es de Tepito y relata que en ese barrio bravo obtuvo su
sobrenombre, "no sé si fue por estos", mientras se lleva el índice
a sus ojos verdosos o, agrega sonriente, "si porque una vez gané
un pleito a mordidas y arañazos".